Tuvieron que pasar ocho años, una pandemia y una guerra para que Europa volviera a girar la vista hacia América Latina y el Caribe, una región a la que la une una historia en común y una pulsión estratégica teniendo en cuenta los recursos naturales que podrían garantizar su "autonomía estratégica" en el marco de un contexto internacional incierto marcado por la expansión china y la guerra en Ucrania.
Este "distanciamiento" es una situación "anómala", aseguró el embajador de la Unión Europea en Argentina, Amador Sánchez Rico. El diplomático fue uno de los testigos de la estrategia de la administración a cargo de Ursula Von der Leyen para "encarrilar las relaciones con América Latina", que quedó plasmada en la organización de la tercera Cumbre de jefes de estado y de gobierno de la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) del 17 y 18 de julio.
Desde la Delegación de la UE, situada en el complejo Catalinas Norte del barrio porteño de Retiro, el representante del mayor bloque regional deslizó detalles sobre los condimentos que hacen de esta una Cumbre histórica. "El hecho de que hayamos sido capaces de reunirnos es una buena noticia ya de por sí", señaló con optimismo.
En una entrevista exclusiva con PERFIL, Sánchez Rico opinó sobre la posibilidad de que se avance en el acuerdo con el Mercosur y el interés por el gas de Vaca Muerta. También dio cuenta del nuevo rol de la UE en el escenario global marcado por los desafíos que supuso la pandemia y la guerra en Ucrania. Una "Europa geopolítica" que nació "gracias a Vladimir Putin" y que busca de independizarse en términos de seguridad, energía y alimentos. Una situación que la llevó a buscar recuperar el terreno "cedido" en América Latina, una región turbulenta a nivel político, necesitada de inversiones y rica recursos naturales que son claves para la agenda del futuro.
Entrevista al Embajador Amador Sánchez Rico
—Los líderes de la Unión Europea y la CELAC volverán a reunirse tras ocho años. ¿Qué podemos esperar de la Cumbre?
—El hecho de que hayamos sido capaces de reunirnos es una buena noticia ya de por sí. Hubo mucho trabajo detrás, primero con la presidencia pro tempore de Argentina, luego con la de San Vicente y Granadinas. También en los últimos meses los tres máximos líderes de la UE han visitado la región.
Tenemos que capitalizar muchísimo más lo que nos une con América Latina y no estar tan marcados por lo que nos divide. Más allá de las declaraciones y los documentos a firmar, lo importante de esta Cumbre es ver si somos capaces de volver a encarrilar las relaciones con América Latina, de marcar este punto de inflexión e impulsarla desde una agenda más positiva.
—¿Estaban descarriadas?
—No es que estaban descarriadas sino que había un poquito de distanciamiento. Que dos bloques regionales que tienen tanto en común lleven ocho años sin reunirse es algo totalmente anómalo, no podemos comparar la relación de esta región con otras, por la historia, la cultura, la tradición. Si no hemos sido capaces de reunirnos (que tenía que ocurrir cada dos años) quiere decir que algo no está funcionando de la mejor manera.
Pero creo que no sólo es culpa de la UE sino que es una responsabilidad mutua. Creo que la relación ha estado demasiado centrada o influenciada por lo que nos divide más de lo que nos une. El hecho de que la Celac no tenga una institución estable que permita hacer un poco de seguimiento y de continuidad tampoco ayuda.
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—¿Se esperan anuncios sobre inversiones concretas hacia América Latina?
—La idea es venir con un paquete que se anunció cuando vino Úrsula Von der Leyen de 10.000 millones de euros para la región en temas de transición verde y digital. Durante los últimos años la UE siguió siendo por muchísima diferencia el mayor inversor extranjero directo en toda esta región, invertimos más que en China, India, Japón y Rusia juntos y de manera acumulativa. Tenemos acuerdos comerciales y políticos firmados con 27 países de la región. Pero en los últimos veinte años hemos perdido un poquito de terreno, de tracción, y esto se ha visto impactado en las relaciones UE - CELAC.
—¿Habrá algún acuerdo con Argentina?
—Queremos firmar en la Cumbre un memorando de entendimiento sobre energía en el que habría gas natural licuado (GNL) e hidrógeno verde, como hemos hecho con el Memorando de Entendimiento sobre materias primas críticas (litio) y sobre cadenas de suministro que firmaron Alberto Fernández y Von der Leyen. Podría favorecer inversiones y darnos un marco un poco más previsible a la hora de trabajar con Argentina en estos dos ámbitos.
—¿El gasoducto Néstor Kirchner abre una nueva oportunidad para Europa?
—Lo vemos bien, como una oportunidad, más cuando nosotros hemos cortado el grifo de gas de Rusia y hemos tenido que diversificar y encontrar otros suministradores como Noruega, Azerbaiyán, el Cáucaso y Estados Unidos. Hubiéramos querido que Vaca Muerta pudiera estar suministrando gas a Europa pero no están las inversiones en infraestructura, como plantas de licuefacción, para que pueda llegar a las costas europeas, algo que puede llevar años.
Nos gustaría invertir pero requiere sus tiempos y la UE se está desenganchando del gas y del petróleo. Nosotros queremos en el 2050 ser el primer bloque climáticamente neutro en lo que es emisión de gases de efecto invernadero. Sí vamos a seguir necesitando gas pero hay que tener en cuenta esta transición y los objetivos que tiene la UE con el Pacto Verde.
—Hablando de las exigencias ambientales de la agenda verde europea, ¿se puede esperar algún guiño al acuerdo entre el Mercosur y la UE durante la Cumbre?
