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Día 58: Los fachos salieron del closet

La reivindicación de la represión policial por parte de figuras como Agustín Laje ilustran una especie de "orgullo facho” que comienza a aflorar, una tendencia que desafía consensos democráticos y sociales. El análisis de Jorge Fontevecchia.

Escena del despliegue policial en Congreso durante la discusión de la ley ómnibus
Escena del despliegue policial en Congreso durante la discusión de la ley ómnibus | NA

En los últimos años, con la expansión de la corrección política, la mirada pública tendía a condenar discursos que estuvieran por fuera del registro de lo aceptado por el progresismo. Sin embargo, en el último tiempo -en particular desde la interrupción de Javier Milei en la política nacional e in crescendo desde su llegada a la presidencia- volvieron a instalarse con extrema liviandad dichos y modismos que corresponden a una lógica más extrema. Por eso, para analizar la expansión de este tipo de discursos, abrimos el programa de hoy con la canción “Fachos” de León Giecco.

Hace años, la palabra “orgullo” se asocia al movimiento de las comunidades LGBT, es decir a las minorías sexuales y colectivos de identidades de género como gays, trans, travestis y personas no binarias, y hoy podemos decir que hay un “orgullo facho”. Hablar de “orgullo” o de salir del closet, refiere a la necesidad de una auto reivindicación frente a la burla, la negación o el odio del otro. Los gays por ejemplo, eran expulsados de iglesias, de ejércitos, de familias, de trabajos y eran golpeados y discriminados por el solo hecho de ser quienes eran. La lucha y la visibilización de estos sectores, de alguna manera, logró que el sentido común fuera más inclusivo con estos colectivos, de lo que era hace unas décadas.

Ahora, ¿se puede tener orgullo o salir del closet por lo contrario, por ser de un colectivo, ya no de género, sino político que discrimina, odia y ejerce violencia sobre minorías? La “nueva derecha”, por ponerle un nombre, tiene en su estrategia similar, a la de las comunidades LGBT, que con sus marchas del orgullo llenas de autorevincidaciónes mostraban cuerpos desnudos y manifestaciones que la sociedad al principio no toleraba y luego fue aceptando. Sin embargo, el fin de esta estrategia llena de exhibiciones de discursos de odio y discriminatorios busca el fin opuesto: el único colectivo que busca liberar, es aquel de los “políticamente incorrectos”, que no es más que los valores conservadores de derecha que fueron minoría en los últimos años.

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El influencer y escritor de extrema derecha Agustín Laje, uno de los soportes intelectuales de Javier Milei sería el ejemplo de esta actitud que en algún contexto puede parecer desafiante. Pero también es símbolo de una nueva situación social. Veamos lo que dijo esta semana sobre la represión en el Congreso.

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En un video subido a sus redes sociales afirmó que sentía “regocijo” al ver cómo la policía reprimía a los manifestantes frente al Congreso, y que era algo “agradable de ver”. “Nos ponemos de pie y aplaudimos a cada policía que ha utilizado su escopeta y balas de goma para impactar sobre la piel de estos delincuentes y los animamos a que sigan haciéndolo, estos tipos lo que se merecen son balazos”.

Habría que decirle que esas balas de goma fueron utilizadas contra varios periodistas. Ayer, en este mismo programa, entrevistamos a tres

El video de Laje se viralizó porque desafía los consensos democráticos. La represión a la protesta social no tiene consenso social. Tal vez, el último gran ejemplo de esto fue el efecto de adelantamiento de las elecciones luego del asesinato de Kosteky y Santillán bajo el Gobierno de Eduardo Duhalde o los cacerolazos que marcaron el principio del fin del Gobierno de Macri, luego de la represión en el Congreso el 18 de diciembre de 2017, cuando se discutió la reforma previsional.

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Siempre hubo personas de derecha que permanecieron en silencio, mientras se edificaba el consenso democrático en contra de su ideología. Elisabeth Noelle Neumann, la politóloga alemana, habla del concepto de “espiral de silencio”. Las personas, cuando creen que su discurso es contrario a la mayoría, lo inhiben, lo reprimen, lo guardan, y en el momento que creen que su discurso no va a ser censurado, reaparecen, como saliendo del closet.

