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recambio con escaso respaldo

Batakis, en un simulacro de Ministerio

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Papa caliente. La nueva ministra de Economía enfrenta enormes desafíos y muchas internas. | NA

Ingreso al panteón de las frases inolvidables, a la patética memoria de los ministros que pasaron por Economía. Con récord de velocidad, inclusive, frente a sus antecesores. Dijo Silvina Batakis en las primeras 24 horas de gobierno: “Hacer turismo es quitar trabajo”. Para el frontispicio de Pericles. 

Se integró al doméstico historial de “me contestaron con el bolsillo” (Juan Carlos Pugliese), “hay que pasar el invierno” (Alvaro Alsogaray), “el que apuesta al dólar pierde” (Lorenzo Sigaut), “veo brotes verdes” (Alfonso Prat Gay), la “sarasa” (Martín Guzmán) o el penoso “me quiero ir” (Hernán Lorenzino). Una colección imborrable de esperpentos. No fue el único traspié de la nueva ministra, reconocida adoradora de José Ber Gelbard, quien llegó a creer que la “inflación cero” era un mazacote de cemento, eterno, contrario hasta para las leyes de la física. 

Debutó mal entonces Batakis, sin guía ni dirección, obligada o tentada, hablando en programas de TV en lugar de dirigir un mensaje a la dolorida población. Se equivocó hasta en las formas, a menos que el Presidente haya copiado aquel sistema de Néstor Kirchner, quien despreciaba los discursos oficiales y, antes de ese ejercicio, primero mandaba a sus ministros recién incorporados al matadero televisivo. Aunque ese matadero mediático, en la Argentina, más bien pretende ser un lavadero. 

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Ahora la ministra ganó un asesor: Miguel Pesce, encargado de cuidarla y protegerla para evitar deslices vergonzantes, una complicación para el titular del Banco Central, hoy agobiado por el vértigo de la crisis financiera, sus propios errores y los embates de una Vicepresidenta que además de cuestionarlo vive enceguecida por saber quién compra dólares y revisa, por ejemplo, las operaciones de algunas petroleras. 

De la nueva ministra se abstienen ahora CFK  y hasta Scioli, mientras Massa toma distancia prudencial

Tampoco ella contribuyó a robustecer a Batakis, casi no la menciona, ni se le ocurrió acompañarla en la jura y, seguramente, le habrá caído como cerdo putrefacto la confesión de la funcionaria a favor de un mejor control fiscal. 

Justo cuando Cristina, en su aspiración al Nobel de Economía, descubrió que la inflación no es producto del déficit, ejemplificando su teoría con la estrictez presupuestaria de la Unión Europea, que le permite un porcentaje de desequilibrio a sus miembros. En cualquier momento, empieza a vender por las calles una pomada para hacer crecer el cabello.

La falta de compromiso de Cristina con Batakis se origina en un pecado propio: la mortificación por la renuncia de Guzmán, justo en el momento de su discurso. Distrajo la atención, fue una puñalada comunicacional, se atrevió a dividirle la pantalla: imperdonable. A ella, esa descortesía le duele más que el índice de inflación de julio que se conocerá en agosto. 

La lesionó en el ego de quien cree que revolea ministros y que, en el caso del dimitente, ella impuso en el Ministerio con la bendición académica de Stiglitz, no fuera a ser que lo confundieran con un egresado de una facultad bonaerense. 

Hoy reniega de aquella nominación, objeta con su hijo a Guzmán, luego de haberlo agraviado, humillado y fulminado con la colaboración militante de varios secuaces. Típico del kirchnerismo explícito. 

Para evitar la misma piedra se abstuvo de Batakis: diferencias de estilo, las dos van a modistas distintas, la “gran burguesa” –como se autodefine la ex mandataria para identificarse con sus vecinos de barrio– tiene otros gustos, no se caracteriza por exhibir flores artificiales en su vestuario. Casi despierta curiosidad femenina saber lo que ella puede opinar sobre estas características distintivas, un desprecio de género. No hubo oportunidad de escucharla en la reciente mudanza de su hija a la calle Defensa.

Falta de patrocinadores. Hasta Daniel Scioli se alejó del padrinazgo a Batakis, aunque la tuvo como ministra invisible durante cuatro años. Pero no ha sido un defecto de la mujer, tampoco hoy nadie sabe quién es el ministro de Economía en la provincia de Buenos Aires. Reconoce que la aprecia y respeta, pero solo le tocó transmitir el número de su celular para convocarla. 

Por supuesto, Sergio Massa no la contemplaba en su nómina de candidatos, más bien podría oponerse a su figura. Tampoco ella, quien a veces se destaca por pésimo carácter, concilia intereses con el titular de la Cámara de Diputados. 

En todo caso, la autoría de la designación proviene de una selección natural. Al revés, quizás, de la proposición darwiniana. Inducida en este caso por la correntada camporista de Wado de Pedro, al que Batakis le preparó un voluminoso trabajo sobre el desarrollo regional,  proyecto ya enterrado, que en su momento impulsó el actual ministro del Interior. 

Se avivó Cristina: se rebela contra el imperio de pobres de Emilio Pérsico

Sobre labores más recientes le imputan a la ministra su presentación ante la Corte Suprema para defender, con numeroso equipo, la poda de fondos a la Capital. Al parecer, la impresión que dejó fue desalentadora, poco idónea, tímida y con fallas en la exhibición contable. 

De ahí que diversos medios, hace tiempo, sostienen que el cuerpo decidirá en la porfía a favor de Horacio Rodríguez Larreta. Aunque como se trata también de cuestiones políticas, siempre el Derecho ofrece alternativas para demorar o sugerir atajos sin entrar en el fondo de la cuestión. No se alcanzan los primeros lugares en el mundo judicial sin disponer de esas habilidades.

Casi un simulacro de Ministerio encabeza hoy Batakis, bajo el acecho de un Massa que hizo público, hace mucho tiempo, que siempre pone la cara para recibir trompadas –acompaña esa expresión apoyando su puño en el rostro– mientras insiste por un lugar dominante en el Gabinete, especialmente en el área económica. 

No cesa en el acoso, más persistente que el pájaro carpintero. Acompaña ese intento con una carta tapada: soy capaz  de reunir a la oposición en el Congreso para establecer un acuerdo mínimo para la estabilidad del gobierno actual y tranquilidad del próximo. Obvio, Batakis no ofrece esa alternativa, su mundo es más limitado, al menos el legislativo. 

Lo de Massa se comparte con Cristina, quien en la desesperación del deslizamiento gubernamental también se pronuncia por la figura de un pacto. Suele ocurrir: cuando se hunde, apela al salvavidas de la oposición, a la misma que denostó durante todo este tiempo. 

La singularidad de un entendimiento entre partidos tal vez mejore la posible captación de candidatos para áreas de gobierno: como se sabe, Melconian, Redrado y otra multitud de profesionales sostienen que sin esa plataforma mínima hoy es imposible mantener en orden la economía argentina. 

Mañana empieza otra cruel jornada financiera con ese desafío para Alberto Fernández. Mucha gente se adelantó a la hecatombe que algunos vaticinaron para los próximos dos meses.