MODO FONTEVECCHIA
ELECCIONES 2023

Diana Maffía: "No es el momento de votar en blanco"

La filósofa criticó la estética violenta en LLA que amenaza la convivencia democrática. "El resultado es muy incierto y tenemos que tomar responsabilidad", expresó.

Diana Maffía
Diana Maffía | Twitter

Diana Maffía, filósofa argentina, analizó la dicotomía electoral del país, que se presenta como una lucha entre el bien y el mal. “No hay neutralidad posible porque cualquier cosa que decidas va a tener una consecuencia inmediata en tu entorno personal y en el entorno social”, afirmó en  en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).

El dilema, en esencia, plantea dos lemas, ¿qué pasa cuando no nos gusta ninguno de los dos lemas?

El problema moral es poder evaluar esas condiciones, que no han sido las elegidas de antemano por nosotros.

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Tiempos difíciles para la racionalidad

En las PASO cada quien eligió lo que le parecía mejor, más cercano a sus expectativas. En la primera vuelta ya hubo condicionamientos a partir de las probabilidades que se dieron a partir de los resultados de las PASO. Quizás esas probabilidades modifican esa evaluación que hicimos de lo mejor, lo peor, lo bueno y lo malo.

Creo todavía en la racionalidad humana cuando elegimos cursos de acción, cuando elegimos algo que no es simplemente un producto de consumo, sino algo que va a tener efectos sobre nuestras vidas en común. Son tiempos muy difíciles realmente.

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Me sorprendió, y creo que sorprendió a la gente de Perfil cuando me llamaron para proponerme la columna, las reacciones tan virulentas por el hecho de no considerar que seguía siendo una elección entre el bien y el mal. Cada fracción se considera a sí misma el bien y a la opuesta como el mal, así se está planteando el territorio de la disputa.

No se está planteando ni con matices ni desde el punto de vista de la ciudadanía, yo creo que es por eso que es tan imprevisible el resultado.

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Hay una diferencia entre la dicotomía entre el bien y el mal, si tal cosa existe como planteo absoluto, y entre mejor y peor, que es una cuestión de grado. ¿Qué nos dice la filosofía sobre esto?

Creo que el bien absoluto sólo puede tener una definición dogmática. Para algunos sujetos alguien puede encarnar el bien absoluto porque dogmáticamente se niega a ver cualquier matiz. Es muy difícil pensar entre el bien y el mal.

Incluso recuerdo cuando discutíamos, a fines de los ‘70 con Carlos Nino esa idea kantiana que retoma Hannah Arendt de “mal absoluto”, que luego utilizó para pensar cuál podría ser la estrategia en el Juicio a las Juntas.

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Hablábamos de la dictadura militar genocida con ese concepto de mal absoluto, no solamente por las acciones, sino porque todo el Estado estaba captado en ese absolutismo de ejercicio arbitrario de la violencia.

La idea de mal absoluto a veces está ligada a esa evaluación política. Pero ni siquiera esa evaluación política puede ser sostenida de manera uniforme por toda la población. Estamos en un momento de negacionismo donde algunos dicen que aquello fue una guerra, entonces hubo que tomar medidas urgentes.

Todo un contrarrelato muy diferente, que muestra que ni mal absoluto ni bien absoluto puede ser algo que condense a toda la población, salvo que tengamos mecanismos muy violentos para impedir cualquier disenso. Pero en un sistema democrático, lo más probable es que tengamos grados.

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No es solamente una cuestión de razonamiento, de evaluación de probabilidades. Tiene que ver también con las preferencias morales, nuestros deberes frente a la sociedad, la posibilidad de extender lo mediato hacia el futuro y pensarlo de manera realizativa, de qué manera va a ser la sociedad con los valores que determinada fuerza política está difundiendo. Entonces, la evaluación es sofisticada y difícil.

Es probable que aquellos que hayan votado en primera vuelta a alguno de los dos candidatos que quedaron en segunda vuelta repitan su voto, aunque ni siquiera esto es seguro, porque cada gesto político y público va entrando en esa evaluación y moderando el enojo colectivo. Ese enojo colectivo que ha hecho reaccionar muchas veces de una manera impulsiva y no evaluativa.

Siempre mi idea es que podamos dialogar en política, aún dentro de las diferencias. Yo dialogo con personas con posiciones absolutamente diferentes y siempre trato de hacerlo de manera respetuosa, pero no es el estilo ni de las redes ni del modo en que se tratan los políticos en este momento.

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¿Qué opinás de la neutralidad? 

Es una pregunta súper interesante, porque, en parte, dentro del Estado moderno y los modos en que se planteaba la postura pública en determinado tipo de disciplinas, como la ciencia y el derecho, la idea de neutralidad era un valor, porque evitar todo sesgo subjetivo permitía supuestamente tener posiciones más objetivas, dando una visión supuestamente objetiva que podría universalizarse.

Lo cierto es que la subjetividad no se puede apagar, y que un conjunto de sujetos muy poderosos, compartiendo sus sesgos subjetivos, pensaron que no tenían ninguno, pero los tenían, solo que, como los compartían, no eran visibles.

Cuando comienzan a ingresar a la ciudadanía otro tipos de sujetos que habían quedado marginalizados, como el caso de las mujeres, tenemos que explicitar que los sesgos de esas subjetividades deben ser también explicitadas. Nosotras proponer otro tipo de subjetividades que también deben ponerse en juego.

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Todo esto hace de la vida política y pública una enorme polifonía. En lingüística, polifonía es cuando vos utilizás un concepto que resuena en la mente de la otra persona en conjunto con toda una enorme otra cantidad de sentidos.

