COLUMNISTAS
CRISIS EN LAS UNIVERSIDADES

Pesadilla

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La Universidad Nacional Capodistria y la Universidad Politécnica, dos de las más importantes de Atenas, están al borde de la quiebra: este año académico han abierto sus puertas. Y Grecia no es un caso aislado: dos tercios de los países europeos han reducido sus gastos consagrados a la educación superior. Por ejemplo, en la facultad de ciencias de la actividad física y el deporte de la Universidad Politécnica de Madrid se informó de la “escasez de algunos suministros básicos”. No hay más papel higiénico en los baños. Según la Unión General de Trabajadores (UGT), los desempleados con título universitario eran en España 382 mil en 2007 y son en 2013… ¡1.300.000! El 17 de septiembre, Anne Fraïsse, presidenta de la Universidad Paul Valéry-Montpellier III, alertó a la comunidad académica sobre la situación dramática de las universidades y la investigación en Francia.
Crucemos el océano. Hace unos meses, el periodista Roque Rivas señalaba en La Hora Nacional de Ecuador, que “los alumnos que alcanzaron a matricularse en el anterior sistema viven con la incertidumbre de que sus facultades se cierren y sus esfuerzos queden en la nada” y advertía que los problemas están recién empezando. El profesor Jesús Alfonso Osuna C. estima que las universidades venezolanas, particularmente las autónomas, “sufren en los últimos años un terrible acoso financiero, negándoles recursos para sus funciones esenciales, además de colocar a su personal en la casi total indefensión en relación con programas de protección social integral”. Las “universidades de docencia”, donde sólo se dan clases, se multiplican en Brasil. En Perú, Daniel Mora, presidente de la comisión de Educación de la Legislatura, denunció que se han autorizado universidades sin los requisitos de infraestructura ni de recursos humanos. Hace más de dos años comenté aquí varios libros que alertaban sobre la expansión de una ideología de puro management por “resultados” en algunas de las más prestigiosas universidades de Inglaterra y Estados Unidos, junto a una creciente precarización del empleo. Entre nosotros, los síntomas están, pero el tema no parece políticamente prioritario.
Seamos claros: no es que la situación económica global ha afectado en muchos países, entre otras instituciones, a las universidades. No. La institución que desde hace siglos se ha llamado en Occidente la Universidad está en crisis grave, y su misión es cuestionada.
Fantasía de anticipación: un número creciente de gobiernos implementa un nuevo sistema conocido como Proyecto Universidad Global. Toda la enseñanza se imparte a distancia, por internet: reducción gigantesca de costos. Cuestionarios multiple choice para los exámenes de cada materia y nota final calculada por computadora y enviada automáticamente a los alumnos. En función del currículum, los estudiantes son distribuidos en las diferentes carreras de acuerdo a la situación del mercado de trabajo en cada sector industrial, comercial o de servicios. Además de supervisar los programas de estudio, las grandes corporaciones multinacionales discuten regularmente los criterios de reclutamiento de los estudiantes. La aprobación de esos criterios por los consejos superiores académicos es una pura formalidad. El proyecto funciona: el desempleo de los universitarios disminuye y las empresas consiguen los profesionales que necesitan.
La Universidad Global es ajena a la investigación, que se concentra en fundaciones orientadas y financiadas por el sector privado. No más edificios universitarios. No más charlas en el corredor después de clase, sobre dudas que quedaron flotando por ahí. No más comentarios que le indican al profesor que conviene insistir sobre tal o cual tema. No más vínculo, visible para los alumnos, entre las convicciones del docente y sus proyectos de investigación. No más humor, tan útil para enfatizar que la producción de conocimiento es una pasión que tiene que servir para mejorar la vida de todos.
De acuerdo, esta pesadilla donde la tan mentada sociedad del conocimiento queda reducida a una broma de mal gusto es por el momento una fantasía. Sea como fuere, si la mayoría de los espacios universitarios, públicos o privados, dejaran de ser la escena de luchas internas por un poder inconsistente y de querellas ideológicas sin futuro, se podría empezar a discutir qué podemos hacer para evitar despertarnos demasiado tarde.

*Profesor emérito. Universidad de San Andrés.