Los argentinos volvemos a meternos en territorio desconocido. Hasta hace dos semanas, parecía que todo estaba más claro en lo referente al panorama electoral. Las fórmulas estaban más o menos delineadas, y lo único que faltaba era que Cristina Kirchner oficializara su candidatura. Ahora que ella se lanzó, como parte de la fórmula Fernández-Fernández, el resto del elenco político se quedó mudo. Recalculando.
En política, como todos sabemos, la incertidumbre es redituable. Parte del juego es la indefinición, dejar que los rivales especulen, no mostrar las cartas hasta último momento. Pero esta estrategia, que sirve a los candidatos y los partidos, genera también ansiedad entre la gente, que nunca está enterada de nada. Y entonces salen a hablar los que dicen estar enterados de todo.
Como siempre que nos metemos en un territorio, aparecen de la nada los vendedores de mapas y de brújulas. La necesidad de cubrir horas de programas televisivos, páginas de diarios y portales de Internet, lleva al periodismo, en muchos casos, a difundir lo que no son más que conjeturas. Todos dicen tener información, todos quieren dar una opinión, y eso genera más ansiedad todavía en la sociedad. A veces, los mapas son truchos y las brújulas vienen falladas.
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Después del lanzamiento de Fernández-Fernández, se llenó el vacío informativo con cuanto dato se pudo recabar del nuevo aspirante a la presidencia. Hablaron de la novia de Alberto Fernández, del hijo, del perro, de si está al día con las expensas o no, de qué insultos usa en Twitter, de si va a ser un títere de Cristina o no. Noticias inventadas cuando la única noticia real y concreta es que la fórmula se lanzó.
Ahora las especulaciones se trasladaron al armado oficialista. ¿Será Macri, será Vidal, será Lousteau, será Carolina Stanley? El gobierno también juega al misterio para tratar de agarrar a la oposición, por lo menos algún día, con la guardia baja. Más allá de las conjeturas, la realidad sigue siendo la misma de antes. Estará más o menos decidido, pero el candidato sigue siendo Macri, y su compañero, compañera o compañere de fórmula, una persona leal al presidente.
No es cierto que haya cundido el pánico en el oficialismo con el anuncio del binomio Fernández-Fernández. El gobierno se mantiene en la misma postura, y exhibe la tranquilidad del que tiene la situación, si no controlada, al menos clara. Mantienen la confianza en que las obras e inauguraciones seguirán subiendo su imagen, y que, sin importar la fórmula, crecerá el rechazo a Cristina.
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Mientras tanto, en el universo peronista, se empieza a digerir el idilio con Fernández, y la estrategia vuelve a primer plano. Las diferentes fuerzas tratarán de hacerse un lugar propio, algunos apostarán a la estructura de Alternativa Federal para construir a futuro y otros irán con el kirchnerismo. Es un grupo heterogéneo, y surgirán conflictos internos, pero ahora que Cristina vuelve a ocupar el centro de la escena habrá un control más estricto y menos tolerancia para las divisiones.
Lavagna es otro que quiere seguir jugando a la incertidumbre, todavía azuzado por algunos medios. Lo cierto es que ahora que la fórmula Fernández parece haber cauterizado la grieta en el peronismo, Lavagna se quedó en el limbo: sin estructura, sin campaña, sin gente, sin apoyos claros. La única alternativa que le queda, si todavía quiere la postulación, es replegarse hacia el peronismo federal.
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El futuro está más claro de lo que parece. Hay mucho que todavía no sabemos, pero es mejor mantener una incertidumbre honesta que salir a inventar historias y rascar las redes sociales para buscar datos irrelevantes.
El problema sigue siendo esencialmente responsabilidad de los comunicadores , no de una sociedad exhausta y aterrada que terminará votando a quien más sensación de seguridad pueda venderle. Es difícil decidir cómo va a empezar a estabilizarse una sensación enrevesada, pero el primer paso podría ser parar la mano, bajar un cambio... No echar más leña al fuego. En este momento, lo que la gente necesita es tranquilidad, no conjeturas.
ER EA