OPINIóN

Diario de la peste | La aspiradora de Madrid

En una semana la Comunidad de Madrid dejó de hacer 77.000 test. De esta manera se pretende disminuir el número de contagios para estar debajo de 500 por cada 100.000

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España superó la cifra de 150.000 infectados con cornavirus. | AFP

Esta mañana, en Madrid, con los primeros resúmenes de noticias tanto en la Cadena SER, la más escuchada de España, como en Radio Nacional, apareció Argentina con sus datos de la incidencia de la covid-19 y destacaban la curiosidad de que a pesar de estar restringida la circulación el contagio aumenta en las provincias. También mencionaron, en particular, a la ciudad de Rosario por el alto número de contagios y la ocupación del 90% de las camas en los hospitales. No es habitual que Argentina aparezca en estos resúmenes ya que en el plano internacional se prioriza a los países europeos y, acto seguido, la información surge de los sitios donde acontecen hechos relevantes: hoy, el país y Rosario fueron noticia por eso. Nada se dijo de la situación política y, en ese sentido, resulta curioso que, salvo este diario, los demás portales nacionales no ofrezcan información prioritaria de la pandemia: todo el espacio lo ocupa el acontecer político.

Aquí, en España, lamentablemente seguimos con cifras altas y si bien el número de decesos se modera, lideramos los datos de contagios de la Unión Europea. Ya no es noticia el hecho de que estamos atravesando la segunda ola, lo que ocupa a los medios es la información del aumento de casos en el continente y que los adolescentes y adultos jóvenes, por ejemplo, empiecen a liderar los grupos afectados como está sucediendo claramente en Cataluña.

Diario de la peste: problemas del primer mundo

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Alemania superó ayer los 4.100 casos en el balance diario doblando, prácticamente, la cifra del domingo. Junto al dato, que no es menor, también empieza a cundir cierto caos por las medidas sanitarias que se van adoptando en cada región. En algunas, con menor incidencia del virus, se les impide pernoctar a los visitantes de otros estados federados con tasas más altas. El Tribunal Constitucional, por ejemplo, se encuentra en el estado de Baden Wurttemberg, una zona a la que se puede ir pero no hospedarse si se viene de Berlín, situada en el otro extremo al noreste o de Hamburgo que está en el norte, áreas, ambas, de contagio alto, con lo cual la logística debe adaptarse de modo tal que se pueda llegar temprano desde cualquier punto y resolver las agendas en pocas horas algo que no es sencillo en el ámbito de dicho tribunal. Asimismo, Clemenst Fuet, el presidente del Ifo, un prestigioso instituto económico alemán, sostiene que la cifra de contagios aumenta no solo porque suban los casos sino por la sencilla razón que ha crecido el número de pruebas.

A pesar de sus contrariedades y contradicciones, al fin y al cabo, los alemanes también son humanos. Nada comparable con la Comunidad de Madrid, ya que aquí el problema que apunta Clemenst Fuet se da a la inversa. ¿El Gobierno nacional declara el Estado de alarma en Madrid porque las cifras se disparan y el Gobierno regional quiere priorizar el plano económico sobre el sanitario? Pues, bajamos las cifras de contagio. ¿Cómo? Siguiendo la pista germana: a menos pruebas, menos contagio. En una semana la Comunidad de Madrid dejó de hacer 77.000 test. Entre el 29 de septiembre y el 12 de octubre se redujeron los PCRs un 64%. De esta manera se pretende disminuir el número de contagios para estar debajo de 500 por cada 100.000 habitantes y exigir el levantamiento del Estado de alarma. Hoy se conocerá la cifra acumulada en estos tres días. Seguro que estamos mejor.

Esta actuación de Madrid en el contexto de Estados Unidos con Trump, Brasil con Bolsonaro o el Reino Unido con Johnson (una Italia con Salvini al mando o Francia con Le Pen aportarían también lo suyo) es coherente: ¿no te gustan mis datos? Tengo otros.

Diario de la peste: el miedo

En estos días han publicado aquí la segunda novela del escritor inglés Mick Harron, Leones Muertos que pertenece a una serie dedicada a un espía del MI6 venido a menos. La novedad que aporta Harron es que muestra un perfil de los servicios de inteligencia curioso. La trama gira en torno a un grupo de espías que han cometido fallos considerables en la gestión de la seguridad británica y, en lugar de despedirlos, los confinan en un lugar llamado la Casa de la Ciénaga. En esa cueva –está descrita como tal–, se hacinan un grupo de espías con tareas burocráticas, pero si bien Harron los describe como perdedores natos, su impronta en nada difiere de aquellos que están al mando oficialmente de la seguridad del Estado. Se mezclan unos con otros y lo interesante es que no solo queda expuesta la impericia de todo el servicio en general sino también sus causas: comienzan con complots dignos de la Guerra Fría pero al final acaban siendo burdas maniobras económicas de la mafia y otros actores del capitalismo no tan estigmatizados pero que pertenecen al mismo club.

En las novelas de Herron se menciona y homenajea a John Le Carré pero en realidad a quien recuerda su lectura es a Graham Green y, en especial, a Nuestro hombre en La Habana [6], aquella historia de espionaje que comienza con una trama sobre la fabricación de armas nucleares y los documentos que circulan son, en realidad, los de un nuevo modelo de aspiradora.

Esta actualización realista, a la baja, del rol de los espías, tiene un correlato con algunos ministerios y muchos parlamentos, incluso el europeo. Aquí, en Madrid, con las maniobras de sus funcionarios estamos actuando en el mismo nivel que la Casa de la Ciénaga y los servicios oficiales que describe Harrion, quien no ha sido espía (que se sepa) como Le Carré o Greene, pero sabe de lo que habla.