En los laboratorios secretos de PERFIL, en los sótanos blindados de la editorial, este reportero llevó a cabo una serie de peligrosos experimentos para que usted lector, usted lectora, no tenga que hacerlo en casa: se abrió la carpeta del correo no deseado, o spam, para actualizarnos sobre las técnicas de engaño y robo que está practicando la nueva camada de estafadores online.
Como ya habrá sospechado, la verdad es que esos laboratorios blindados no existen. Pero también es verdad que, aunque cueste creerlo en estos avanzados y sofisticados tiempos que transcurren en internet, los viejos y odiados emails spam siguen existiendo y aprovechándose de los crédulos.
Las pruebas para este artículo, confesamos, se limitaron a visitar la carpeta de spam, que tanto Gmail como Outlook (de Microsoft), por ejemplo, mantienen bastante escondidas en sus sistemas de mailing personal. Una mirada cada tanto a esas secciones puede resultar en el hallazgo de correos electrónicos importantes o interesantes que nos hubieran servido en su momento, pero también una gran cuota de “timo nigeriano”, como se conoce a estos emails delictivos.
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Nigeria. Si bien países como Estados Unidos o Gran Bretaña albergan a porcentajes mayores de embaucadores electrónicos, la nación africana quedó pegada para siempre a este tipo de delitos, que consisten en convencer a los destinatarios incautos de estos emails de que pueden hacerse de millones de dólares sin esfuerzo, simplemente entregando voluntariamente sus datos personales y, muchas veces, de sus cuentas bancarias.
Algunos expertos en temas de seguridad online aseguran que las “cartas nigerianas” nacieron en efecto en el país africano antes de extenderse al resto del mundo, y de ellas se tiene noticias desde principios de siglo.
El método es bastante simple. Al fin y al cabo, un “cuento del tío” fabulosamente multiplicado gracias al alcance infinito de la World Wide Web, la red informática global. Como le explicó a PERFIL el tecnólogo Julio López, el secreto del fraude de Nigeria reside en “el factor de masa”.
Los estafadores “mandan un millón de emails y algún tonto cae”, precisó el experto (que usó otra palabra en lugar de “tonto”).
“Uno se dice ‘no puede ser que haya gente que caiga’, pero sí, las leyes de probabilística señalan que sí” que existen todavía incautos que caen en la trampa, añadió el columnista del programa radial Lanata sin filtro.
López recuerda que el correo spam no es solamente mensajes como las cartas nigerianas sino también toda esa parva de correos electrónicos no deseados que intentan vendernos algo, con esa misma táctica masiva. Es un primo un poco menos peligroso que el “phishing”, los correos que buscan directamente robarnos datos bancarios o passwords.
En los mensajes de “phishing” es común que estén incluidos links para llevar al desprevenido a sitios donde se activan los mecanismos para ese robo de información financiera o contraseñas. De todas maneras, el objetivo final de mensajes spam como el de los cuentos del tío nigerianos también apunta a robarnos.
La diferencia podría compararse con la que existe entre un ladrón que convence a su víctima de entrar a un callejón, le da un golpe en la cabeza y le quita su billetera y el estafador estilo “Nueve Reinas” que usa su habilidad para contar una historia falsa y le saca su dinero sin violencia.
Cuando se le pide algún consejo para evitar caer en la trampa de los delincuentes del “phishing”, López es sintético: “no hacer nunca click en un link” que llegue en correos electrónicos de direcciones desconocidas, “de ninguna manera, sin excusas”, bajo ningún punto de vista.
Con el spam del tipo nigeriano es un poco más complicado, ya que para esos despistados que le siguen la corriente, los “tontos” de los que habla López, la historia en el mensaje resulta demasiado cautivante. Y, además, en un primer momento no hay links sospechosos que activen una alerta.
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¿Literatura? Algunas de esas historias son ya clásicas, verdaderos «cuentos cortos» que podrían publicarse como parte de una antología. Tómese como ejemplo el email del «astronauta nigeriano» enviado a una estación espacial soviética y que quedó allí varado desde 1990.