El golpe del ‘76 tuvo más consenso que el que la misma sociedad post Alfonsín pudo reconocer. Además, tal como señala el antropólogo Pablo Semán, en su último libro, existe una camada de jóvenes crecieron varias décadas después de la última dictadura, y motivados por su oposición al kirchnerismo y la partidización de los reclamos de derechos humanos, empezaron a absorber ideas de derecha y a generalizar una reivindicación del proceso. Esas generaciones que se habían mantenido en silencio durante años, lograron agruparse, primero de manera minoritaria, alrededor de personajes como Agustín Laje y el youtuber que se hace llamar El Presto, y luego fueron revirtiendo esta mayoría progresista para llegar al momento actual en el que Javier Milei es presidente. Milei tomó ese discurso, lo hizo propio y considera a Laje como un intelectual de referencia.

Agustín Laje junto a Javier MIlei.
Agustín Laje junto a Ramiro Marra y Javier Milei en la Feria del Libro.

Vamos a ver otras manifestaciones de exabruptos de derecha que constituyen esta suerte de batalla cultural que ellos plantean estar dando. 

En una entrevista en A24 durante el año 2021, causó polémica al decir de los libertarios: “somos superiores moralmente, somos superiores estéticamente, somos mejores en todo”.

La idea de superioridad estética es una idea directamente nazi. No hay superioridad en la estética de las personas, hay gustos, convenciones que varían en cada cultura y en cada momento histórico, pero nadie es mejor estéticamente que nadie, de manera intrínseca y esto es fácilmente comprobable. Si tomamos, por solo poner un ejemplo, la belleza de la mujer como parámetro. En el periodo del renacimiento, el canon de belleza era más bien estar pasada de peso y actualmente es todo lo contrario.

Pero estos exabruptos no solo hablan de discriminación o represión a protestas sociales. El actual secretario de culto, Francisco Sánchez, que había pedido la pena de muerte para Cristina Kirchner.

En el 2022, el funcionario dijo: “Lamentablemente, en Argentina hace mucho que se ha abolido la pena de muerte”.

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En cualquier otro tipo de Gobierno, luego de decir semejante barbaridad, Sanchez no habría asumido ningún cargo. Sin embargo, es posible que Milei y sus asesores entiendan como parte de esta estrategia de batalla cultural de derecha, este hombre tiene que estar en un puesto destacable.

Un caso similar puede ser el del pasado nazi del procurador del Tesoro Nacional, Rodolfo Barra. Yo en particular lo considero diferente, porque él ha pedido disculpas, y me parece que el pedido de disculpas hace que el hecho se modifique totalmente. Mi perspectiva frente a él es distinta porque cualquier persona tiene derecho a equivocarse y luego pedir disculpas, y mucho más en el caso de un hombre que fue nazi cuando tenía sólo 15 años.

Hay un furcio que tuvo el ex candidato a gobernador de Tucumán, Ricardo Bussi, que llamó accidentalmente Hitler a Javier Milei.

Esta nueva derecha de la que el Presidente es parte, tiene al “Libro negro de la nueva izquierda”, obra de coautoría de Agustín Laje y Nicolás Marquez como una biblia de la llamada “batalla cultural”. Este libro plantea que, si bien la izquierda fue derrotada con la caída del Muro de Berlín, la “nueva izquierda” logró reinventarse y apropiarse del sentido común transformando parte de los valores de occidente.

Según Laje y Márquez, la nueva izquierda ya no secuestra empresarios, sino el sentido común, ya no toma fábricas sino cátedras universitarias y ya no utiliza armas de fuego como el Che Guevara, si no que usa nuevas “armas”: el garantismo jurídico, el indigenismo ecológico y fundamentalmente, la ideología de género.

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Este último concepto es tal vez el que más enoja a estos neoconservadores, protofascistas, hoy llamados libertarios. En buena medida, este movimiento es una reacción al auge del feminismo, acá representado por el movimiento NiUnaMaenos y la marea verde por el aborto legal, aunque es un fenómeno mundial. Según Laje y compañia, la ideología de género es un concepto utilizado por la nueva izquierda, también llamada marxismo cultural, para subvertir los valores hetero mononogámicos occidentales. Supuestamente, la ideología de género fue creada por intelectuales de izquierda para influir en sectores de clase media y es financiada por organismos internacionales para fomentar el control de natalidad planificada. Sí, así de absurdo y conspiranoico como suena.

