OPINIóN
Análisis

Gobernar a través de grupos de whatsapp es colapsar: la imaginación política y la acción colectiva bloqueada por las pantallas

El infantilismo del Presidente es un espejo de la clase política que vive encerrada en sus celulares, en fantasías de autoengaño y negando problemas estructurales. Milei es un síntoma de un sistema político disfuncional acelerando su colapso.

Sin título - Yue Minjun - 2005.
Sin título - Yue Minjun - 2005. | Cedoc

“Una sociedad que en sus más altos círculos y en sus niveles medios puede ser considerada una red de hábil ilegalidad, no produce personas con un sentido de responsabilidad moral; una sociedad que es sólo acomodaticia no produce personas con conciencia”...“producirá el operador avivado y el negocio dudoso. Bienaventurados los cínicos porque sólo ellos tienen lo necesario para triunfar”.
C. Wright Mills, La elite del poder, 1956.

 

1. La gestión pública del Estado fallido se hace por Whatsapp.

Dar órdenes a través de grupos de Whatsapp mientras el Estado está vaciado y paralizado, sin recursos y destruyendo sus capacidades, es una forma de negación de la realidad. La clase dirigente pretende solucionar la crisis existencial que amenaza la supervivencia del Estado con la reducción del Estado, desfinanciando lo público, debilitando la acción estatal y simulando que “atiende” un malestar social que sigue sin escuchar ni entender. Mientras tanto, ciertos sectores maximizan ganancias y oportunidades de expansión en donde el Estado se contrae. Fingir que se honra el mensaje electoral de descontento sin escucharlo con atención o entenderlo lo volverá más autolesivo y perjudicial. El ciclo de actos demagógicos de “escucha” y mayorías ansiosas sin una contención profunda puede ser letal para una comunidad política.

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La clase política finge, hace “cosplay” de antipolítica. El intenso y expansivo odio a la política profesional presente en la sociedad es actuado, “performado”, por la misma clase política que adopta un criterio de falsa eficiencia y destruye sus pocas y débiles herramientas de trabajo. Ese criterio la llevó a la actual situación de vacío institucional y fragilidad en la gestión pública. Mientras se requieren acciones institucionales con compromiso de largo plazo, todo lo que ofrece el sistema político es recorte de gastos, desprotección y corto plazo, por ende, más ansiedad social e impotencia pública.

La negación de la realidad, el deterioro cognitivo y el narcisismo patológico de “la casta” se ve en las mentiras autodestructivas en las que la mayoría de la clase política participa. Tratar de buscar consensos e información a través de las plataformas de marketing que llamamos redes sociales solamente se puede explicar por una necesidad patológica de atención. La democracia se muere en las redes sociales y la información se ahoga en un mar de gritos, ruido ensordecedor y sinsentido. Las redes sociales por diseño potencian la antipolítica, la indignación y la polarización. Solamente un narcisismo de la muerte puede llevar a reafirmarse hasta autodestruirse. Eso parece estar haciendo el sistema político en bloque desde que aceptó sin más la privatización de la “esfera pública”.

La acción política encuentra un obstáculo en las redes sociales, no un camino. Las redes sociales son un camino hacia el colapso para la acción política. La mayoría de los políticos se autodestruyen en redes sociales entre el cringe, el ridículo extremo, la autodelación y el descontento político que se transforma en deshumanización, en odio hacia los políticos y planes de acción desquiciados.

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Gobernar a través de plataformas debilita al Estado y fortalece a las plataformas que tomarán en el tiempo las funciones del Estado fallido. Dado que el sistema político no quiere regular a las plataformas, las plataformas terminan regulando el comportamiento y la salud mental de los miembros del sistema político.

La clase política pasa la mayoría de sus horas de gobierno en redes de chats en las que destruye sus propias capacidades cognitivas. Los políticos viven ansiosos y reactivos al Whatsapp, sin horarios de trabajo, sin descanso, sin capacidad de concentración, sin poder ver a sus hijos e hijas a los ojos -no hablemos de las/os ciudadanos, la gente, la sociedad-, en un estado de presencia ausente, de alienación y sobreestimulación excepcional. Llevadas al extremo, la desconexión que producen las pantallas es con el entorno social, con el entorno digital y con nosotros mismos.

