OPINIóN
Argentina populista

¿Será este el inadvertido fin de una era trágica?

Tal vez el año 2023 sea el final de una larga era: la erradicación del populismo, el “hijo intelectual del fascismo” enquistado por décadas en las entrañas del poder político y del entramado social. ¿Qué significa exactamente?

El peronismo como religión
El peronismo como religión | Télam

Es posible pensar que los contemporáneos del descubrimiento de América, o de la caída de Constantinopla, no se hayan anoticiado que siglos más tarde, los historiadores hayan calificado a ese tiempo como el fin de la Edad Moderna en el devenir de la civilización. 

Otro tanto pudo haber ocurrido con los ciudadanos de la Revolución Francesa del año 1789, hecho posteriormente  considerado  como el inicio de la denominada Edad Contemporánea.

En un orden mucho menos universal, puede estar ocurriendo algo similar en la Argentina.

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Es posible, simplemente posible, que los actuales procesos políticos locales, que habrán de confluir en las elecciones (numerosas) en nuestro país a lo largo de los próximos meses puedan determinar el final de una larga era: la erradicación del populismo enquistado por décadas en las entrañas del poder político y del entramado social.

“El populismo tiene un componente de agitador de las democracias oxidadas” (Pablo Oñate Rubalcaba)

Dependerá de dos factores esenciales: el principal, la voluntad de los ciudadanos al momento de emitir su sufragio. Pero además, de la acción de los sectores políticos democráticos de explicitar a la ciudadanía su perspectiva del real drama argentino, de las características del mal que azotó durante tanto tiempo al país bajo el poder de los gobiernos populistas, y su propuesta para factibilizar definitivamente ese cambio.

Las líneas que se desarrollan a continuación, constituyen un modesto intento en esa misma dirección.  

 

Populismo: una era trágica

Según la RAE, populismo es la “tendencia política que pretende atraer a las masas”. Pero hay una definición más completa: el populismo es el mecanismo político donde el líder dice representar la voluntad del pueblo mediante un mito.  ( Perfil.6-04-2021) 

El populismo (hijo intelectual del fascismo) resume la política en la conexión entre el líder y el pueblo, siendo ésta una relación donde el conductor representa la “verdad última”, sin tener un hecho empírico que lo demuestre. 
Principales rasgos del populismo:

  • Deformación de los hechos. Por ejemplo, manifestar que en los gobiernos K “hubo libertad de expresión como nunca en los 200 años de historia argentina”  aun cuando  la Sociedad Interamericana de Prensa, en 2011, señaló lo contrario luego de una visita,  así como los ataques verbales directos a los medios y periodistas, que un funcionario rompa un periódico en público y proclamar desde el Gobierno, que los medios mienten, o financiar programas con dinero del Estado claramente partidarios.
  • Autovictimización. Atribuirse falsamente ser perseguidos y hostigados, sobre todo por el Poder Judicial. 
  • Los votos de la mayoría. La actual vicepresidenta se ha cansado de remarcar que fue electa por la mayoría de votos en diferentes ocasiones. Reduce la democracia al sufragio. Por ende, señala que si los jueces, verbigracia,  no son electos por sufragio universal, esto no constituye  un proceso democrático. “Democratizar la Justicia”, según proclaman, sería igual a “elegir, mediante voto, a nuestros jueces”.
  • Caudillismo: el populismo entroniza a un líder como intérprete de la voluntad popular para justificar así el avasallamiento de las instituciones, porque no es el líder quien actúa sino “el pueblo” a través suyo, que no admite límite. (Perfil 5-10-2022) 
  • Es divisivo: busca estratégicamente enfrentar a “nosotros” con “ellos” para fomentar seguidores fanáticos y enardecer pasiones neutralizando toda racionalidad en el análisis y el debate.
  • Es estatista: solo se hace posible con un Estado omnipresente y una sociedad débil. La consecuencia es que la riqueza disminuye con el populismo: quienes la crean se ven oprimidos por impuestos, burocracia y corrupción y florecen los negocios con el Estado. La antítesis es un mercado libre.
  • Es clientelar : no quieren partidarios sino “clientes” que les deban lo que tienen. 
  • Es deformador del entorno sociocultural: todo proyecto populista tiene  que convencer a la sociedad de las virtudes y la generosidad del líder, de la imposibilidad de autosuficiencia, de las culpas de terceros, de la necesidad de un Estado omnipresente y, a la vez, de ignorar a las instituciones. Todo eso requiere controlar el discurso, la enseñanza y el debate, lo que explica que los populistas quieran controlar los medios de comunicación, invisibilizar a los disidentes, así como también explica el adoctrinamiento escolar.
  • No respeta los controles institucionales: rechaza los organismos de control de los poderes públicos, las auditorías sobre los gastos estatales, los tribunales que juzgan la constitucionalidad de las decisiones y/o la legalidad del comportamiento de los funcionarios, el periodismo de investigación que descubre y denuncia corrupciones y excesos en el ejercicio del poder, etc. 


Estas características se vieron reflejadas en la escasa  función legislativa, a partir de propuestas preñadas de  irresponsabilidad fiscal, con creación de organismos públicos, asignaciones presupuestarias futuras sin análisis del impacto en las cuentas públicas y en el bolsillo del contribuyente, proyectos de expropiaciones para adjudicárselas a los ocupantes, con desprecio por la propiedad privada, ya ínsito en su esencia, entre tantas otras. 

Caso emblemático: la ley de alquileres, aun vigente, del año 2020, ejemplo de irresponsabilidad y populismo legislativos, que supuestamente pretendiendo proteger al inquilino, imponiendo exigencias imposibles al locador, destruyeron virtualmente el mercado de locaciones y determinaron un incremento del valor de los alquileres, en muchos casos, inaccesible. Claro ejemplo de la acción legislativa populista que, con el declamado objetivo de proteger a inquilinos de locadores, a empleados de empleadores, a consumidores de empresas, a deudores de acreedores, en general al supuesto  “débil” frente al  “fuerte”, se deriva en leyes incumplibles, en un aumento de las simulaciones, y, en general, en una sociedad habituada a sustraerse a la ley.

Por su parte, el fracaso histórico de nuestra legislación laboral obedece a que alberga todos estos vicios: se crean supuestas protecciones y condiciones económicas mínimas que, al resultar incumplibles en la mayoría de los casos, terminan impidiendo la creación de trabajo o, en el mejor de los casos, generándolo al margen de la ley. 

Antídoto contra los populismos

En la Argentina, el formato populista se agotó. La economía que lo sustentaba, esto es el gasto público financiado con impuestos, llegó a un límite. Por eso, las promesas sociales del kirchnerismo quedaron vacías de contenido. 

Agotado el relato solo le queda la forma, es decir su dinámica de polarización política. Sigue sobreviviendo en la Argentina su  insistencia, no ya en su redistribucionismo ni en sus insuficientes aportes a la inclusión social, sino la grieta, su desprecio a las instituciones  y su renuencia a la rendición de cuentas.

Como se señalaba al inicio de estas reflexiones, para que el posible colapso  del populismo en las próximas elecciones constituya un definitivo cambio de era, sería deseable que la oposición democrática explicite con claridad  el dramático momento que está en juego en el país y sus propuestas, evitando además,  sus autodañinas trifulcas intestinas. 

A su vez, la ciudadanía responsable deberá hacer honor a aquella antigua máxima democrática: “Sepa el pueblo votar”. QUE ASI SEA.

*Economista. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina