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Vacío de poder: ¿Argentina al borde de una Revolución?

Muchos anhelan un proceso revolucionario, es decir, un proceso que rompa con el régimen actual para que resurja un nuevo país. Sin embargo, lo que viene después no es un cambio tan radical y, si lo es, alimenta un caos que después no logra apagar.

Movilizaciones y cortes por manifestaciones
Movilizaciones y cortes por manifestaciones | Twitter Prensa ATE y capturas de videos

En Argentina hay una sensación de que todo está mal: la economía, la seguridad, la educación, la salud. Cualquier cosa que se circunscriba al ámbito público no sirve, no funciona; por ende, hay que destruirlo. A la vez, toda esta nube oscura está signada por otra sensación: el vacío de poder.

El vacío de poder es aquel estado en el cual no existe autoridad política que dé respuestas a su situación actual. Esto se puede dar por diversos factores, por ejemplo, la pérdida de legitimidad, la incapacidad de acción, un poder muy fragmentado y/o el desgaste de la autoridad política misma.

Hemos tenido, en nuestro país, diversos momentos donde el vacío de poder se hizo presente, seguido de un proceso caótico -hasta a veces sangriento-. Por poner ejemplos: la independencia de nuestro país, los distintos golpes de Estado, diciembre del 2001. Son todos hitos donde el vacío de poder se hizo presente en nuestro territorio, acompañado de un “proceso revolucionario”.

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No existe Revolución sin vacío de poder. A lo largo de la historia de la humanidad esto es un hecho, podemos decir que hasta es una ley universal de la historia. Referido a lo anterior, una Revolución podrá ser llevada a cabo si y sólo si existe vacío de poder. Algo así escribí hace dos años para este sitio: “la crisis política que hay en Argentina genera las condiciones necesarias para el crecimiento de un líder”. 

Esta crisis política es lo que engloba las causas de la sensación de vacío de poder.

Ahora bien, ¿la Revolución supera o convive con este vacío de poder? Es una pregunta muy difícil de responder. Podríamos decir que, si la Revolución es simbólica, es decir, se hace dentro del sistema, tiene más oportunidades de transitar en un período pacífico (como el fenómeno que vivimos en 2001-2002). 

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En cambio, si la Revolución es antisistema y se propone cortar de cuajo con lo anterior, tardará un tiempo para que este vacío deje de ser tal. A su vez, este período puede ser más cruel que el antiguo sistema.

¿Cómo se lee el fenómeno libertario dentro de todo esto? Pues, si bien considero que el candidato libertario no está dispuesto a llevar a cabo una revolución real -como Robespierre o Guevara-, sí creo que representa un sector de la sociedad harta de este sistema. Una gran parte de la población sostiene que se deben terminar de raíz los problemas de Argentina.

Muchos anhelan un proceso revolucionario, es decir, un proceso que rompa con el régimen anterior para que resurja un nuevo país. Ese régimen anterior -que hoy es actual- está lleno de fantasmas que no son tales y, en efecto, así como el “feudalismo” era la palabra con la que se caracterizaba al Antiguo Régimen francés, hoy podemos decir que el “kirchnerismo” es la que caracteriza el régimen argentino actual.

Pero hay que hacer una salvedad: ni el Antiguo Régimen era tan feudal y absoluto como lo creían los revolucionarios franceses -y luego los postmarxistas-, ni en la actualidad el kirchnerismo es el del 2007. Y paradójicamente en el caso francés, el resultado de la Revolución terminó siendo más absoluto que lo que prometió romper.

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El kirchnerismo también se presentó como revolucionario, se comprometió a recuperar esa Argentina del primer y segundo peronismo. Una especie de volver a ese pasado robado por la derecha oligarca y neoliberal. Una revolución entendida como “re-vuelta”: volver a lo que se perdió. 

Mientras que los “libertarios” -entre muchas comillas, pero es tema de otro artículo- proponen la Revolución entendida como la francesa: romper todo lo anterior e inventar el mundo nuevo, la regeneración del hombre en nombre de la Libertad.

El spoiler de esta película es que crear el mundo nuevo es falaz porque es imposible: toda Revolución es un proceso de cambios y permanencias, no de ruptura radical y cosa nueva. 

Sin embargo, las revoluciones son tan necesarias como costosas, es una forma que las personas tienen de definir un problema e intentar resolverlo. Pero, en el ámbito público -podemos decir político también-, toda Revolución radical alimenta un caos que después no logra apagar. 

Claramente no sabemos el futuro y si lo supiéramos el mundo sería determinado, por ende, no podríamos hacer nada por evitarlo. Sin embargo, más que ver si un posible gobierno de Javier Milei será o no revolucionario, empecemos a preguntarnos por qué no podemos resolver el tema del vacío de poder. 

Hambre en Argentina hubo en varios períodos y se resolvió de diversas maneras, ¿pero el vacío de poder? ¿Por qué en los dos últimos siglos Argentina intenta resolver el vacío con populismo? ¿No es tirar nafta al fuego?