La infantilización también se observa en la reproducción de rumores, operaciones, falsas noticias y acusaciones. La construcción colectiva de una reputación digital junto a los procesos de mentalidad de enjambre hace que muchos políticos participen sin frenos morales ni intelectuales en operaciones, falsas noticias, linchamientos, histerias colectivas y procesos de sugestión de masas. Se condena sin prueba desde la indignación moral. Así pierden la individualidad y el compromiso con la ley y valores intersubjetivos para sumarse a una práctica pasajera que genera disciplinamiento y daño social.

La virtualidad deshumaniza y reduce la conexión empática con quien tenemos detrás de la pantalla. En esa excepción no se puede gobernar con templanza, la sobreestimulación termina gobernando y los políticos meramente reaccionan y delegan, no piensan ni proyectan. La excepción termina gobernando a los políticos en lugar de los políticos a la excepción. Todos son incendios a apagar y el humo parece sofocarlo todo.

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La clase política quiere gobernar sin poder demostrar un módico autogobierno de sus emociones y ansiedades. Los problemas de salud mental que cruzan la sociedad están presentes con otra intensidad en la clase política, judicial y empresaria. Más allá de espectros y neurodivergencias, de este o aquel caso, la clase política parece haber olvidado que sin atención no se puede coordinar, sin paciencia no se puede construir. Con la ansiedad y reacción como respuesta condicionada, la excepción y la crisis los devorará y nos gobernará a todos.

El aislamiento es reforzado por los algoritmos y sus sesgos de confirmación. Con tendencia a la polarización, a que la hipersensibilidad contagie la interpretación de cualquier punto y coma, ni hablar de los emojis infantiles, con todo lo que venimos mencionando, la clase política vive infantilizada por las plataformas que construyeron una nueva forma de vida política alrededor de pantallas, lejos de la realidad, atrofiando la acción colectiva.

Todo el odio antipolítico se está expandiendo con la gestión del Gobierno de Milei en el Estado y las consecuencias de medidas lesivas no generarán una vuelta del respeto a los “políticos profesionales” sino traerán nuevos tipos de liderazgos, más místicos, mesiánicos y extremos junto a poblaciones entrando en cultos de crisis más delirantes ante un entorno exigente.

La apuesta de Milei es salir del colapso acelerando el colapso. El que sobrevive al colapso sigue jugando. Es un juego político de supervivencia. Habrá avances y retrocesos. Cien pasos para adelante, tres pasos para atrás. Todos los avances del gobierno serán retrocesos sociales e históricos que exigirán emociones y perspectivas adaptativas.

“Curar” con la palabra y sin recursos en política traerá más pensamiento mágico, más optimismo impostado, ilusiones en lugar de soluciones y cultos integristas de refuerzo de emociones sociales intensas que negarán la realidad con ataques a quienes se la quieran mostrar, incluso con cariño y respeto. El espiral descendente se justificará con visiones que apelen a “manifestar” la riqueza, el bienestar y la salud, a no ser “aguafiestas” explicando la relación causa-efecto. Los que quieran frenar propuestas dementes con “argumentos escépticos” y “pesimistas” serán un obstáculo a extirpar. La realidad no es un obstáculo para una clase política que se miente disciplinadamente a sí misma.

Sin título - Yue Minjun - 2005.
Sin título - Yue Minjun - 2005.

2. El colapso final de la Constitución es la dolarización.

En el corto plazo, la derrota definitiva de la clase política que no tuvo proyecto de país será la dolarización. En ese contexto, el Dios dólar aparecerá como la solución mesiánica a todos los problemas de los argentinos. Trump podrá colaborar en ello.

La batalla cultural del dólar ya está ganada hace décadas en la sociedad. La sociedad preferirá ser deliberadamente más pobre en dólares antes que mantener su capacidad de compra en los pesos que pierden valor. Pobreza profundizada pero estabilidad con el dólar como salvación versus el recuerdo de toda la angustia e inflación con la moneda propia.

