COLUMNISTAS
LEY DE EMERGENCIA

Sin vueltas: es un impuestazo

La norma es una brutal transferencia de fondos del sector privado al Estado. Oposición al garete y una Cristina narcisista como siempre.

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Mirarlo por TV, Mauricio Macri. | Pablo Temes

Habemus Ley de Emergencia Económica. El ministro de Economía, Martín Guzmán, lo dijo sin vueltas: esta ley es para poder abrir las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. El aumento de las retenciones es algo que había pedido el organismo internacional; la suspensión de la aplicación del índice para calcular el aumento a los jubilados, también.

Sacrificios. Todo el paquete representa una brutal transferencia de fondos del sector privado para cubrir el déficit fiscal que genera la Argentina. El esfuerzo que se le pide al ciudadano de a pie es enorme. En cambio, a los legisladores, a los concejales, a los gobernadores, al Presidente y a la vicepresidenta, a los jueces y a los fiscales no los afectan ninguna de las disposiciones de esta ley.

En Venado Tuerto, el concejal Darío Jeannot presentó un proyecto para que los concejales y el intendente se redujeran las dietas en un 50%. Cuando lo sometió a votación, perdió nueve a uno. Curiosamente, cuando se trata este asunto no hay “grieta”. Y, lo más notable y bochornoso es que –salvo excepciones– quienes se benefician con este privilegio se enojan e indignan cuando se les reprocha por recibirlo. Es el mundo al revés. Como decía con su maestría y fina agudeza el inolvidable Atahualpa Yupanki en El Arriero: “Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”.

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Ante el impacto negativo que esto produjo en toda la población, AF decidió extender las sesiones extraordinarias del Congreso y enviar un proyecto que ponga fin a las jubilaciones de privilegio. ¡Otra vez! Es una historia de nunca acabar.Habrá que ver si el Congreso la aprueba y si, una vez aprobada, promulgada y reglamentada, la Corte Suprema de Justicia la declara constitucional o no.

Superpoderes. El artículo 85, que finalmente fue derogado, era un peligrosísimo disparate. Superaba –y con creces– las atribuciones de la Ley de Emergencia con la que gobernó el kirchnerato. Tanto fue así, que hasta dentro del kirchnerismo hubo quienes llegaron a inquietarse. “Si no se eliminaba ese artículo, nuestro poder habría quedado reducido a la nada”, confesaba con alivio un conspicuo senador de neta filiación K una vez que el artículo fue borrado.

El Presidente tiene frente a esta Ley de Emergencia un desafío y una oportunidad. El desafío es demostrar que la enorme masa de recursos que el Gobierno va a tener a su disposición, sean manejados con estricta observancia de lo que estipula la ley, con prudencia, honestidad y transparencia.

El desafío, es no sucumbir a la tentación de no prorrogarla en forma indefinida para usarlo como un instrumento para la búsqueda de la suma del poder público, tal como ya ocurró durante los 12 años del kirchnerato.

No hay que darle vueltas al asunto: el paquete de medidas aprobadas por el Congreso representa un impuestazo.

Es lo opuesto a cualquier proyecto que tenga como objetivo el estímulo a las inversiones genuinas. Esas inversiones son las que hace años no llegan al país. No vinieron durante los gobiernos del matrimonio Kirchner como tampoco llegaron durante la presidencia de Mauricio Macri. Y no vendrán en este gobierno sin un plan económico serio y coherente.

Porque es eso lo que está faltando, habiendo quedado claro que, hasta el momento la nueva administración no lo tiene. Y sin ese plan, todas estas medidas, todo este enorme sacrifico que se le pide a la ciudadanía será, una vez más, en vano.

Desorientados. De las sesiones del Congreso del jueves y del viernes quedan algunos hechos que merecen un párrafo aparte: a nivel nacional, es evidente que Juntos por el Cambio está al garete. No solo por el viaje de Mauricio Macri a Qatar para ver la final de la Copa Intercontinental –con tan solo un poco de sentido de común suyo, o de alguno de sus asesores, habría bastado para advertir que, en el medio del debate de la ley que es consecuencia de la catástrofe económica que generó su gobierno, el periplo es un desatino– sino también por lo que se vio en la disputa interna que se produjo acerca de dar o no dar quórum para permitir la jura de los diputados suplentes del oficialismo. La actitud de quienes intentaron obstaculizarlo fue bochornosa.

Una cosa es oponerse a un proyecto de ley y otra muy distinta, es utilizar esa herramienta legal –de legitimidad siempre discutible– para impedirle asumir su banca a un representante que ha sido elegido por el voto de los ciudadanos. Lo primero es parte de la esencia del debate democrático. Lo segundo es directamente un acto antidemocrático. La diferencia entre uno y otro es abismal.

En la provincia de Buenos Aires, en cambio, se vio la mano de María Eugenia Vidal que se involucró en el tema y habló –y acordó– directamente con Axel Kicillof.

Desprolijidades. El proyecto del Poder Ejecutivo Nacional tuvo “desprolijdades”.

No queda claro si eso fue producto de la confusión que aún reina en el Gobierno o si fueron puestas adrede para luego negociarlas, y darle a la oposición algunas concesiones, y así facilitar la aprobación del proyecto.

Fue curioso, aun cuando no novedoso, escuchar a diputados del oficialismo defender el ajuste a los jubilados y criticar el que implementó Macri. Lo mismo se aplica para los diputados de Juntos por el Cambio que criticaron el ajuste. Este es uno de los grandes problemas que exhibe gran parte de la dirigencia política vernácula: sus contradicciones; nadie se hace cargo de sus errores.  

El debut de Máximo Kirchner como jefe del bloque del Frente de Todos fue pobre. Cristina Fernández de Kirchner se sintió a sus anchas para desplegar su narcicismo y voluntad de imponer su poder por sobre todo y todos.

La forma como trató y chicaneó al senador José Mayans, jefe del bloque del Frente de Todos, cuando se dirigió a ella tratándola de “presidente” y no de “presidenta” del Senado, fue una muestra de ello.

Hizo acordar a sus actitudes durante los inolvidables e insufribles Aló Presidenta que fatigaron la Cadena Nacional de radio y televisión durante los ocho años que abarcaron sus dos presidencias. Volvió.