Vale la pena compartir unos párrafos de esta obra maestra, difundida masivamente hace ya varios años en un email con el asunto «Solicitud de asistencia estrictamente confidencial».
«Estimado Señor: Soy el Dr. Tunde Bakare, el primo del astronauta nigeriano, el Mayor de la Fuerza Aérea Abacha Tunde. Él fue el primer africano en llegar al espacio cuando hizo un vuelo secreto a la estación espacial Salyut 6, en 1979. También estuvo en un vuelo espacial soviético posterior: Soyuz T-16Z a la estación militar soviética secreta espacial Salyut 8T, en 1989.
Él se quedó varado allí en 1990, cuando se disolvió la Unión Soviética. Los miembros soviéticos de la tripulación regresaron a la tierra en la Soyuz T-16Z».
La carta afirma que los cosmonautas volvieron a la Tierra pero dejaron al pobre Abacha a bordo de la cápsula espacial para usar el lugar para el retorno de los equipos y otras cargas. «Ha habido vuelos ocasionales de suministros para mantenerlo con vida desde ese tiempo. Él está de buen humor, pero quiere volver a casa», asegura Bakare.
Según el «doctor», el «astronauta africano» siguió cobrando su salario durante los «catorce años» en el espacio. Y en el banco se le acumularon nada menos que 15 millones de dólares que, obviamente, Abacha no puede pasar a cobrar por ventanilla.
«Este dinero está puesto en un fideicomiso en la Asociación Nacional de Ahorro y Confianza de Lagos -sigue la carta-. Si somos capaces de obtener acceso a este dinero, podremos pagarles a las autoridades espaciales rusas para un vuelo de regreso desde Soyuz para traerlo de vuelta a la Tierra. Me han dicho que esto va a costar $ 3.000.000 dólares americanos. Ahora bien, para poder acceder a su fondo fiduciario necesitamos su ayuda».
«Mis colegas y yo estamos dispuestos a transferir el importe total a su cuenta, ya que los funcionarios civiles tenemos prohibido por el Código de Conducta (La ley de Servicio Civil) abrir y operar cuentas en el extranjero bajo nuestros nombres».
«No hace falta aclarar que la confianza que depositamos en usted en este momento es enorme. A cambio, nos comprometemos a ofrecerle el 20 por ciento de la suma transferida, mientras que el 10 por ciento se destinará a gastos imprevistos (interna y externos) entre las partes en el curso de la operación».
Y termina pidiendo «acusar el recibo de este mensaje a través de mi número directo 234 (0) 9-234-2220».
Estados Unidos. El delincuente que escribió el mensaje tiene indudablemente un gran ingenio y sentido del humor, pero el impacto de esta modalidad no es chiste: estadísticas federales mostraron en 2006 que los estadounidenses perdieron ese año “un máximo histórico” de 198,4 millones de dólares a manos del timo nigeriano, frente a los 183 millones del año previo.
Para 2021, con los ladrones informáticos trabajando también a través de las redes sociales y sistemas de mensajería del tipo WhatsApp, las pérdidas llegaron a 770 millones de dólares, según los números de la Federal Trade Commission (FTC) norteamericana.
Extrañamente, en esta época en la que parece ser más sencillo y lucrativo engañar a los incautos a cara descubierta, como muestra el caso de Generación Zoe, muchos delincuentes siguen utilizando el antiguo sistema de las cartas nigerianas.
Al llevar a cabo la pesquisa para este reporte, un email en una casilla de spam mostró que este “subgénero” sigue vivo y produciendo nuevas y fascinantes historias. Es el caso de “Paula Dinish”, una estadounidense de 42 años de Phoenix, Arizona, que estaba enviando correos electrónicos hasta hace unas pocas semanas.
“Soy médica y soldado de los EE. UU. Actualmente estoy sirviendo aquí en Palestina para una misión de mantenimiento de la paz. Estoy en la 3a división de infantería aquí en Gaza. Perdí a mi prometido hace 5 años en un accidente aéreo. Que su dulce alma descanse en perfecta paz. Amén”.
