En 2013, el titular del ANSES Alejandro Vanoli, y entonces presidente de la Comisión Nacional de Valores (CNV), se refería a publicar el precio del dólar informal como análogo al del precio de la cocaína entre los dealers.
Los años pasan y el dólar sigue siendo un termómetro que mide la temperatura del mercado financiero argentino, cosa que no pasa en otras latitudes y también un objetivo de las políticas económicas que lo ponen en su tablero de control al mismo nivel de relevancia que otros universales, como el empleo, el crecimiento del ingreso, la recaudación fiscal y, últimamente, el nivel de pobreza.
¿Por qué?: A diferencia de lo que ocurría hace siete años, los mecanismos de un mercado mucho más tecnologizado y por lo tanto más ágil en su adaptación y toma de decisiones, con un público “ahorrista” que se ensanchó en la base en el segmento minorista acudiendo a aplicaciones y realizando todo tipo de operaciones desde los dispositivos móviles: el contado con liquidación (el que usan generalmente las empresas para girar fondos) y el MEP o dólar bolsa (utilizado por los particulares).
Los nervios de ayer por un dólar “blue” (o blanco, en los términos de jerga narco-económica) que alcanzó los 120$, dieron lugar a discusiones para ver la manera más eficaz de ponerle techo a la erupción. Al mismo tiempo, el propio ministro de Economía, Martín Guzmán, en una de sus pocas alusiones a la cuestión doméstica, anunció que había que terminar con la cultura dolarizadora.
Alertan sobre el riesgo de que la suba del dolar blue se traslade a precios
Las opciones barajadas eran dos: romper el termómetro o secar los canales de afluencia de fondos. O sea: anular la operatoria digital de compra y venta de títulos dolarizados o ir desinflándolo hasta poder controlarlo también.
La fuerte demanda del billete norteamericano de los últimos días tiene que ver con varias razones que se retroalimentan para empujar al precio a niveles nominales récord:
- Proyecciones monetarias: viendo la evolución de la circulación monetaria y los efectos de la emergencia sanitaria en la erosión de las cuentas fiscales, cuando más dure la inactividad general, más desequilibrios monetarios habrá que esterilizar de alguna manera cuando la normalidad, finalmente, retome su cauce. Cerrado el crédito externo y parte del interno, con recesión y caída tributaria, los únicos caminos para llevar agua al molino sediento del Estado son la creación de un impuesto extraordinario (en debate) y el funcionamiento a pleno de la Casa de la Moneda. Liquidez que no será pareja, pero incidirá post pandemia en el mercado de bienes y el cambiario.
- Expectativas inflacionarias: mientras los economistas discuten sobre si la emisión monetaria incide o no en el nivel de precios, los que tienen fondos excedentes ya dieron su veredicto: por si acaso, compramos dólares. La proyección que de la historia pasada hacen ver que hay pocos activos que le pueden empatar a la inflación en el largo plazo: el “ladrillo” (más ilíquido y hoy en gran crisis), los bonos dolarizados (bajo riesgo de perfilamiento) y el dólar billete.
- Previsión por una devaluación: el dólar oficial está casi quieto frente a los otros y el resto de las monedas de la región que se devaluaron hasta un 30% durante este año. La brecha del 60% que hoy tenía el mercado cambiario, con cepo y restricciones a los fondos de inversión empujan a anticipar importaciones y retener exportaciones, minimizando el superávit comercial. Todas las brechas se solucionaron con un cambio en la velocidad de devaluación del peso o un salto brusco. Esto seca la afluencia de reservas del Banco Central y la posibilidad de intervención eficaz.
- Seguro contra default: a menos de un mes del resultado final sobre la negociación de la deuda externa privada en dólares, hay una demanda extra por cobertura contra esa eventualidad. Un eventual default (no el virtual que reconociera el Presidente) aplicaría más presión sobre la demanda de dólares.
De una forma u otra, a la autoridad económica debe atender todos estos frentes con decisiones que a veces se contraponen con otras medidas. La pulseada en las pantallas por el dólar se parece a una definición por penales en la que el arquero, aún aquellos que se convierten en héroes de esa jornada, sólo pueden aspirar a evitar algunos goles. La historia argentina nos muestra muchos intentos y pocos logros en domar el potro del mercado en forma sustentable. Y cuántos más desequilibrios se acumulen, mayor será la presión a que se someta la válvula de escape.