COLUMNISTAS

50 años: capítulo tres

Penúltima entrega del recorrido profesional, a cincuenta años de su inicio.

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Había llegado a 1984. La Argentina se reencontraba con las instituciones democráticas. Comenzaba una era diferente, para la que no estábamos demasiado preparados. Sí sabíamos, los argentinos, que teníamos ganas de eso. Había llegado el final del régimen militar, y tras la derrota en las Malvinas, el país debía iniciar un camino diferente marcado por la paz, por las instituciones democráticas, por el estado de derecho.

Es en ese contexto que regreso a la Argentina en enero de 1984. Regreso tan periodista como me había ido, una década antes. Si mi último trabajo había sido como columnista de temas internacionales de El Cronista Comercial en 1974, mi primer trabajo en enero de 1984 fue incorporarme a Radio Continental de Buenos Aires, en la calle Rivadavia al 500, como columnista de temas internacionales en el programa Ciudad Abierta, que conducía Mónica Cahen D'Anvers. Ese fue mi reencuentro con el ejercicio del oficio. El país lucía luminoso para mí, todo era positivo y entusiasmante. Había un presidente civil, un presidente querible, un hombre que había arrancado su mandato firmando un conjunto de decretos fundacionales que determinaban el regreso de la Argentina a la normalidad institucional.

Pocas semanas más tarde de haber ingresado al país y comenzar en Radio Continental, Juan Alberto Badía me confirmaba como uno de sus colaboradores importantes en la conducción de Badía y Compañía, por Canal 13. Fue un año imborrable e inolvidable porque, tanto en la privada Radio Continental como en Canal 13, administrado por el Estado, y dentro de las limitaciones lógicas de una transición democrática, pude comenzar a desarrollarme con absoluta normalidad, y sobre todo, con libertad, entusiasmo y ganas de volver a aportar a la Argentina todo lo que había estado acumulando durante años de una década de exilio. Al año siguiente, 1985, cumplo 40 años. El ingreso de un hombre a los 40 años siempre es un episodio fundamental. También lo fue para mí. Ese 1985 es marca el nacimiento de Esto que Pasa.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
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En el primer día hábil de diciembre de 1985, debuto como conductor de un programa de producción independiente en AM 990, la Radio Spléndid de entonces. Eso habrá de marcar mi peripecia profesional, porque Esto que Pasa sigue existiendo hoy, en su versión por Radio Mitre, de la que me siento profundamente orgulloso. Desde 1985 a 1989, fui conductor y productor de Esto que Pasa, emitido en la primera mañana, de 6 a 9, horario matutino que tenía que pelear en condiciones sumamente espinosas y adversas contra los grandes jugadores del éter. No me quejo, sino al contrario, fue una escuela maravillosa. Yo había sido hasta 1985 un columnista, y desde hace exactamente treinta años me convertí en conductor y productor de un programa independiente de radio que tuvo numerosas y maravillosas alternativas.

En 1989 acontece algo realmente curioso e inesperado en mi vida. Recibo la propuesta del Secretario de Cultura del Gobierno de la Municipalidad de Buenos Aires, Horacio Salas, para conducir LS1 Radio Municipal. Cuando acudo a la entrevista con el entonces intendente Carlos Grosso, tanto Grosso como Salas –que no era ni es peronista- me dicen: “Buscamos un periodista que no forme parte de nuestro espacio político, una manera de proclamar nuestra convicción en las ventajas de la pluralidad”. Así fue como entre 1989 y 1991 tuve el inolvidable placer, orgullo y privilegio profesional y civil de conducir la emisora de la ciudad de Buenos Aires. Al canal de AM, que entonces se emitía por AM 710, lo bauticé como “La Muni, la radio pública de la ciudad de Buenos Aires”, cuando el concepto “público” todavía no había sido usurpado ni utilizado como sucede ahora con el kirchnerismo. Al canal de Frecuencia Modulada, 92,7, lo denominé “La Metro”. Tanto “La Muni” como “La Metro”, así bautizadas por mí en 1989, fueron emisoras absolutamente libres en las que desplegamos una programación de la que siempre me he sentido profundamente orgulloso, incluyendo la presencia de algunos conductores que ya no están más entre nosotros, incluyendo a Carlos Abrevaya, Oscar Raúl Cardoso y Jorge Guinzburg, entre muchos.

Dos años más tarde de ese nombramiento como director general de Radio Municipal –yo me había abstenido de seguir conduciendo un programa de producción privada por incompatibilidad de intereses– llegó el momento en el que me pidieran el cargo. Fue el propio Carlos Menem, que me lo confesó profundamente en oportunidad de esa civilizada transición. Como el cargo era de confianza política, a mí me pareció legítimo el pedido, y acepté esa realidad porque no correspondía levantarse contra ella. No es que me estuvieran despidiendo de una emisora privada, sino que de una emisora estatal me decían que habían desaparecido las razones por las que se me había nombrado.

Así fue como en 1991 debuto con Esto que Pasa en un formato mucho más importante, revalidado y categorizado, en AM 1030 LS10 Radio del Plata, una escuela de promoción de los mejores valores periodísticos. Mi período de Esto que Pasa en Radio del Plata dura una década entera, hasta el año 2000. Desde enero de 2001 traslado Esto que Pasa a Radio Nacional, conservando el horario de 17 a 20.

Son otros cuatro años. El 30 de diciembre de 2004, al terminar la última emisión de Esto que Pasa por Radio Nacional, que me permitía llegar a casi todo el país, recibo una llamada telefónica, de la entonces directora de la emisora, anunciándome, en perfecto francés: “Negro, c'est fini. Se terminó. La orden viene de arriba”. “Arriba” era el Jefe de Gabinete del Gobierno, quien había ordenado mi despido de Radio Nacional, Alberto Fernández.

Ahí no terminó mi vida ni mucho menos. Fue un golpe durísimo, pero creo haber tenido el entusiasmo, la confianza y la tenacidad para sobrevivir profesional, periodística, y por qué no decirlo, también políticamente. Tuve que ingeniármelas para sobrevivir a lo que fue, de hecho, un acto de censura, una prohibición hecha y derecha, pura y dura, porque me sacaron del aire sin siquiera darme la posibilidad de poder despedirme de mis oyentes. De aquel despido de Radio Nacional rescato el enorme apoyo y solidaridad de muchísimos colegas de fuste, que, en las primeras semanas de enero de 2005, y durante varias semanas, siguieron cubriendo el episodio y denunciando el hecho de censura, el primero grave y significativo, al que luego se irían añadiendo nuevas muestras de intolerancia y sectarismo para con diversos medios y periodistas. Mucho antes de la ley de medios de 2009, en 2004 fui el primero en sentir en carne propia los rigores del autoritarismo oficial.

Pero pude permanecer de pie. Pude pelear contra la adversidad y demostrar que si uno ejerce el periodismo con fe y confianza en los valores democráticos, en definitiva, los disparates de los autoritarios, son un tema menor en la crónica del tiempo.

Mañana les voy a contar la última etapa, estos últimos diez años de mis cincuenta de peripecia como periodista profesional, que comenzó formalmente en 1964, con mi primer cargo remunerado como, pero que había arrancado mucho antes, cuando yo era un niño, y ya había demostrado que mi pasión, mi amor, las rosas de mi vida, eran precisamente esta maravilla de ejercer el oficio que amo, he amado y seguiré amando siempre. 

(*) Emitido en Radio Mitre, el miércoles 3 de septiembre de 2014.