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Las víctimas de la espera

Lectura
Lectura en vacaciones | Mystic Art Design / Pixabay

Otra vez hablan de mí. O al menos vuelvo a ser metáfora de estos tiempos. Es la ventaja que tenemos los personajes de la literatura, cada tanto reaparecemos. Y no solo reeditados y en las vidrieras de las librerías. La realidad nos renueva, dado que ella misma se empaca en repetirse. Garantía de una novela clásica: siempre responde a su tiempo. Últimamente no descanso. Algunos personajes reposan hasta que la actualidad los despierta nuevamente, beso fatal del príncipe de las tinieblas del presente.

Debiera alegrarme por mi permanencia, y sin embargo, no deja de ser lamentable. Si la novela donde habito tiene cada vez más vigencia, eso implica una proliferación de “víctimas de la espera”. La realidad se encarga de reproducir el mapa existencial que delinean los escritores. “¡Víctimas de la espera!” Vaya epígrafe que se le ocurrió a Antonio Di Benedetto para anunciar su maravillosa, precisa, poética, terrible novela: Zama. 

Ya lo  había previsto Kafka a principios del siglo XX en su cuento “Ante la ley”. Ese hombrecito (colega de las páginas de la literatura) que aguardó toda su vida, inmovilizado en la expectación. 

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En la actualidad las víctimas de la espera se reproducen, como si el ofertorio de ilusiones fuese un ramillete de antemano marchito. Se espera una bonificación, se espera el decreto de una ley, una pensión, de la misma manera que en la novela de Di Benedetto, yo espero un nuevo nombramiento, o como le dicen en estos tiempos, “un carguito”. Y eso que estoy en los albores de la Argentina. Allá por el año 1790. También espero ser padre, como ahora los padres esperan tener el tiempo merecido para recibir a sus hijos. Igualmente, mi personaje es algo patético: “Quise ser padre, con hijo que pudiese entregarme una mirada de cariño cuando yo pusiese en él mis ojos y mi desolación”. 

La novela está narrada en primera persona, yo mismo voy dándole letra a mi destino: “Me pregunté, no por qué vivía, sino por qué había vivido. Supuse que por la espera y quise saber si aún esperaba algo. Me pareció que sí. Siempre se espera más.” Queda claro que también soy una víctima de la espera, y quizá lo sigan siendo muchos, mientras continúen esperando espejitos… Por algo Piglia consideró que Zama formaba parte de “tres obras maestras que reconstruyen imaginariamente la conquista española del Río de la Plata: Río de las congojas, de Libertad Demitrópulos, la más pasional y lírica,  y las otras dos, inolvidables, Zama de Antonio Di Benedetto y El entenado de Juan José Saer”. 

No crean que mi perduración metafórica me satisface, aunque mantengo cierta ilusión. Ya no de esperar, sino de ser leído, para que la Historia pueda enriquecerse con novelas que le imprimen nuevas interpretaciones, y algo de poesía. 

Aprovecho esta ocasión para festejar el aniversario de los cien años de nacimiento de mi autor, que bien se lo merece, Antonio Di Benedetto (1922-1986).