ECONOMIA
Opinión

Gustavo Santos, ex ministro de Turismo: "Se necesita una reactivación consciente y colaborativa"

El Presidente de Fundación Pensar Córdoba promueve cupos para los atractivos turísticos. "El partidismo ciego no debe ser el palo en la rueda".

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Las Cataratas del Iguazú tiene 5 veces menos caudal de agua de lo normal. | Gentileza Ente de Turismo de Iguazú

Hoy estamos de cara a una temporada de verano ahogada en incertidumbres. Más que nunca, debemos ser capaces de gestionar su renacimiento y reestructuración a partir de la confianza y la proyección, garantizando un círculo virtuoso entre los destinos, los residentes locales y los turistas. Todo deberá ser más amable, más seguro, más confiable y más cercano. Tampoco debemos minimizar el enorme aporte que hace el sector a nuestra economía, siendo una actividad vital para miles de familias que viven directa o indirectamente del turismo en sus localidades, así como para la población general que reclama poder disfrutar de unas merecidas vacaciones. 

Desde hace más de 180 días, el sector turístico está sufriendo una profunda crisis, sumada a la falta de planificación y propuestas concretas para su reactivación o, por lo menos, supervivencia. Es triste ver fronteras cerradas, aviones en tierra, hoteles y restaurantes con actividad nula, entre otras postales de esta coyuntura. Por eso no me canso de repetir que es indispensable la generación de un protocolo de tránsito por la república, contemplando y cumpliendo todas las medidas sanitarias necesarias, pero que nos permita ejercer el derecho de movernos libremente por nuestro país. 

Sin duda, algunos hábitos nuevos generados por la pandemia permanecerán por mucho tiempo. Inevitablemente, en los primeros momentos, existirá desconfianza en un alto porcentaje de personas. Saldremos menos veces de nuestro país y lo haremos en general a locaciones cercanas. Pero para que eso pase, primero necesitamos sentirnos seguros. Fidelizar será una palabra clave, tanto para operadores como para destinos. La reconstrucción vendrá de a uno. Iremos donde nos den confianza, nos reconozcan y nos garanticen seguridad. 

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La población residente no será ajena a la reactivación o no de un destino turístico. Por el contrario, la interacción entre los destinos y sus habitantes se volverá crucial a la hora de replantearse el desarrollo de una locación. Incluso la relación local - visitante debe ser armoniosa, evitar conflictos y discriminaciones. Debemos luchar por una convivencia exitosa. El cuidado nos dará seguridad, la seguridad generará confianza y la confianza fomentará la tranquilidad que necesitamos para volver a viajar. 

Por eso, para recomponer el ecosistema turístico y lograr una temporada de verano posible, plena y satisfactoria para todos los actores, debemos abogar por una reactivación consciente y responsable. Un ejemplo es el caso de Europa, una prueba piloto a distancia, un futuro posible que nos ofrece nuevas formas de llevar adelante una apertura plena con foco en el turismo de proximidad. Vemos cómo fue posible mejorar la circulación y controlar la sobrecarga de los destinos, redistribuyendo el flujo de turistas a lo largo de la temporada, estableciendo turnos, protocolos y permisos especiales, que también permiten maximizar tanto los recursos disponibles como la experiencia del turista. Esto generó un alivio considerable, tanto para las economías locales y nacionales como para la propia población.

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Siempre dije que quienes primero se adecuen a esa nueva realidad, serán los ganadores. 

Para esto no sólo es necesario el desarrollo de protocolos efectivos sino también evaluar seriamente los cupos de los atractivos turísticos. Además de optar por destinos de cercanía, elegiremos alojamientos pequeños y reservados. Salvo aquellos edificios construidos específicamente con ese propósito, los demás deberán enfrentar el obstáculo creciente de los residentes. La reacción contra el “extranjero” será moneda corriente por un tiempo.

El turismo es una actividad maravillosa, responsable de fomentar un intercambio cultural constante que, además de sus beneficios económicos, a nivel humano nos vuelve más comprensivos, tolerantes y respetuosos. Sin embargo, pareciera que la pandemia ha sacado a relucir más conductas del “sálvese quien pueda” que de verdadera cooperación. Los que antes de la crisis del Covid-19 ya estimulaban el aislacionismo se deben estar frotando las manos.

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La duración de esta crisis será directamente proporcional al daño psicológico, económico y social de nuestras comunidades. En muchos países se ha definido a este tiempo como una guerra contra un enemigo invisible. Pero ese concepto bélico, bastante difundido hoy, encierra connotaciones múltiples; algunas positivas, otras no tanto, y muchas, francamente preocupantes. Frente a esto, no me canso de repetir que no hay forma de salir que no sea juntos, con una estrategia clara y plural, así como una mayor integración económica, científica, cultural y política. El aislamiento, el encierro y el partidismo ciego no debe ser el palo en la rueda del futuro.

Ese nuevo mundo exigirá la mayor creatividad del hombre, su poder de adaptación, pero también de transformación de la realidad. La transición hasta la desaparición del virus o la masiva aplicación de la vacuna será una tensión constante entre lo que fuimos y lo que no podemos ser. Entre lo que deseamos y lo que podemos. El espíritu humano nos dirá a su tiempo si puede resolver ese dilema. Por lo pronto, necesitamos que el Estado pueda ofrecer herramientas concretas para el sector, que los destinos y sus comunidades puedan potenciar su receptividad armoniosamente, que la seguridad y la confianza vuelva a ser la mejor moneda de cambio para reconstruir el turismo argentino. 

* Ex Ministro de Turismo de la Nación y actual Presidente de Fundación Pensar Córdoba