El cambio climático también sería un invento del socialismo para estos sectores, lo dijo el propio Presidente en una entrevista por stream. De esta manera, con mucha presencia en redes sociales, la actuación permanente de estos influencers neoconservadores y el fracaso de gobiernos democráticos o que se autocategorizaban como progresistas, la extrema derecha fue captando la atención de la juventud, algo que en general era patrimonio del kirchnerismo y la izquierda marxista.

El feminismo es una lucha transversal a todas las clases sociales y a todos los partidos políticos. Es, al contrario de lo que pretende mostrar Laje, una síntesis del debate en la sociedad. A la ley de interrupción voluntaria del embarazo, la votaron diputados kirchneristas y de izquierda, pero también del PRO, de la UCR y hasta Pichetto, hoy aliado del Gobierno, y vale aclarar que Cristina Kirchner se oponía a la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.

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Las sociedades se vuelven progresistas, por la lucha de minorías y ciertos colectivos, pero también por sociedades que debaten, leen e intercambian. Cada uno se enriquece con la razón del otro, y cuando se produce un debate, gana el que pierde, porque se lleva la razón del que ganó. El odio y la discriminación de ideologías cercanas al fascismo se explican más por la frustración social y la ignorancia que por un corpus de ideas doctrinales. “Al fascismo se lo supera leyendo y el racismo se cura viajando”, es una frase que se le atribuye al filósofo existencialista Miguel de Unamuno que tal vez nos pueda ayudar en estos momentos en los que parece que estas ideas de discriminación y odio prenden tanto en la sociedad.

El filósofo Theodor Adorno en sus Escritos Sociológicos escribió “Estudios sobre la personalidad autoritaria”. Adorno murió en 1969 y no alcanzó a vivir el resurgimiento de la extrema derecha popular, pero tenía claro que “ninguna otra tendencia político-social supone una amenaza mayor a nuestros valores tradicionales e instituciones”.

Allí, el filósofo de la escuela de Frankfurt plantea un diagnóstico del “fascismo potencial”. Adorno sostenía que “estas ideologías tienen para distintos individuos diferentes grados de seducción, dependiendo de las necesidades del individuo y el grado en que se están viendo satisfechas o frustradas”. Más allá de distinguir “la ideología-en-disposición” (receptividad ideológica) de la “ideología-en-palabras-y-acción” sostenía que “las fuerzas de la personalidad no son respuestas sino disposiciones a la respuesta: que una disposición se haga o no expresión abierta, depende no solo de la situación del momento sino de otras disposiciones que se hallen en oposición a ella”.

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Por ejemplo, “patrones de la personalidad que han sido descartados como ‘patológicos’ porque no sintonizaban con las tendencias manifiestas más comunes o los ideales dominantes dentro de una sociedad, han resultado ser meras exageraciones de lo que estaba de forma universal bajo la superficie de la sociedad. Lo que es patológico hoy puede convertirse en tendencia dominante mañana, con el cambio de las condiciones sociales”.

“El hecho de que la propaganda antidemocrática se vaya a convertir o no en fuerza dominante, depende de los intereses económicos más poderosos, de si estos, siguiendo o no un plan consciente, hacen uso de esta estratagema para conservar o ampliar su estatus dominante”.

El discurso con el que abríamos de Agustín Laje se inserta plenamente en esta lógica. Brinda contenidos a una tendencia que existe en la sociedad. No por casualidad Argentina tuvo golpes de estado desde 1930 hasta 1983. No nacieron de un repollo, la sociedad civil los apoyó en un porcentaje importante. 

La racionalidad política, la educación, los debates abiertos son un posible antídoto. Esencialmente, se trata de proponer una ética diferente: trascender el plano moral y llevar lo que está del lado de las pasiones al mundo de las ideas. Discutir ideas entre todas las tendencias, porque todas tienen derecho a existir y ser respetadas.

FM