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Tecnologías

Educación: volver al futuro

¿Cómo hacer para estar a tono y adentrarnos en las últimas transformaciones tecnológicas, y tener la capacidad de emplearlas a nuestro favor al educar?

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Educación: volver al futuro. | cedoc

Esta saga cinematográfica nos mostraba a un profesor/investigador y un estudiante, que a partir de un desarrollo casero podían ir al pasado y volver al presente, es decir el futuro de un pasado anterior. Hoy si pudiéramos volver al pasado de Sarmiento, la Ley 1.420, la reforma universitaria, los premios Nobel, dentro de tantos hitos que consolidaron y expandieron al sistema educativo argentino como democrático, equitativo e innovador, seguramente no sería éste el presente al que quisiéramos regresar.

En estos días, el mundo se rindió ante la novedad de Elon Musk con su chatGTP, asistimos a debates de todo tipo, amplitud y profundidad en medios de comunicación, eventos académicos y las conversaciones entre amistades, en especial entre compañeros de estudios ante exámenes, al margen de las picardías e inmoralidades.

Esta situación desnuda por lo menos dos cosas: por una parte, lo vertiginoso de los cambios científicos y especialmente los tecnológicos de nuestro tiempo y, por otro lado, la enorme dificultad de buena parte de la sociedad de poder llegar a comprender el alcance de estas transformaciones que está impactando en sus vidas, aun sin saberlo.

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En relación a lo primero, los estudios de prospectiva daban cuenta que mientras en inicios del siglo XX, el conocimiento se renovaba integralmente cada aproximadamente dos décadas, mientras que, al inicio de este siglo, esto sucedía cada cinco años aproximadamente. Hoy hay campos del saber cuya renovación es continua y en tiempos más breves.

Antes del alboroto del chatGTP, tecnologías de vanguardia como: Blockchain, la Nube, la Inteligencia Artificial (AI), internet de las Cosas (IoT) y como correlato de ello, las necesidades y urgencias de la ciberseguridad, estaban revolucionando los espacios públicos, entornos empresariales, el funcionamiento de la sociedad civil y la vida privada de las personas en todo el mundo. 

Tan profundos y acelerados son estos cambios que no llegamos a aprender el uso de nuevas tecnologías o artefactos, que ya existen renovadas maneras de hacer lo mismo, pero de mejor modo, o más simple, o más barato, etc.

Pensar la tecnología sin humanidad, es tan absurdo, como considerar a la humanidad sin inventiva tecnológica. Pero, ahora bien, ¿cómo hacer para estar a tono y adentrarnos en estas trasformaciones y tener la capacidad de emplearlos en nuestro favor?

Sin dudas en la sociedad del conocimiento, el acceso a una formación que permita entender y trabajar con tecnologías de punta favorece la rápida comprensión de determinados procesos, a la inserción e integración social, y también a tener la posibilidad de una perspectiva crítica sobre ellos. Esa afirmación nos lleva a preguntarnos ¿cuándo nos formamos? La respuesta ahora es simple: en todo momento. Los sistemas educativos pensados en niveles para determinadas edades, son caducos. La educación a lo largo de la vida es una necesidad para sostenernos, actualizarnos, recalificarnos y reincorporarnos a una sociedad definida por dos variables: conocimiento como pasaporte de acceso, y al cambio, como contexto permanente.

La pandemia, precipitó cambios ligados al uso de tecnologías en nuestras vidas y particularmente en la educación, pero también puso en evidencia que como decíamos que buena parte de la sociedad permanecía distante de esas grandes innovaciones. La pobreza, la inequidad en la distribución del acceso a bienes, públicos, lo geográfico o la edad, falta de conectividad o artefactos, son algunas razones por las que consolidan nuevas formas de exclusión.

La educación hoy gobernada en su mayoría por personas que siguen ancladas al siglo XX –sus modos de ver al mundo y sus tiempos– están preocupadas por cómo evitar que el estudiantado copie con el chatGTP, en lugar de ponerse por encima de lo circunstancial para repensarse y tener respuestas adaptativas a los cambios de hoy y los seguros que tendremos en el futuro. Caso contrario, seguiremos brindando respuestas a preguntas que ya no se formulan, sin contestar a las interpelaciones de un futuro que ya llegó.

Estas situaciones deberían ser parte de la agenda de una sociedad que aspira al desarrollo colectivo equitativo, pero claro, eso precisa no solo a que lleguemos a educarnos en el uso de tecnologías, eso además exige que tengamos la posibilidad de rediseñar radicalmente las experienciasque unen la tecnología y las personas deuna manera más centrada en las personas.

El riesgo de no acompañar estas innovaciones en la velocidad que tienen, es que, aun avanzando, seamos como el automóvil que, en la ruta hacia su destino, ve a otros adelantarse, llegando el momento que, mirándolos desde atrás, los pierde de vista. Es decir, quedándonos atrasados y perdiendo oportunidades.

Volver al camino de un futuro diferente requiere contar con un Estado que sea, por lo menos, como nuestros teléfonos móviles: dinámicos, inteligentes, interactivos, flexibles, ágiles y cada vez más veloces. La sociedad del siglo XXI no se merece menos.

*Miembro del Consejo de Gobierno de Unesco-Iesalc.