Scioli era parco en las charlas pero pidió, sentado en uno de sus mullidos sillones, que fuera sumado al convite Francisco de Narváez. En las tertulias finales en La Ñata, Karina Rabolini insistió varias veces en que era importante que se sumara al esquema el diputado que había vencido a Néstor en 2009.
El pedido fue aceptado y el 20 de junio, Día de la Bandera, hubo una cumbre entre el tigrense y el titular de la Unión Celeste y Blanca, en la que no se avanzó mucho. Tuvieron diferencias respecto de lo que debería hacerse luego de alcanzar la victoria electoral, que, al sumarse todos ellos en una misma lista, se podía estimar en un 50%, o incluso más.
Al enterarse de algunos planteos, un dirigente sciolista se fastidió: “Algunos hacen esto como si fuera el sistema financiero o un supermercado. La política es otra cosa…”.Los intendentes del esquema massista querían, mayoritariamente, que el gobernador estuviera presente y que además se hablara con Mauricio Macri para que los intendentes que estaban en su ejido integraran también el acuerdo. Karina Rabolini era fija para el primer o segundo lugar por el sciolismo. Omar Plaini, Natalia Gambaro y Gustavo Ferrari eran defendidos si se ampliaba el acuerdo por el lado de De Narváez y Moyano. Los del Frente Renovador eran los mismos que terminaron en la lista presentada pocos días después. Siempre con Massa a la cabeza.
Ahí la cuestión se complicó mucho más, hasta que se volvió al principio: un acuerdo Scioli-Massa, Massa-Scioli, dividiendo las listas de diputados nacionales en un 50% para cada uno, y las de diputados provinciales un 65% para el Frente Renovador y un 35 para el sciolismo. La boleta tomaba color y los peronistas avanzaban con menos problemas que los habituales en un cierre “peruca”. El entusiasmo de los funcionarios provinciales era intenso, al igual que el de muchos intendentes, que veían que surgía una opción con fuerza. Pero el viernes 21 de junio, poco más de 24 horas antes del cierre para las presentaciones, uno de los intendentes más hábiles para la política llamó al de Tigre y le dijo: “Los veo retrocediendo, me parece que se asustaron”. Al rato, el matarife y dirigente peronista Alberto Samid abandonó por un rato el tablero de ajedrez de Villa La Ñata –donde se bate en largos duelos con el dueño de casa– y le abrió la puerta a Massa, quien vive a cinco minutos de allí. Ese día feriado, en la casa quinta de Scioli, apoltronados en los sillones estaban el gobernador con su esposa, un habitual portavoz suyo y presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, y en los ambientes contiguos, entrando y chusmeando la reunión, andaban Samid, el experimentado peronista porteño Jorge Telerman y Alberto Pérez. También estaba la hija del dueño de casa y el infaltable médico personal del gobernador, Alberto Cahe. La mesa con los quesos, el aceite de oliva y el vino exclusivo del gobernador estaba preparada, a la distancia. Scioli explicó:
—No quiero quedar como un desleal, como alguien que cambia en los momentos difíciles. Aparte, no tiene que ver con mi historia personal.
Casi las mismas palabras que días después usaría ante los medios para confirmar su permanencia al lado del Gobierno.
—Decidas lo que decidas, Sergio, está muy bien –agregó Scioli, liberando de todo compromiso al intendente.
—No, yo ya decidí –ratificó Massa.
—No me sentiría cómodo, no sería yo haciendo eso –insistió Scioli sobre el posible salto fuera del oficialismo.
Se saludaron cordialmente y Massa se fue.
El acuerdo se había caído, luego de haber avanzado bastante, con una seña de vía libre por parte del mandatario, que a última hora había decidido bajarse. Massa subió a su camioneta, y el trayecto hasta el encuentro con sus intendentes lo realizó en absoluto silencio. Fueron diez minutos de profunda reflexión, pensando con calma y analizando en soledad lo que seguiría luego del “no” de Daniel Scioli. Enfiló para el barrio náutico Albabuena, donde estaba concentrada la expectativa de los principales dirigentes. Allí, a media luz, les comunicó a los intendentes que el mandatario provincial se había retirado y que era momento de decidir ir al frente. La conversación duró varias horas, antes de comenzar a dar las últimas puntadas al viaje que emprendería el Frente Renovador, en su versión 2013. En la tarde del sábado estaba todo definido. Hubo una última conversación telefónica entre Scioli y Massa, pero nada cambió. El mandatario provincial cortó y caminó por su casa, mientras pensaba, pergeñaba y meditaba, escuchando a un último consejero. Mientras tanto, se puso la camiseta naranja de su equipo de fútbol y se dejó vendar los pies, antes de ponerse los botines. A pocos metros de distancia surgía desde el ventanal la figura de Carlos “Apache” Tevez, un habitué en los partidos de fútbol del gobernador. El consejero se permitió un último intento:
—Daniel, escuchame… Fijate que es el momento de jugar. Así no podemos seguir, Cristina ya no nos da bola…
Scioli lo miró y, a modo de despedida, le dijo a su asistente:
—Me están esperando para el partido. Avisá que ya cruzo, así Carlitos no espera más.
Los goles que se obstina en convertir, con el número 9, terminan siendo la mejor terapia para el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Pocos días después, uno de los principales asesores políticos de Scioli, sin cargo en su gobierno, lo escuchó reflexionar:
—¿A qué voy a ir con Sergio? ¿Por qué voy a ser punto si puedo ser banca? Yo soy el gobernador de la provincia –dijo levantando la voz respecto de la negociación con Massa.
El asesor se silenció, y evitó decirle cómo aplicaría eso si terminaba haciendo campaña por el candidato de un gobierno nacional que lo tenía castigado y sin flujo de fondos frescos para su administración. Scioli siguió expresando su línea de pensamiento:
—Yo soy presidente del PJ. No puedo ir en una misma lista con el macrismo.
Un seguidor suyo razonó: “Hizo lo lógico, lo que dice en público es lo que piensa él, más allá de que haya habilitado esa negociación con el massismo”. Y concluye: “Daniel es más porno que erótico, está todo a la vista, no insinúa mucho”. Terminada la jornada, uno de los hombres de confianza del gobernador reflexionó: “Yo compraría acciones de Scioli ahora, antes de las PASO”. Esa visión –enmarcada en el optimismo recurrente de los dirigentes sciolistas– intentaba explicar que la paciencia a toda prueba daría su recompensa en la competencia por la presidencia en 2015. Ese sábado, día de cierre de las listas, se sucedieron las conversaciones hasta dos horas antes del plazo límite. Eso fue así porque la inmensa mayoría de los funcionarios del riñón de Scioli quería terminar con el hostigamiento, el maltrato y la dependencia del gobierno de Cristina Kirchner. Nunca quedará claro si el gobernador creyó que su mejor jugada política era permanecer junto al kirchnerismo o si habilitó la negociación con el massismo para dilatar el cierre y, de ese modo, negociar desde una mejor posición con Cristina. Sin embargo, nunca consiguió llegar a esa instancia con el gobierno nacional, que jamás prometió destinarle recursos para su administración ni dejarle siquiera un casillero disponible en las listas nacionales o en las provinciales.
En esos días, mientras hablaba con su gente, Scioli de repente comentaba: “Qué raro que no llamen, no lo puedo entender”. En la residencia de Olivos y en la Casa Rosada nunca pensaron en llamar. Daban por descontado que Scioli no cruzaría la vereda. Así las cosas, Scioli se pegó a Insaurralde, el candidato oficialista, a cambio de una tregua en las declaraciones públicas. Después de la primera aparición del gobernador junto al candidato de Cristina, consiguió hablar con un secretario de Estado de diálogo cotidiano con la Presidenta:
—Daniel, confiamos en vos y agradecemos tu gesto de ir con Martín a su primer acto en Lomas. Pero, por favor, no te saques ninguna foto de esas que incomodan a Cristina –dijo el funcionario nacional, que sabe de los enojos presidenciales cuando el gobernador se fotografía con Macri o con Massa.
—Quedate tranquilo; pero ustedes sepan que yo voy a actuar como siempre. Déjenme ser como soy –planteó, someramente, Scioli. (...)
El massismo mostró un abanico elástico a la hora de conformar las listas para competir en las legislativas de 2013. Mezcló intendentes en puestos expectables (Gilberto Alegre en quinto lugar, Sandro Guzmán en el octavo) como otros que aparecieron en la boleta para explicitar su adhesión (Katopodis, De la Torre) pero sin posibilidades de ser electos, lo que ratifica que seguirían conduciendo sus distritos. Los gremios también estuvieron presentes: Héctor Daer, de la CGT oficialista, ocupa el undécimo lugar, y la CTA del kirchnerista Hugo Yasky no pudo evitar que Fabián “Moncho” Alessandrini se sumara a la nómina massista. Un párrafo aparte merece el aporte vinculado con lo “mediático” y farandulero. A partir de su presencia en los medios con el tema previsional, la periodista Mirtha Tundis se ganó el primer lugar femenino en la lista (el tercero). Por su parte, el actor Fabián Gianola fue ubicado en el vigésimo tercero, sin opciones de ingresar a diputados, pero con una presencia activa en los medios al inicio de la campaña. Su carisma y la atracción que generaba en cada aparición junto al principal candidato del Frente Renovador contrastaron con las fallidas declaraciones que dio por radio, donde consideró que el gobierno de CFK iba “camino a convertirse en una dictadura”. Esos dichos le valieron un reto de Massa y la sugerencia de que bajara el perfil. Sus múltiples ocupaciones como actor –dos obras en cartel, un programa de radio propio en FM Palermo y una tira televisiva– fueron la excusa perfecta. El representante teatral Javier Faroni también ocupa un lugar simbólico en la nómina, tal vez para demostrar –junto con Gianola– que en el sector artístico no todo es terreno del kirchnerismo.
La sorpresa fue la aparición del empresario de medios Matías Garfunkel Madanes, a la una y media de la mañana, en el momento de cierre de las listas. Documento en mano, el heredero del emporio BGH (Boris Garfunkel e hijos) se apareció por el Museo de Arte de Tigre con la intención de integrarse a la lista de diputados nacionales. Garfunkel llegó a Massa de la mano de Daniel Hadad, cuando el joven millonario comenzó a incursionar en los medios de comunicación argentinos. Primero, intentó asociarse con el banquero Raúl Moneta –de destacado protagonismo durante el menemismo–, pero esa asociación terminó en la Justicia. Luego, Garfunkel puso 28 millones de dólares y se alzó con un paquete de radios, y ahí nació el acuerdo con Sergio Szpolski, uno de los preferidos de los K para el manejo de los medios. Ese acuerdo empresarial le permitió meterse definitivamente en el mercado, gracias a la generosa pauta oficial que el gobierno nacional derrama sobre las radios, las revistas y los canales de TV que manejan en conjunto. La presencia del joven y ampuloso Garfunkel en el búnker massista desató enojos y planteos de los intendentes peronistas: no veían con buenos ojos a ese hombre de perfil alto, amante de las motos, habitué de las revistas del corazón, junto con su mujer, la modelo Victoria Vanucci, y portador de un reloj Jaeger-LeCoultre de 50 mil dólares. Massa reconoce su amistad con Garfunkel, pero niega que le haya ofrecido una candidatura: “Se mandó solo”, se excusó. ¿Un arrebato de vocación política o la búsqueda de inmunidad por parte del empresario? El empresario que sí fue bien acogido por todos fue José Ignacio de Mendiguren. Con la muñeca de un político avezado, el Vasco llegó hasta Tigre de la mano de un gremialista y de Amondarain. Carlos West Ocampo, legendario sindicalista de la Sanidad, introdujo a esa figura que, poco tiempo antes, era tratado muy cordialmente por la propia Presidenta. Mientras ocupaba su puesto de titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), De Mendiguren sonó en más de una oportunidad para ocupar el Ministerio de Producción. El abogado y empresario ya había sido ministro, pero en el gobierno de Eduardo Duhalde. Allí, encabezó la cartera de Industria y fue uno de los fogoneros de la devaluación del peso posconvertibilidad de Domingo Felipe Cavallo. La llegada del Vasco a la lista del FR generó riñas en el sector dirigencial industrial. En la última elección de presidente de la UIA, el salteño José Urtubey había picado en punta para ser el elegido, pero el hecho de que su hermano fuera el joven gobernador de Salta se le volvió en contra: el Gobierno no quería “politizar” esa entidad, un eufemismo para poder influir en ella. Finalmente, volvió a la poltrona industrial el plástico Héctor Méndez, y De Mendiguren se quedó con la vicepresidencia. La noticia de la candidatura del Vasco por la lista massista desató la ira de quien, pocos días antes, había sugerido su nombre para volver a encabezar la UIA: Mario Guillermo Moreno, secretario de Comercio Interior, exigió a los fabriles que forzaran su renuncia. De Mendiguren pidió una licencia y se sumó a la campaña como uno de los más activos voceros de la agrupación.