“Libertad” es una palabra que está, en este momento, tan denigrada, usada de manera irresponsable, siendo un valor básico de la democracia, disputados esos sentidos, pero no aclarado a los no consensuados, no meditando colectivamente. 

No hay neutralidad posible cuando tu subjetividad tiene que estar puesta en juego porque tenés que estar permanentemente evaluando incluso la credibilidad de aquellas palabras básicas de la democracia como “libertad”.

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Así que creo, no solamente por la disputa radicalizada en términos políticos que tenemos actualmente, que no hay neutralidad posible. No hay neutralidad posible porque cualquier cosa que decidas va a tener una consecuencia Inmediata en tu entorno personal y en el entorno social. Son tiempos de alta responsabilidad, y la responsabilidad no puede ser neutral.

Creo que no es momento de votar en blanco, porque el resultado es muy incierto y tenemos que tomar, en lo personal, la responsabilidad. Pero mucha gente vota en blanco como un mensaje.

Recordábamos, ayer con mi marido, el voto, en su momento de Illia, cuando se proscribió al peronismo y hubo un voto en blanco elocuente, que quería decir “acá hay una proscripción política injusta”. El porcentaje que sacó Ilia fue poco mayor al porcentaje de voto en blanco.

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Hay muchas maneras de expresarse políticamente, y yo creo que en parte los partidos políticos, que han fallado en su representación y que han fallado en su contacto con la ciudadanía, deben reparar desde abajo esos vínculos de confianza que han sido destruidos. Es un momento de muchísima conmoción.

Pero en este momento la ciudadanía no está pensando su voto de manera partidaria, estamos deliberando, pensando qué hacer, se escucha esa conversación en todos los ámbitos, desde la base social, que es donde debe empezar toda democracia.

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El negacionismo de La Libertad Avanza

La candidata a vicepresidente de La Libertad Avanza, y el propio Javier Milei, dijeron que en los ‘70 hubo una guerra y que el gobierno militar de facto cometió “excesos”. ¿Se puede ser neutral frente a ese tipo de declaraciones?

Me parece que es irresponsable contraponer un discurso con otro cuando hay pruebas jurídicamente presentadas con todas las garantías para quienes han sido dirigentes de esa dictadura militar, derecho a la defensa, etc.

Decir que todo eso es un discurso es llevarse puesta a la justicia. Si te llevás puesta a la justicia, eso ya no es una democracia.

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Sí creo que hay muchas cosas que han estado silenciadas como hechos, que pueden haber generado disvalor, dolor, que debieron ser discutidos socialmente, y que no hubo receptividad política con respecto a eso. Pero es distinto pensar que han habido otros dolores derivados de la dictadura a pensar que es falso que haya habido un genocidio.

Eso no lo podemos decir, es irresponsable, porque hubo todo un proceso judicial. Si te llevás puesta la Justicia te llevás puesta la democracia. Son declaraciones gravísimas.

Recuerdo un programa de Bernardo Neustadt que, cuando la CONADEP hizo su recolección de datos y su publicación del Nunca Más, invitaron al programa a Massera.

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En un mal sentido de neutralidad, traer dos extremos. Alfredo Bravo también sufrió una situación así en su propio programa.

Le preguntaron a Massera si reconocía los crímenes que se narraban en el libro y dijo que no, que era todo mentira. “Yo también puedo publicar un libro”, contestó Massera.

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Es decir que Massera consideraba que era un relato, se adelantó a la posmodernidad, y él podía hacer un relato contrario. Y esto es lo que está haciendo La Libertad Avanza, tomar el discurso de Massera, los dictadores, y hablar simplemente de un relato que debe contraponerse a los otros. 

Ya no hay verdad ni búsqueda de verdad. Pero el descrédito de la realidad es un descrédito que le debemos a toda la clase política, no solo a La Libertad Avanza.

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Yo comentaba que Milei se enojaba más con los radicales que con los peronistas y cómo atacaba a Alfonsín. Creo que Alfonsín representa el retorno de la democracia, y en la crítica a él y a los radicales hay una crítica al método de resolver de manera no violenta las diferencias de la sociedad, que es en esencia la democracia en contraposición a la dictadura.

El punto en común en la crítica a Alfonsín, los radicales y el discurso sobre la dictadura es la violencia, que puede expresarse como una violencia verbal previamente a ser una violencia física. ¿Encontrás un hilo conductor con el tema de la violencia?

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Coincido con tu análisis. La estética violenta va generando conductas sociales. Habilita violencia verbal, insultos, no solamente en las redes sociales, también amenazas en las calles, cosas que afectan la vida en común.

Esa violencia en el discurso se ha transformado en una cultura de la intolerancia que amenaza la cohesión social.

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Otra cosa que me llama la atención. Siempre pensé que el peronismo tenía esa “necrofilia” con Perón y Evita. Bueno, curiosamente, Alfonsín fue el padre de la democracia porque debió reiniciar muchos procesos que tuvieron que ser restaurados desde cero, no solamente por el Juicio a las Juntas. Hay ahora también una necrofilia con Alfonsín, en contra y a favor.

La ceremonia que se hizo con la muerte de Alfonsín, con los radicales K cantando y reivindicando a Massa. Bueno, hay una disputa por alguien muerto, como la hubo en el peronismo. Una cosa que no deja de sorprenderme. La utilización de esas figuras públicas y el poco interés en ir a los sustratos de la verdad.

FM JL