La elite no quiere evitar el colapso en curso. La elite quiere usar el colapso para reformular la sociedad, apropiarse de recursos estatales y naturales, en tiempos de alta incertidumbre regional y global. Asegurándose jugar en una cancha inclinada se garantiza la derrota anticipada de toda resistencia que pretenda ser democrática en un sistema ya cooptado por el poder feudal y corporativo. Para el resto, tiene compra, captura, persecución judicial, destrucción de reputación y otras prácticas de aquellos que detenten el monopolio del uso de la violencia simbólica, estatal o paraestatal, pública o privatizada.

La sociedad argentina está quebrada en cuerpo y alma. Fragmentada y sin claros liderazgos partidarios. Los políticos reaccionan cada día a una agenda que no controlan y están sin imaginación ni propuestas de largo plazo. Los liderazgos que nacieron en la crisis del 2001 no fueron transformadores. Los más hábiles operadores de la crisis del 2001 fueron los factores de poder del bloque de poder económico. Ellos sí supieron construir mecanismos de crisis. Crearon la crisis y la resolvieron usándola a su favor.

El colapso de la dictadura corporativo-militar fue maximizado por la oligarquía que apoyó y delegó la violencia del terrorismo de Estado a la Junta -y retuvo para sí el rediseño con terror de la economía- al hacer pública la deuda privada como cereza de la torta de un proceso que reformó una matriz industrial y un modelo de acumulación.

El colapso de la convertibilidad fue maximizado por los que organizaron la convertibilidad, fugaron al exterior y después licuaron deudas con la pesificación. La política parlamentaria trabajó -reforma de la ley de concursos y quiebras mediante entre otras acciones ejecutivas- para los que fugaron, después dejaron colapsar la convertibilidad, construyeron primero el corralito, luego la devaluación y la pesificación asimétrica, con todo lo que eso implicó y sigue implicando para la Argentina.

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Ante un nuevo escenario, como ya lo hizo hace 40 años, como se hizo en el 2001, los grupos concentrados podrán actuar con menos resistencias aún y con más soltura en tiempos desafiantes. Viejas y nuevas oligarquías que incluyen a varios hijos de la democracia y grandes cuadros de los partidos políticos -críticos históricos de la oligarquía- hoy están sepultando la posibilidad de la democracia en una pobreza planificada.

La fantasía de autoengaño que tiene el sistema político es pensar que Milei es una anomalía, un hiato “que no pudimos ver” y no el hijo no reconocido de la elite y de su carencia de proyecto de largo plazo. La clase dirigente no reconocerá que Milei es el lógico resultado de sus 40 años de inestabilidad económica, democracia deficitaria y corset de tramposa deuda impagable.

Muchos políticos se sienten “más” o “mejores” que Milei aunque claramente ellos son tan -o más- responsables institucionalmente. En algunos casos son mucho más responsables, dado que estamos hablando de 40 años de función pública en cargos ejecutivos, representativos y otras prácticas conexas en todo el sistema federal. Milei es pasajero aunque su daño puede ser de largo plazo. El bloque de poder político y económico que lo apoya y ayuda a gobernar es permanente. Un sistema institucional que permite que una figura pasajera haga un daño permanente, no es un sistema constitucional real con diques de contención y frenos institucionales.

El sistema político y económico es irresponsable e incapaz. Al no poder construir un sistema de frenos y contrapesos razonable para estabilizar el juego institucional cada gobierno aportó inestabilidad y leña al fuego de la crisis cíclicas. La Corte Suprema, las Cortes Supremas provinciales, nunca fueron un freno para ningún Poder Ejecutivo que quisiera malvender el patrimonio público de la Nación o de las provincias. Lo que sí fue es un guardián de los privilegios de las corporaciones y una fiel garante para que se puedan quedar con recursos naturales estratégicos de la Nación, fumigar a niños en escuelas rurales en varias provincias y contaminar el mar o los ríos sin consecuencias, entre otras prácticas que se profundizarán.

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La sociedad abandonada por la clase política será víctima de su propia ansiedad y carencia, será carne de cañón de narcos, demagogos potenciados y autoritarios hábiles, corporaciones y otras tribus con iniciativa para parcelar todo con violencia real y brutal. Lo estatal será desguazado en el desarmadero de la elite, profundizando el colapso social en proceso. La fortaleza de la nueva estatalidad controlada por las necroelites y corporaciones será directamente proporcional al colapso social vivido por la sociedad que proyecte un futuro con derechos e instituciones propios de un Estado de derecho democrático sin estar dispuesta a luchar por todo ello.

