CORONAVIRUS
En primera persona

Historias de cartoneros | En la ciudad de la pandemia, la guerra del cartón no admite tregua

La cámara los sigue y ellos cuentan su día a día en "cuarentena" con cuidados. Es simple: "El carro no para porque hay que parar la olla".

Cartoneros en cuarentena-Pablo Cuarterolo-20200601
Cartoneros trabajando en la cuarentena | Pablo Cuarterolo

En la Ciudad de Buenos Aires la cuarentena va... Y lo hace cargada de paradojas. Más flexible, pero más controlada, por ejemplo. Y allí, en la jungla de cemento, hay un grupo que también va... O mejor dicho, sigue sin parar desde el día uno del aislamiento: Son los cartoneros, hombres y mujeres que siguen tratando de subsistir como antes de la llegada del coronavirus porque nunca pudieron “parar el carro”. Y esto es literal.

Perfil recorrió la ciudad de la mano de nuestro fotógrafo Pablo Cuarterolo, y ellos lo dicen claramente: Si paran el carro no paran la olla. Más clarito, imposible

Nicolás es cartonero y nos cuenta que comienza a trabajar a las 7 de la mañana, cuando sale de Villa Soldati. “Y recién termino de recolectar a las once, once y media de la noche, así que no llego a casa hasta las doce y media más o menos”, asegura.

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Mientras la lente capta cada uno de sus pasos, en un fondo musical imaginario suena la canción "Cartonero", de Attaque 77 al son de “En la mañana desayuno las dudas que sobran de la noche anterior. Luego salgo a ganarme la vida temprano, haga frío o calor. Porque no hay tiempo de amargarse ni llorar por un pasar mejor. La prioridad es el plato en la mesa y como sea hay que ganárselo”.

Allí va Nicolás, en busca del material tan preciado: cartón y papel. Y si es papel blanco, mucho mejor porque vale más. “Y, calculá que el cartón lo están pagando 6,50 y el papel blanco, 14”, dice calculando mentalmente, como cada mañana, cuánto necesita juntar para pagar el pan suyo de cada día...

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Pero Nicolás no está solo. Tiene mujer y cuatro hijos, así que la cuenta suma demasiado. “Hasta que no termino de llenar el carro no corto. La verdad, ahora con el tema del coronavirus se está laburando mejor porque están pagando un poco más caro el papel y el cartón ya que hay un poco menos de gente recolectando, pero no mucho menos...", explica.

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Y aclara: "Yo tengo que juntar todo lo que pueda por mi mujer y mis cuatro hijos. Todo es para ellos. Todo lo que tengo se lo doy a mi familia. He llegado a pasar hambre, pero ellos comen sí o sí”, dice emocionado, pero sin quejarse.

“No, yo no me quejo, le pongo garra y trato de ganarme el mango, aunque el esfuerzo es mucho”, sigue Nicolás.

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Por otra parte, Nicolás dice que toma todas las medidas de higiene recomendadas. Usa guantes, tapaboca y una gorra, y agrega que, incluso, se hizo un test de covid-19 en un hospital, que le dio negativo.

“Me cuido porque yo tengo que estar bien por mi familia, sobre todo. Y la verdad, por suerte hay gente que me ayuda. Muchos vecinos ya me conocen y me guardan el cartón o el papel, a veces me acercan una vianda o me dan plata, y así me las rebusco”, agrega.

Los comercios también colaboran: "Muchos ya me conocen y me guardan material, por ejemplo dos locales de Farmacity, algunos supermercados Día y varios Café Martínez, entre otros, y eso ayuda...”, agradece.

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Claro que en el reino de las paradojas que hoy resulta el universo de la pandemia, la ley de la oferta y la demanda afila sus reglas.

“Si bien ahora con el coronavirus se paga un poco mejor el cartón y el papel, es más difícil conseguirlo porque hay muchos menos comercios abiertos. Se paga mejor pero hay menos...Y la gente que se dedica al cartoneo no bajó tanto...”, aclara Nicolás, reflejando la inflexible ley en lo que hoy más que nunca podríamos llamar “La guerra del cartón”.