Y sigue (sin pestañear después de haber afirmado que una base estadounidense pueda existir en Gaza): “He estado en servicio durante 10 años y solo tengo un mes para completar mi misión aquí en Palestina, luego me retiraré del ejército. Soy una de las líderes de patrulla aquí, soy leal, responsable, activa, amorosa, cariñosa, compasiva, de buen corazón, cálida, complaciente, tolerante, relajada, extrovertida, abierta con las personas en general”.
También le gusta “cantar, escribir poemas, escuchar música y bailar”. Al parecer, “Paula” está buscando amor, porque en la carta asegura que le “encanta la intimidad” y quiere “un buen hombre de buen corazón, que sepa del amor y que sepa cómo se trata a una mujer”.
Por suerte, “la edad o la diferencia de color no me importan para nada, mientras me ames”, dice la “médica estadounidense” en Gaza. “Yo quiero una relación que dure para siempre y no se desvanezca pase lo que pase”.
Finalmente, le pide a su presa que le responda el email, le mande fotos y le tenga paciencia porque “no siempre estoy online debido a la naturaleza de mi trabajo aquí en una zona de guerra”.
Si algún “tonto” le cree, “Paula” lo envolverá con más mentiras hasta obtener sus datos bancarios o alguna transferencia bancaria, posiblemente por miles de dólares.
Para los que no le creen, queda el consuelo de haberse entretenido con un relato delirante que, si no fuera por sus errores factuales, podría convertirse en un filme.
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Talento. Los autores de estas historias “tienen ingenio”, admite el crítico literario y escritor Omar Genovese. “Recurren, al menos, a tres géneros literarios: biográfico, epistolar y crónica -continúa, en conversación con PERFIL. Son concisos, generan suspenso, al punto que también remiten al microrrelato, pero no para que quede cerrado el tema, sino para generar una expectativa”.
Genovese cree que estos embaucadores desfachatados “serían, para ser benévolos, admiradores de la ‘Historia Universal de la Infamia’, de Borges, pero amateurs”, o “tahúres de cabotaje a la espera de un roto para un descosido”.
Por su parte, Silvia Ramírez Gelbes, doctora en Lingüística y directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés, recuerda que “ya desde la Antigüedad clásica se proponía que toda exposición convincente debía, particularmente al principio y al final, apelar a las emociones”.
En estos textos, le dice a PERFIL, “se busca captar la buena voluntad por medio de presentar la mala ventura de alguna persona cercana a quien escribe”. Esos personajes, como el “astronauta Abacha” y la “soldado Dinish”, son descriptos como “seres respetables, heroicos incluso, que han quedado desguarnecidos o que han dejado un legado que no encuentra legatario”.
Después de revisar varios ejemplos de cartas nigerianas, Ramírez Gelbes encontró que, “en todos los casos se apela a la bonhomía y las destacadas actitudes del destinatario: se lo alaba, con más o menos intensidad, en función de expresar que ha sido seleccionado cuidadosamente entre todos los habitantes del planeta”.
“Este es un recurso que todas las personas conocen desde la infancia, alabar a alguien antes de pedirle algo”, completó.
Y Genovese añade que le resultó “interesante que el spam acude a lo desconocido, no hace inteligencia sobre la víctima, tira piedras al estanque a ver si se asoma el pez para atraparlo”.
“Ahí es donde se materializa el incauto, o el ambicioso, algo muy primitivo en los humanos y que siempre fabrica víctimas potenciales”, esos “tontos” a los que apuntó el tecnólogo López. Una reacción, concluye el autor de la novela “Norep”, que “va de lo infantil a la ignorancia inocente, que es ‘creerse el cuento’”.
Los saluda atentamente, el coronel Anikulapo Musa, un militar nigeriano atrapado en una prisión en algún lugar de África que tiene una propuesta millonaria para hacerle.
*Ex corresponsal en Washington, periodista freelance que escribe sobre Estados Unidos, Medio Oriente y nuevas tecnologías.