POLITICA
SEMANA 43 de 2011

Pacho Zelig sigue suelto

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A días de nuevo gobierno, verano abierto y tolerante trimestre de espera crítica, nuestra democracia aldeana permanece virtual, sin gente dentro. Es sólo picaresca. La urna alumbró su espejismo. “No quiero más realidad. Quiero promesas”, grita un graffiti. En momentos así, inquieta analizar el destino del país tanto como atisbar el destino de la especie. Y lo que indigna es el caretaje desmadrado. Y va que la realidad nos ofrece todo a la vez.

“Había una vez un hombre que tenía muy claro que una cebolla, un puercoespín y un tulipán eran parientes suyos...”. De ser científico así podría comenzar hoy un tratado de biología. De la galera genética no dejan de salir conejos y revistas como The Lancet y otras pueden leerse como lo que también parecen: literarias. El último pronóstico "serio" da como posible una moderada inmortalidad. ¿Viviéndola en plazos? ¿Pagándola en cómodas cuotas? ¿Autoconservándose en frío? Si la cinta Moebius de los genes guarda encapsulado el arenoso texto de nuestra pasada peripecia (y lo tengo comprobado en mi más íntimo neandertha ), ¿por qué no pensar en que darán con la brújula que ajuste dirección y duración de los tiempos por venir?

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Claro que primero habrá que celebrar el éxito de proyectos mayores. Y en este orden, nuestro país es hoy un laboratorio que sorprende el mundo. En el manejo social de los extremos las pruebas piloto dejan boquiabierto a suizos y envidiando a griegos. La canasta festiva Guiness a 11 pesos per cápita es logro de Moreno que ni Perón alcanzó. La inflación de tres velocidades es algo que en Europa no se consigue. Y la sacralización del populismo como el hecho maldito del país burgués una flor azteca que corta el hipo de Paul Krugman.

Pero hay todavía empresas de aliento mayor. Por ejemplo, dejarle a un mono con navaja el recorte de la historia nacional para que la reformule según su frívolo neocórtex se lo dicte. Tal el caso del mutante profesional Mario "Pacho" O'Donnell quien estos días entró a dirigir (nombrado por decreto) un ente que plagiará el modelo Billiken pero al revés, esto es, yéndose para los tomates del otro lado. Su objetivo será el de maquillar ciertos "relatos" del pasado para que calcen y coincidan con el sentido de los "relatos" del presente. Esto es aplicar al correlato de la historia el modificador individual Zelig O'Donnell al que tanto ejercita.

Suelo tener algún olfato para detectar estos animales impropios que diezman, dañan y engañan al amparo del dinero, el verso y la etérea prosapia de descender del caballo de un general español de origen inglés. ¿No será que habrá que hacer revisionismo del propio Pacho O'Donnell? De tan pulposo su curriculum se presta. Entre sus peligrosos bestsellers se cuentan "Escarabajos" (sic), ¿Lobo estás?" (sic) y "La seducción de la hija del portero", título que el "gorila" Borges le objetó filoso. "¿Cómo puso portero? Creo que en su caso debió titularlo "La seducción de la hija del encargado de casa de rentas" (triple sic).

Aclaro que no tengo relación alguna con su persona y que me fascina por lo metido que es. Porque lo que es meterse, Pacho O'Donnell se metió en todo. Tras una inicial admiración tilinga por la izquierda (su única valentía de señor bien) se entregó al medallero del poder que fuera. Fue polifuncionario alfonsinista, menemista ("El gran transformador" llamó al riojano), duhaldista, kirchnerista, ahora cristinista y, dada su experiencia en mutaciones, puede que hasta ya sepa en donde deberá "caer" en el 2015 para asegurarse Su Sitio en la demografría nacional.

Si algún incordio más nos faltaba era que alguien entrase a joder con un palito en el serpentario siempre sensible de la historia abuela, que, como la de todos los países, tiene tantas versiones como las de Rashomon. La del mega inefable Pacho se anuncia con título rompeportones: "Instituto de Revisionismo de la Historia Nacional, Popular y Federalista". Si necesitó tres adjetivos para definirlo es que el sustantivo hace agua o se le apagó de entrada. Y si entre los que aparezcan en la foto inaugural está Woody Allen, a no asombrarse. Es argentino.