Dejamos a Nicolás haciendo su trabajo y allí están Walter y Alejandro. Poniéndole algo de humor, Walter dice que se vio obligado a cambiar de vehículo..., y de vida. En sus espaldas, esas que hoy levantan bolsas de cartón, pesan 28 años de taxista, pero hoy el taxi es historia antigua.

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“No fue hace mucho que lo dejé. Fue en noviembre del año pasado. Tuve que dejar el taxi por el costo del alquiler del auto y la licencia... No me daban los números, no podía juntar la plata y me vi obligado a dejar. No nos quedó otra a mí y a mi mujer que empezar a cartonear los dos, y también mi papá”, cuenta Walter.

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Casa ya no tienen, de modo que duermen en un hotel. “Antes nos cobraban 400 pesos la noche y desde la pandemia, la dueña no nos cobró, pero desde este mes va a empezar a cobrar otra vez y aumentó a 650”, sigue Walter.

Y claro, como esto es Argentina, el rubro de los cartoneros no puede quedar exento de la viveza criolla. Y aquí, dicen tanto Walter como Alejandro y Nicolás, “hay mucho vivo”.

“Antes de la pandemia te cobraban por peso de la bolsa de cartón, te la pesaban y te daban la plata. Pero ahora te pagan 300 pesos la bolsa, así que sí o sí necesitamos dos bolsas para pagar el hotel y dos bolsas más para comer”, agrega el extaxista.

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En la charla, se repiten las frases que todos vivimos y escuchamos a diario, como “está todo carísimo”, “vas al súper con 500 pesos y no traés nada”, “todo aumenta”. Y a eso se suma un factor esencial:

“No tenemos heladera, así que tenemos que comprar lo justo para comer en el día”, agrega Walter, ya con su bolsa casi llena, lo que le indica que debe ir por más. Le faltan tres para, al menos, pasar un día con cama y mesa...

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Alejandro, por su parte, está más o menos en la misma. De hotel en hotel. “Fui a una parroquia porque me dijeron que daban viandas, en la calle Estados Unidos, pero cuando vas te piden el número de documento para así chequear que vivas en la zona porque si no, no te dan la vianda. Y yo en realidad vivía en la zona, pero tuve que cambiar de hotel, así que, chau vianda...”, explica.

¿Paradores de la ciudad? Sí, claro, Alejandro y sus colegas, en su gran mayoría, pasaron por allí, pero “entre que te roban todo y que ahora hubo muchos casos de contagio de coronavirus, perefiero no ir”, sigue Alejandro, el mayor de los protagonistas de esta galería fotográfica y cuyo rostro abre esta nota.

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La queja de los robos en los paradores es una constante, tanto en boca de los cartoneros como en las de los sin techo. Dos grupos que, en muchos casos, confluyen en uno.

Seguimos caminando las calles con ellos en busca de la joya más preciada para su subsistencia y Alejandro nos cuenta dónde y cuándo termina, en su caso, la ruta del cartón.

“Yo lo que recolecto lo llevo a la calle Sarmiento, justito a una cuadra del Konex. Ahí hay un empresario del cartón que llega con un camión y te paga 300 pesos la bolsa. Hay otros empresarios que paran en otras zonas, por ejemplo en Larrea y Córdoba, pero nosotros nos movemos con el de calle Sarmiento”, dice incluyendo a Walter y familia.

Faltan varias horas para terminar la jornada y mucha bolsa por llenar.

La cámara se apaga, la nota termina y también la misma canción de fondo, con su estribillo que dice: “Porque en la calle yo me recibí en el arte de sobrevivir. Revolviendo basura, juntando lo que este sistema dejó para mí. Y a los que manejan el país, a esa gente le quiero decir. Les propongo se cambien de lado un momento. Y a ver si se bancan vivir mi vida de cartonero... Mi vida de cartonero...”.

M.T. CP