3. Manual de la Constitución colapsada.

La Constitución colapsó hace tiempo. Los derechos constitucionales y la misma democracia se pueden derrotar a través de la economía. La deuda externa, la deuda privada hecha pública fue una reforma constitucional en 1982. La dolarización será otro mecanismo de dominación económica. En el manual de la Constitución colapsada las instrucciones dicen que podés hacer cosas abiertamente inconstitucionales y que los políticos profesionales que ahora gritan “inconstitucional” son aquellos que dejaron las instituciones placebo que nunca sirvieron para controlar lo manifiestamente inconstitucional. Comenzando por la redacción de la misma Constitución en este punto parece ser “extrañamente” imperfecta, dislocando el Art. 82 del 99 inciso 3 y 76 respectivamente. Violar la Constitución no tiene consecuencias ni control alguno posterior. La Corte Suprema lo sabe bien cuando sigue administrando el dinero de todo el poder judicial en contra de lo que dice el Art. 114 inciso 3 de la Constitución desde 1994.

Ninguna fuerza política construye instituciones que perduren más allá de su cortoplacismo espasmódico. La eterna refundación del orden institucional en Argentina es un huracán destructivo y empobrecedor.

La muerte lenta de la democracia necesita de los partidos políticos en estado zombie, sin valores ni principios, sin debates internos profundos, con juventudes igual de cínicas y violentas a las dirigencias que sólo acumulan negocios y relaciones con instituciones en decadencia, usando a “personalidades públicas” y “dispositivos mediáticos” que ni siquiera son realmente radicales o peronistas, demócratas o republicanas, de izquierda o derecha, sino que son narcisistas patológicos con una necesidad de autoafirmarse sin límite.

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Muchos de los que gritan “inconstitucional” son los que después de 16 años de gobierno no dejaron un sistema judicial con jueces capaces de declarar inconstitucional un decreto o una ley evidentemente inconstitucional. El poder judicial nunca va proteger derechos de la sociedad. Únicamente va a proteger los derechos de los que acceden al sistema. El poder judicial construye privilegios judicialmente reconocidos a cambio del pago de una suma de dinero. En el Estado de derecho colapsado, los abogados serán las excluyentes puertas que permiten acceder a privilegios, destruyendo la idea de derechos accesibles y universales. Para acceder a mejores derechos vas a tener que pagar.

La abogacía opera como una plataforma tecnológica. Tenés derechos “gratis” pero para extenderlos y acceder a mejores y más derechos podés/tenés que pagar por status de usuario (en dólares). Lo que se verá en las próximas décadas es una contracción de la abogacía de clase media y el surgimiento de la para-abogacía, los abogados de narcos, secuestradores y fuerzas parapoliciales. La paraestatalidad corporativa y narco traerá para-abogacía que sin duda ya estaba inmersa en el sistema penal que usa el garantismo constitucional para los que pueden pagar consideración judicial a través de operadores.

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El bloque político dejó un sistema de control de decretos (Ley 26122) que hace aproximadamente 18 años (como sostuvimos) es inconstitucional, contrario al dislocado Artículo 82 de la Constitución. La Corte durmió todo este tiempo un expediente sobre esa inconstitucionalidad evidente. La misma Corte con la que se negoció no una reforma sino dos reformas judiciales en 2006 y 2013.

El posible populismo judicial de la Corte Suprema contra Milei no quitará todo lo que la Corte Suprema peronista ya aportó al gobierno de Milei y a la crisis del sistema político. La Corte Suprema en sus últimas tres presidencias aportó mucho a la decadencia hoy acelerada. Con los cambios de criterios jurisprudenciales, el debilitamiento del Consejo de la Magistratura y las guerras judiciales selectivas contra las provincias contribuyó a la deriva institucional en curso.