Darío Giustozzi fue elegido como número dos de la nómina. Su rol es fundamental: debe trabajar toda la campaña en la zona sur del Conurbano, donde Cristina y su candidato Martín Insaurralde auguran una dura elección. El joven intendente de Almirante Brown llegó a manejar su territorio con resultados elocuentes: 73% en las elecciones de 2011. Su origen es como el de la mayoría de los intendentes: el duhaldismo. Comenzó como secretario de Cultura de Oscar Rodríguez, el esposo de Mabel Müller, íntima amiga de Chiche Duhalde, en el distrito de Presidente Perón.
Luego, se encolumnó con Aníbal Florencio Randazzo y no paró hasta hacerse amo y señor de Almirante Brown. Si los planes del Frente Renovador se cumplen, el objetivo de Giustozzi es ni más ni menos que la sucesión de Scioli en la gobernación. La motivación no es menor: dos casilleros más abajo en la lista figura Felipe Solá, quien ya pasó por la residencia gubernamental de La Plata.
Los referentes del PRO, la fuerza de Mauricio Macri, que integran la lista son Soledad Martínez, Gladys González y Cristian Gribaudo, quienes quedaron en lugares expectables.
Durante bastante tiempo, el PRO trató de instalar candidatos bonaerenses y salió de campaña con el economista Carlos Melconian y el ministro de Seguridad y Justicia porteño, el ex juez Guillermo Montenegro. Pero nunca logró su cometido, y esos dos dirigentes ni siquiera figuran en la lista de diputados del Frente Renovador. Massa y Macri mantienen una relación cordial, pero no son amigos. El allegado macrista al tigrense es Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gabinete de la Ciudad. Los dos intendentes se encontraron en los días previos al cierre y la conversación terminó cerrándola Jorge Macri, jefe comunal de Vicente López y primo de Mauricio. Desde el gobierno nacional se relacionó a estos dirigentes y hasta aparecieron afiches que hablaban del pacto Massa-Macri. Sin embargo, en el massismo se ríen de la especulación: “Sergio lo sacó de la cancha a Mauricio sin tirarle un tiro. Arregló con sus tres intendentes aliados (Jorge Macri, Gustavo Posse y Jesús Cariglino) sin cerrarlo con él. ¿Macri va a poder competir en 2015, por la presidencial, si no puede armar lista propia en la provincia?”. De todos modos, y como en cualquier cierre peronista, las cosas no fueron color rosa. Fiel al estilo de Massa, el intendente terminó de definir los nombres a sólo minutos del cierre y con los plazos casi vencidos. Además, en la entrega de las listas, en la ciudad de La Plata, algunos representantes de la junta electoral del massismo y los apoderados terminaron encerrados en un salón. No podían salir porque un grupo de militantes de Tres de Febrero se había quedado afuera y las disputas seguían abiertas. Los “cumpas” no querían ceder en su reclamo. Hubo amenazas, manotazos, empujones y hasta algún que otro coscorrón en la búsqueda de conseguir un lugar.