SOCIEDAD
ESCLAVOS EN ARGENTINA

Un solo baño para 73 personas y paredes de tela

Engañados por un falso uno a uno, una red mafiosa recluta empleados en Bolivia y los encierran para que trabajen 16 horas diaria.

TALLER TEXTIL CLANDESTINO
RUTINA. Los bolivianos trabajan 16 horas diarias. Tienen un solo día de descanso. Los chicos viven encerrados para “no molestar”. | Infografía: J. Fantoni.

Luis es boliviano y una de las 73 personas que vivían en el edificio de Luis Viale 1269, en Caballito. Su hija era una de las seis personas bolivianas que murieron en el incendio que el jueves a la tarde se desató en la fábrica textil. Su pequeño cuerpo quedó irreconocible. Mientras hace los trámites para llevar sus restos a Bolivia, se animó a contar a PERFIL cómo se vivía en el infierno de la fábrica de la esclavitud.

Se levantaba a las 7. Desayunaba con té y pan y a las 8 empezaba su jornada de trabajo. Paraba cerca de la 1 del mediodía para almorzar su ración de arroz, papa o tortilla. Una hora después volvía al trabajo. La merienda era a las seis de la tarde: consistía en una taza de té con un pan sobrante de la mañana. Para la cena, cerca de las 22.30, le esperaba un plato de sopa de arroz. Su esposa y su hija también comían lo mismo. Varios días a la semana, Luis seguía trabajando hasta las 2 o 3 de la madrugada, ya que el pago era por prenda (unos 70 centavos por cada jean).

Después del incendio de la fábrica de Caballito varios sobrevivientes desaparecieron

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El taller tenía un gran galpón en la planta baja, donde había más de 50 máquinas dispuestas en filas. En el primer piso estaban los dormitorios. Separados por un gran corredor, a ambos lados se disponían los compartimentos con las camas marineras. De un lado había seis habitaciones consecutivas en las que dormían entre tres y seis personas. Al final estaba la cocina con una garrafa siempre encendida y un baño que no funcionaba. Del otro lado del corredor había otros siete compartimentos, separados uno de otro por cortinas de telas de jeans. En ambos extremos del corredor había rejas. En la planta alta dormían 55 personas. Subiendo una precaria escalera se llegaba al entrepiso, con piso y paredes de machimbre. Había ocho habitaciones precarias, en las que dormían 18 personas, entre ellas el encargado de la fábrica. Sólo había un baño para 73 personas.

Luis reveló que hacía sólo un mes habían comprado matafuegos y que los cables de las máquinas estaban expuestos. Denunció que mientras los padres trabajaban, a los chicos nadie los cuidaba. Les habían prometido una niñera que nunca llegó. Pasaban el día encerrados en la planta alta para no “molestar”. Luis tiene miedo. El viernes a la noche lo amenazaron de muerte. El es el único que habló con la Cooperativa La Alameda, que ayuda y protege a decenas de inmigrantes bolivianos que escaparon de fábricas donde trabajaban como esclavos. En la cooperativa temen que cuando viaje a Bolivia a enterrar a su hija, Luis no regrese. Así se perdería al hasta ahora único testigo del incendio en el local de Caballito.