Después de 70 años de inestabilidad económica e inflación, la sociedad argentina está preparada para la dolarización a cualquier costo. Incluso en contra de lo que dice la Constitución. Una Constitución que en las próximas décadas ya podremos considerar de facto derogada por una práctica política y judicial que parece ignorarla, cumplirla o violarla cínicamente cuando le conviene para maximizar utilidad.

Yue Minjun - Olas sin límites - 2023.
Sobre los tsunamis de salud mental y deterioro cognitivo - Yue Minjun - Olas sin límites - 2023.

4. Padres sin autoridad e hijos nihilistas: hacia la violencia sin sentido.

La crisis de autoridad cruza a madres, padres, docentes y políticos. Existe una conexión fuerte entre la fragilidad de autoridades familiares, madres y padres, docentes, infancias, autoridad política y políticos/as profesionales. Padres sin autoridad e hijos nihilistas que quieren ser influencers: o sea, performar, actuar, simular vidas y valores frente a cámaras, como los políticos pero para otras audiencias.

Padres abandonaron a una generación a los dispositivos y no pueden separarlos de ellos una vez que sus conexiones neurológicas se volvieron adictas a una infancia de pantallas. Una generación de padres infantilizados y niños ansiosos, todos en un contexto en el que la supervivencia se vuelve prioritaria.

Las clases podrán comenzar en este 2023. Las escuelas abrirán. La educación es otro tema totalmente diferente. Que una generación quede librada a su ansiedad y a los dispositivos que les hacen un daño irreparable en sus capacidades cognitivas dice que tendremos problemas educativos, de salud mental y de atención por décadas. La distracción es un problema de todas las edades y todas las generaciones. Un horizonte de pantallas construirá un tsunami de deterioro cognitivo.

Memento mori democrático: nos olvidamos que las democracias pueden morir

La pubertad se adelanta porque los niños -en lugar de salir a jugar- ven el contenido hecho por adolescentes pero la infancia se hace eterna porque todos quieren ser jóvenes y lindos para mantener un status imposible de mantener en el tiempo. Los adolescentes nunca maduran porque nunca pueden descentrarse, nunca hacen el duelo con la infancia, son niños adultos para siempre.

Los padres entregan a sus hijos a un futuro horrible y miserable, de pobreza y crueldad, de violencia y cinismo. Los padres son los responsables, los adultos infantilizados que no quieren construir una autoridad y hacerse respetar como padres. Padres paranoicos que no dejan que sus hijos desarrollen resiliencia y antifragilidad, que se caigan y que se levanten, en definitiva, que crezcan y desarrollen su propias fortalezas y herramientas.

Los docentes temen desaprobar, los profesores no pueden decir lo que piensan en las aulas. Hay autoridades que quieren ser esos adultos aniñado que abandonan sus rol profesional, toda ética, convicción y responsabilidad.

Como en otras décadas en la historia argentina reciente, el caos social y económico en un contexto de guerra cultural e identitaria entre la demencia y la crueldad, por izquierda y/o por derecha, construirán un orden autoritario. Las audiencias que defienden la democracia y los derechos, la libertad de expresión, se están reduciendo, se están achicando, son clara minoría. En cambio hay más audiencias para la autoafirmación en la atrocidad y en la violencia directa contra el otro. Los necro-influencers que se pueden ver construyendo las patrullas de demencia y de cancelación, cruzados de una moral impostada defendiendo las políticas de la muerte, humillando y escrachando, destruyendo reputaciones y linchando en grupo, progresistas reaccionarios y libertarios autoritarios. Construir prestigio destruyendo reputaciones es una práctica clásica en la historia política, desde las caza de brujas y purgas sociales.

La crisis política y económica es también una crisis educativa. Ansiedad, crueldad, soledad, polarización, todas las emociones gobernando el caos en expansión podrían haberse intentado contener si eran tomadas en serio en lugar de ser relativizadas como hizo el gobierno anterior, en lugar de manipularlas como hizo el resto de un sistema político de una forma irresponsable y lesiva.

La negación de una clase política atrapada por las pantallas nos llevó a una encrucijada existencial. Poner un freno a la adicción de las pantallas es un primer paso -necesario pero no suficiente- para afirmar la comunidad, la salud mental y la vida.

 

Lucas Arrimada es docente de Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho.