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Sabor a poco

Los anuncios de Massa suenan a una hoja de ruta voluntariosa sin precisiones.

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¿Tajaí? Sergio Massa. | Pablo Temes

La incipiente tregua entre los líderes del Frente de Todos contra Todos comenzó sobre las premisas equivocadas. En la cumbre tripartita del poder –en verdad debería decirse bifronte, porque el presidente Alberto Fernández carece ya de toda gravitación– se cree que una mejora en los números de la economía podría ordenar el descalabro político. Cualquier observador de la historia reciente sabe que, en este caso, el orden de los factores altera el producto. El alineamiento político es fundamental para luego poner en marcha un plan más o menos coherente. Sergio Massa tuvo que aclarar varias veces que no llegó al cargo de “superministro” –término que acuñaron en su propio entorno– como un mago o salvador. Es tarde y la realidad lo desmiente. Él mismo se compró ese mote que, a horas de asumir, ya comenzó a pesarle. “Montaron una sesión multitudinaria en la Cámara de Diputados para una renuncia. Nunca he visto algo así, siendo que tuve que renunciar a cargos de mayor jerarquía. Cuando uno se va entorna la puerta y punto”, dijo por lo bajo un ex ministro nacional.

Se acabaron las fichas

La jura y asunción del flamante ministro en el Salón Bicentenario, con más de 500 invitados, resultó otro despropósito que dejó mal parado al propio presidente de la Nación, en lo que fue lisa y llanamente una inversión de jerarquías. Sergio Massa y los suyos hicieron una puesta en escena digna de un acto de asunción presidencial. “Probarse el traje antes de tiempo siempre tiene consecuencias”, acotó una fuente parlamentaria. En este contexto, tampoco llamó la atención un sondeo de opinión del que dieron cuenta varias personas que recibieron el llamado en sus teléfonos particulares. La encuesta realizada por algún tipo de software que registraba las respuestas en base a un multiple choice comenzó indagando sobre la imagen de una tanda de políticos y posibles candidatos, más o menos razonables, hasta que se detuvo puntualmente sobre la calidad del trabajo del presidente de la Cámara de Diputados –algo que la mayoría desconoce–, la imagen de su esposa, Malena Galmarini, y una pregunta curiosa que rozó lo ridículo: “¿Cómo evaluaría la calidad del servicio de AYSA?”, quiso saber quien la diseñó.

Al menos el líder del Frente Renovador nunca ocultó sus deseos de llegar al sillón de Rivadavia. Este es un punto clave de toda esta movida causada por la desesperación ante el fracaso rotundo del Gobierno. Para Massa, esta oportunidad es vital para comenzar a dar forma a su candidatura presidencial. Quemó las naves. Es a todo o nada. Todos dentro del Gobierno lo saben. Y fuera, también.

En el entorno, cada vez más pequeño, de AF hubo molestia por las fotos del acto de reinauguración del tramo del tren entre Cañada de Gómez y Rosario publicadas por la mismísima Presidencia, en las que quedaba subrayada la centralidad del nuevo ministro.  

Mezquindades

Las medidas anunciadas por el ministro fueron formuladas con enunciados razonables que, al mismo tiempo, dejaron sabor a poco. Nada se dijo acerca de cómo se realizaría el ajuste fiscal, el recupero de reservas del BCRA y el control específico del dólar blue y los dólares financieros, el fin para el descontrol de las letras de liquidez (Leliq), ni cómo harían para seducir al campo a la hora de liquidar los dólares de la cosecha. Una cosa más, la palabra inflación llegó sobre el final a raíz de la pertinente pregunta de la colega de C5N Estefanía Pozzo, que molestó a Massa. No hubo respuesta para esa demanda como tampoco anuncios de medidas concretas.

De lo que quedó de la semana hay que subrayar que la baja del dólar (producto de las ventas que realizaron empresarios cercanos al nuevo ministro) que siguió a su designación se frenó, lo que obligó al Banco Central a perder reservas para evitar un repunte del valor de la divisa estadounidense.

Sin embargo, lo que quedó muy claro es el brutal ajuste al que será sometida la población. Varios miembros del macrismo se han sentado a esperar con un balde de pochoclo en la mano para ver pasar a los jóvenes de La Cámpora aplaudiendo las medidas que terminarán de hundir en la pobreza la clase media y la clase media baja. “Dejen trabajar a Sergio”, ahora repiten desde el Instituto Patria, donde también habían recalado algunos massistas de la primera hora en busca de un horizonte mejor pensando que a su líder se le había acabado la pólvora. La segmentación de tarifas de luz y gas podría ser virtualmente inaplicable. No está en discusión que los valores de los servicios deben actualizarse –sobre todo en el área metropolitana de Buenos Aires– pero la forma en que se hará promete un descalabro económico cuando lleguen las facturas y un golpe seguro sobre el índice de inflación. “Les tocó el turno a ellos. Nosotros cometimos errores en la implementación, pero si nos hubieran dejado hacer lo que teníamos que hacer no estaríamos en la tremenda emergencia que hoy estamos viviendo”, aseguró un ex funcionario de Cambiemos, sintiéndose reivindicado ante la necesidad de recortar subsidios que implementará el gobierno kirchnerista.

Cristina se puso a gobernar

“Esto es lo mismo que quería hacer (Martín) Guzmán y nunca lo dejaron”, señala con amargura y bronca una voz cercana al ex ministro. Massa representa el intento de revivir el peronismo de los 90, es decir, una especie de neomenemismo, para lo cual enfrenta varios problemas. El primero y principal tiene nombre y apellido: Cristina Fernández de Kirchner. Fue ella la que aprobó la llegada del tigrense al gabinete. La causa fue muy simple: el pánico frente al iceberg. El pánico es un elemento ordenador ante una emergencia que no reemplaza las ideologías. Las convicciones de CFK son siempre las mismas. Y esas convicciones son contrarias a muchas de las medidas que intentará implementar la nueva gestión económica. Las dificultades para los nombramientos, tanto del viceministro de Economía así como también del secretario de Energía, son un botón de muestra. A este respecto, la posible designación de Gabriel Rubinstein, que el massismo dio por hecha en el mediodía del viernes, sigue haciendo mucho ruido dentro del kirchnerismo.

Este plan de ajuste es –en verdad– un plan de aguante. En las mentes afiebradas del poder se ilusionan con lograr una cierta estabilidad que les permita llegar al Mundial. Se esperanzan con que, de la mano de Lionel Messi, la Argentina gane la Copa del Mundo y esto le dé al peronismo aire a fin de llegar, luego del relax del verano, a marzo para comenzar con la campaña electoral. Maquiavelismo puro.