Hay días en los que suceden varios eventos que obligan a muchos a preguntarse si un estado de situación que hasta ahora se mantenía empezó a cambiar. Y el solo hecho de que esa pregunta surja, cuando se trata de mercados financieros, puede potenciar que ese cambio se produzca.
Esa sensación empezó a deslizarse ayer entre los operadores del mercado financiero internacional, que hace mucho tiempo vienen advirtiendo que todos los activos, en especial las acciones de las compañías que cotizan en Wall Street, están sobrevalorados producto de que muchos capitales se invierten ahí dado que los bonos del Tesoro de los Estados Unidos pagaban muy poco estos años producto de las tasas ultrabajas desde que la Reserva Federal decidió ir al rescate de la economía americana luego de la crisis de las hipotecas que detonó en 2008.
En definitiva, algo pareció convencer a esos capitales ayer de que el mundo del dinero barato está llegando a su fin. En especial, la salida de la Reserva Federal de Janet Yellen y el ingreso de Jerome Powell desde el lunes, que según analistas ha venido a ser el encargado de poner “las cosas en un modo más normal”. Esto implicaría llevar las tasas de interés para arriba. Ayer, de hecho, los bonos se negociaron a niveles de casi el 2,80% y los mercados empezaron a fantasear con un posible 3%. No se trata por ahora de un salto brusco como el de Greenspan cuando subió las tasas de 1 a 5% antes del estallido subprime, pero el clima cambió. Y esto es lo que sucedió en Wall Street, con fuertes coletazos en nuestro país:
-El promedio industrial Dow Jones bajó 500 puntos, o un 2%, fue su peor caída semanal en dos años. Se combinaron malos datos de balances con las perspectivas de una suba de tasas ante los temores de que se reavive la inflación.
-El bitcoin, otro activo cuyo precio se infló producto también de la especulación de capitales que buscan rendimientos, también puede anticipar el fin del dinero fácil (ver aparte).
-La magra cosecha de Central Puerto, la empresa energética argentina, a la hora de salir a cotizar en EE.UU., se tradujo en un derrumbe del 22% de su cotización en Buenos Aires, lo que terminó de arrastrar el Merval, que perdió un 5,7%, luego de estar varios días operando en niveles récord.