La Organización Mundial de la Salud recomienda iniciar la lactancia materna en la primera hora siguiente al parto, independientemente del tipo, natural o por cesárea, y mantenerla de manera exclusiva hasta los 6 meses. Luego, con el inicio de la alimentación complementaria, se sugiere continuar la misma práctica hasta los dos años de vida o hasta cuando madre y bebé así lo decidan.
Tales indicaciones están sustentadas por numerosas investigaciones científicas que consideran a la leche un “alimento funcional”, ya que brinda beneficios que van más allá de los puramente nutricionales. Las secreciones lácteas maternas favorecen el desarrollo físico, mental y emocional del bebé, a la vez que le confiere protección inmunológica de primera línea y eficacia.
Mitos y verdades sobre la lactancia materna
Sin ahondar exhaustivamente en los diversos y exclusivos componentes que contienen tanto el calostro (secreción láctea de la primera semana) como la leche madura, podemos mencionar el aporte de agua, hidratos de carbono y lípidos como fuente de energía, y una gran variedad de proteínas con funciones antimicrobiana, bactericida y de defensa general y específica.
Por tal motivo, podemos considerar a la leche como la “primera vacuna” que recibe el lactante, ya que lo ayuda a desarrollar y activar su sistema inmunológico y lo protege contra numerosas infecciones en el primer año de vida. Además, retarda la aparición de ciertas patologías frecuentes, como asma, dermatitis atópica o alergias, y disminuye el riesgo de manifestación de enfermedades autoinmunes.
Una mujer transgénero logra por primera vez amamantar a un bebé
La leche materna podría entonces ser considerada como un arsenal de potentes componentes inmunológicos, desde glóbulos blancos y sustancias químicas, entre las que destacan las “inmunoglobulinas (Ig) o anticuerpos”. Estas proteínas, se encuentran en las membranas de los Linfocitos B, un tipo de glóbulos blancos, y son capaces de detectar e interactuar con cualquier sustancia extraña o “antígeno” que pudiera alterar nuestro estado de salud.
De los cinco tipos principales que existen, la IgA es la que se encuentra fundamentalmente en la leche materna, siendo su función principal impedir la adherencia de bacterias a las mucosas del bebé y neutralizar la acción patógena de los virus.
Cómo el mandato de dar la teta se convierte en un calvario
En el contexto actual de la pandemia por infecciones del Virus SARS- COVID2, han surgido nuevos interrogantes sobre si mujeres COVID positivas deberían seguir con el amamantamiento, ante el posible riesgo de transmisión al hijo. Si bien esta situación global es bastante reciente y queda mucho por conocer desde la ciencia y la salud, existen estudios científicos que destacan que no hay transmisión del virus vía leche materna en madres COVID-19+ asintomáticas o con neumonía típica.
En esa misma línea, otros estudios mencionan que aproximadamente el 80% de las muestras analizadas de leche materna de madres recuperadas contenía anticuerpos con alta respuesta inmunitaria y que actúan bloqueando la adhesión, entrada y la replicación viral. Como si esto fuera poco, una última pesquisa evaluó el efecto de dos vacunas basadas en ARNm, afirmando que los anticuerpos IgG atraviesan la barrera mamaria y pasan al lactante, confiriéndole inmunidad efectiva.
Lactancia materna: explican cómo cuidarse en pandemia
Motivos sobran, entonces, para promover la lactancia materna exclusiva en un país como la Argentina donde, según la encuesta nacional de nutrición y salud, los porcentajes decrecen año tras año.
* Lilian Ferré. Directora de la carrera de Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Belgrano.