En mi etapa como vicecanciller de nuestro país, tuve innumerables anécdotas. Quizá la que más recuerdo fue una reunión bilateral con el entonces canciller francés Dominique de Villepin. (...)
Cuando me recibió en su despacho, con una vista espectacular del Sena, su primera frase fue:
—Il y a un brouillard sur l’Argentine («hay una neblina sobre la Argentina»). —Se refería a lo difícil que era entender para un extranjero la realidad de nuestro país.
Ahí nomás le contesté:
—Permítame entonces echar un haz de luz sobre la problemática de mi país.
Seguimos durante dos horas conversando sobre los temas de interés común a nuestros países y al terminar me dijo:
—Se hizo de día en Argentina.
Esta pequeña anécdota sirve para ilustrar la importancia de los diálogos directos y continuos con otros países cuando la realidad es tan compleja de entender. (...)
Hemos cometido numerosos errores en este campo. Sin embargo, tenemos condiciones objetivas para poder repavimentar ese camino: valores, experiencia y calidad profesional. Eso sí, resulta necesario preservar la consistencia de los objetivos en el tiempo y trabajar sin descanso en pos de concretarlos. Una nueva concepción de la política exterior debería asentarse sobre los siguientes pilares conceptuales.
En primer lugar, debemos dejar de invocar un pasado glorioso y generar una política externa moderna y orientada al futuro. Segundo, es preciso poner en valor a una diplomacia profesionalizada, otorgando continuidad histórica a los cuadros de prestigio técnico, que logre generar consensos básicos y prolongados para establecer políticas permanentes. El resto de los países debe apreciar que respetamos nuestros compromisos y nuestras posiciones, pero que acatamos también las reglas de juego internacionales.
En este sentido, debemos orientarnos a tener previsibilidad, coherencia, diálogo y respeto por lo acordado, no solo de modo simbólico, sino práctico. Nuestro país es muy respetado en el contexto internacional cuando lleva una agenda positiva. No obstante, la crisis de credibilidad nos dejó en una posición muy frágil. Esto debe ser cambiado de raíz.
Entre los pilares que debemos recuperar, se destaca el multilateralismo como política permanente. Es decir, proyectar a la Argentina a todos aquellos polos mundiales que nos permitan generar agendas de trabajo
común, con todos los países donde tengamos algún tipo de coincidencia política, económica, científica, cultural o militar.
Eso no significa abandonar la integración regional, sino generar un nuevo sistema de alianzas que nos revitalice. Es importante abordar los puntos antes mencionados porque la reinserción internacional es clave para el desarrollo del país. De la interrelación con otros, se crece y se aprende. Las relaciones internacionales son un complemento de la política interna, cuya finalidad es contribuir a mejorar la calidad de vida de nuestra población. En efecto, los países se relacionan internacionalmente para lograr mayor relevancia estratégica, lo que les permite acceder a conocimiento, contribuir en el trabajo por la paz y la justicia, favorecer inversiones, acceder a mercados y proveedores, promover migraciones y participar de las tendencias de progreso que el mundo manifiesta a través de los adelantos políticos, científico-tecnológicos, culturales, entre otros. Es por ello que el camino no es el aislamiento.
El país precisa crecer, generar riqueza e intercambiar conocimientos. En esta dirección, si bien es importante abordar nuestra política exterior con cierto pragmatismo estratégico, esto no debe confundirse con una política pendular e incoherente. En la mayoría de los organismos del concierto internacional “competimos” con 190 países. Cuando la vinculación con nuestros pares no es clara, se nota. En el exterior suelen no comprender algunos cambios repentinos de posicionamiento, siendo el ejemplo más reciente el de nuestra política con Irán.
La línea divisoria entre los desafíos de la agenda doméstica y externa es cada vez más difusa, e incluso, se retroalimentan. Las problemáticas transnacionales en un mundo híper conectado, de fronteras borrosas y sin liderazgo inequívoco, demandan un esfuerzo sustantivo en términos de cooperación internacional. Asistimos a un mundo multipolar, con hegemonías regionales y en esta dinámica global debemos reinsertarnos. Esto debe hacerse de manera estratégica con el mundo. (...)
Con el fin de abordar la reinserción internacional de forma más detallada, se ha dividido el análisis en base a dos ejes: las prioridades de la agenda de política exterior y las bases de una agenda económica externa.
Prioridades
Nuestra agenda externa debe encararse con un posicionamiento multidimensional en cuestiones globales, regionales y bilaterales. El menú de política exterior abarca diversas áreas tales como economía, energía, medio ambiente, defensa, seguridad, gobernanza regional, narcotráfico y lavado de activos.
En lo que respecta a la agenda bilateral, deben profundizarse proyectos activos con diversos países en promoción de inversiones, educación y salud, derechos humanos y en cuestiones de cooperación nuclear, satelital y militar, en energía y ciencia y tecnología. (...)
Nuestro país cuenta con una larga historia de asistencia con algunos países en este ámbito, con particular énfasis en la seguridad de los materiales nucleares y la no proliferación de armas. Asimismo, somos un productor internacional confiable de energía nuclear para fines pacíficos y exportamos tecnología nuclear bajo el más estricto régimen de control. En esta dirección, contamos con más de 60 años de experiencia en la materia y hemos alcanzado un progreso científico y tecnológico significativo. (…)
Agenda económica externa
El primer paso es de manual: nuestro país debe resolver los conflictos, controversias, diferencias y hasta pleitos que mantuvo a nivel internacional en los últimos años. (...)
Es preciso comenzar por “limpiar la mesa” dentro del Mercosur. Los límites al comercio que Argentina aplicó violan los tratados suscriptos en este bloque. De hecho, esta situación ha perjudicado a Brasil significativamente. Más de la mitad de la caída de las importaciones argentinas de estos últimos años, originada entre otras causas por sus prácticas proteccionistas, fueron compras a Brasil.
Deben considerarse también otras diferencias con nuestros vecinos que no son de corte comercial. Por ejemplo, las mantenidas con Uruguay (el conflicto por las pasteras o por el dragado del Río de la Plata, entre otros) y con Paraguay (por límites al comercio o Yacyretá). También se deben solucionar otras diferencias vigentes con México en referencia a la disputa por la denuncia del tratado de complementación económica bilateral que permitía el comercio de vehículos y autopartes. (...)
La mirada multipolar
Más allá de relacionarnos con los países mediante agendas bilaterales y regionales, también existen ciertas circunstancias que atañen a cuestiones más globales. En efecto, las relaciones con otros países son tan relevantes como la participación en organismos multilaterales.
Desde las Naciones Unidas hasta el Banco Mundial, deben considerarse como instrumentos para obtener espacios que promuevan el desarrollo, defender nuestros intereses y obtener cooperación para beneficio de los argentinos a través de acciones coordinadas con nuestros socios.
Así, Argentina debe modificar en su política, el marco de relacionamiento internacional estructural, avanzando hacia la mejor institucionalización de sus relaciones, y buscar firmar acuerdos normativos internacionales que prevean pautas previsibles de comportamiento. Es hora de asumir un papel constructivo y menos conflictivo en el G20, mostrando actitudes de mayor complementariedad y menor
ideologización.