—Se va a hablar en los márgenes. Lo cierto es que es un acuerdo que llevamos demasiado tiempo estancado. Estamos esperando la contraoferta del Mercosur respecto al instrumento adicional. Ojalá haya una reunión entre los líderes pero no creo que vayamos a ser capaces de un acuerdo UE - Mercosur esta semana, sí espero que antes de final de año se pueda mandar alguna señal política.
Hacia una "Europa geopolítica" con autonomía estratégica
—¿Cómo se posiciona la UE en la competencia entre Estados Unidos y China?
—No tenemos por qué hacer seguidismo de Estados Unidos ni tampoco tenemos que tener una política confrontacional con China. Creo que en la revolución digital tienes el modelo chino que es muy cerrado y del lado opuesto el de Estados Unidos que es muy abierto, la UE está tirando por la vía del medio. La legislación que ha adoptado Europa va un poco en esa dirección y es desde ahí donde queremos trabajar con países de la región.
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Con China tenemos una política basada en tres principios: socios, competidores y rivales sistémicos. El primero por ejemplo en materia de lucha contra el cambio climático, en el que tenemos mucho diálogo y trabajamos juntos; somos competidores tecnológicos en el 5G; y somos rivales sistémicos en temas como los derechos humanos donde tenemos una relación un poco más complicada.
—En una entrevista reciente un reconocido militar y escritor español dijo que Europa es un vasallo de Estados Unidos en el contexto marcado por la competencia con China y la política de sanciones a Rusia. ¿Qué opina?
—En 2019 Borrell y Von der Leyer trajeron el lema de esta nueva Comisión Europea que es una UE geopolítica, quiere decir que ni dependemos que no estamos ni del lado de China ni hacemos seguidismo de Estados Unidos. ¿Qué quiere decir esto? Pues que tenemos que cambiar en la UE y diversificar las fuentes de suministro y tener un poco más de autonomía estratégica.
Es evidente que en estos momentos no puede haber equidistancia entre ambos y estamos más cercanos a Estados Unidos por su modelo, pero bueno hasta que venga un presidente como Trump, que dijo que la UE era un enemigo, para que todo nuestro paraguas de seguridad se nos venga abajo. Esto lo vimos también con la pandemia que nos abrió un poco los ojos al descubrir que en la UE no se produce ni un solo gramo de paracetamol ni ningún ventilador mecánico. Con la guerra de Putin nos dimos cuenta que el 70, 80 por ciento del gas viene de él. No podemos seguir dependiendo. La UE está sacando las conclusiones de todo esto y se está también acercando a esta región donde hay mucho de todo eso.
La guerra en Ucrania
—De los 27 estados de la Unión Europea, 21 forman parte de la OTAN y es inminente la adhesión de Suecia. Recientemente la portavoz de la Cancillería rusa dijo que la OTAN también está en guerra con Rusia a través de las sanciones y la asistencia militar a Ucrania. Con base en la retórica rusa, ¿cree que la UE está en guerra?
—No estamos en guerra con Rusia y estamos haciendo todo lo posible para evitar cualquier escalada retórica. Las sanciones de la UE no van destinadas al pueblo ruso sino a desfinanciar el aparato del Kremlin. Lo que estamos haciendo es ayudar a un país a sobrevivir a prevalecer que está previsto en la Carta de Naciones Unidas. Es la primera vez que la UE (NdR: como bloque) está dando dinero 10.000, 15.000 millones para armamento más allá de lo que hagan los países miembro. A Ucrania no le estamos dando material ofensivo sino para que pueda defenderse y no ser borrada del mapa. Eso no es estar en guerra sino ayudar a un país democrático a sobrevivir y a decir su futuro, y que no sea otro, en este caso Putin, el que decida por los ucranianos.
—Pareciera que estamos ante un cambio de paradigma en comparación al sueño de integración europea, en lo que fue una especie de paz custodiada puesta en jaque desde que Vladimir Putin pateó el tablero.
—Si hay algo que se le pueda agradecer a Putin es el nacimiento de una UE geopolítica, más unida que nunca y con una voz propia. Al principio la guerra daba la impresión de que es una cosa entre Estados Unidos y Rusia, y que se iban a poner a hablar de la arquitectura de seguridad en el continente europeo sin contar con nosotros. También ha hecho que países como Suecia y Finlandia entren en la OTAN, cosa que era bastante inverosímil. Yo creo que ha reforzado el sentimiento de identidad europea y lo que (Putin) ha conseguido es alienar o perder a los ucranianos por muchos años. Es lo contrario a lo que quería hacer.
Con la pandemia también salimos fortalecidos respecto a la unidad. A través de las instituciones de Bruselas, que no tienen competencia en materia de salud, la UE fue el primer bloque en vacunarse de manera equilibrada y el primero en exportar y donar vacunas al mundo. Fue una reacción ágil, rápida y contundente, al igual que con la guerra. Muchos no esperaban eso.
—Con respecto a este marco creado por Estados Unidos luego de la Segunda Guerra y los conflictos que lo desafían, ¿cree que se está diagramando un nuevo orden internacional?
—Si, o al menos está mostrando sus límites. Por ejemplo, Rusia es miembro permanente del Consejo de Seguridad, el órgano que por antonomasia que debe defender la paz y la seguridad internacional y que está totalmente bloqueado por el derecho del veto de un miembro y potencia nuclear que además está invadiendo otro país con pretextos totalmente falsos.