OPINIóN
Consenso

La recesión inevitable: todos lo saben y se hacen “los tontos”

Contra la percepción dominante, la crisis no ha llegado, pero es inevitable. Se necesita sortearla con un diálogo que busque acuerdos mínimo: Argentina debe volver a ser sujeto de crédito y revertir el nivel de pobreza

Largas filas en busca de un empleo
Largas filas en busca de un empleo | cedoc

Cuando decimos todos, nos referimos a dirigentes políticos y sociales, y en particular a todos los economistas.

Esa recesión es la consecuencia inevitable de la situación macroeconómica actual, sea por la continuidad del proceso de espiralización de la inflación, o por planes y/o medidas de estabilización que se intenten sin un consenso mínimo que les de viabilidad.

Si esa recesión se produce de una manera desordenada y en el marco de un agravamiento de la grieta y de la actitud confrontativa, y hasta destructiva, de buena parte de la dirigencia política, su consecuencia será la ingobernabilidad. De allí a la implosión y a la explosión social, y al riesgo de la continuidad democrática, habrá sólo un paso.   

El desafío no es evitar la recesión, sino intentar reducir su profundidad y sus efectos, para que podamos construir el puente de 18 meses que la Argentina necesita, y tener alguna posibilidad de encarar con éxito una nueva oportunidad, (el esperable fin de este episodio de la restricción externa, en base a mejores cosechas, superávit energético, inversión en minería del litio y del cobre).

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El peor error que puede cometer la coalición que gane las próximas elecciones es pretender gobernar sin el consenso de la otra.

El peor error que puede cometer la coalición que pierda las próximas elecciones es ilusionarse con que la derrota puede ser una oportunidad de preservarse ante un fracaso temprano del próximo gobierno. Ese fracaso, quiera Dios que no ocurra, arrastraría sin dudas a toda la dirigencia, y hasta pondría en riesgo la continuidad institucional y territorial.

El peor error que podemos cometer al votar es darle la mayoría, o incluso alguna preponderancia, a propuestas inviables que se presentan prometiendo resultados que solo pueden existir en la fantasía (y no nos referimos solo a los llamados libertarios y a la izquierda anticapitalista).

Muchas veces el camino de salida de las encrucijadas era tener un programa integral. Hoy no es posible ni sería la solución. Contra la percepción dominante, la crisis no ha llegado, pero es inevitable.  Se trata de mitigarla, para lo que solo un principio de diálogo  podría viabilizar una suerte de control de daños previa.

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Un dialogo en búsqueda de acuerdos mínimos. Debe reducirse a los puntos que, a la vez de logrables y viables, son imprescindibles para lograr construir un puente de al menos dieciocho meses, que permita superar la actual restricción externa.

Considero, que son básicamente dos puntos, óptimamente alguno más: Argentina debe volver a ser sujeto de crédito.

El obstáculo no es la deuda sino la falta de confianza en la Argentina, del mundo y de los argentinos. El default no es una opción, no tendría retorno (una nueva cesación de pagos trabaría de manera dramática todo el comercio exterior).  

Puede haber un acuerdo mínimo sobre este punto, siempre que reconozca que solo una insatisfacción equilibrada es un camino de solución.  

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Debe contener el compromiso de recuperar la confianza. Un acuerdo en que debe construirse un sendero de reducción del déficit fiscal y un sendero, en lo inmediato, para garantizar una balanza comercial y de pagos positiva para el resto de 2023 y 2024. 

Los mecanismos (más o menos cepo, política cambiaria, énfasis en un punto u otro del gasto público, reducción de los subsidios a los servicios públicos), deben ser el resultado de las elecciones, pero los potenciales oficialismo y oposición futuros deben comprometerse a plantear y discutir con opciones, con horizontes de acuerdo y en el marco de las instituciones.

Debe detenerse y revertir el crecimiento del nivel de pobreza, y combatir la indigencia.

No solo por las convicciones al respecto que algunos tenemos. Simplemente porque no habrá paz social posible en la Argentina si las políticas a desarrollar no tienen en cuenta este punto.

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La oposición y el oficialismo se responsabilizan mutuamente describiendo el cuadro actual, lo que no tiene ninguna utilidad. El acuerdo mínimo debe ser modesto pero serio e inmediato. Fortalecer la asistencia alimentaria para combatir la indigencia (combinada con evitar y revertir la deserción escolar). Garantizar que los salarios, formales e informales, combinados con la asistencia estatal, no bajen de los umbrales de la dignidad.

Hay otros puntos que requieren un abordaje inmediato (sin duda educación, seguridad, institucionalidad y prevención de la corrupción).  

Si se abre el camino con los dos que entendemos prioritarios, será posible encontrar también acuerdos mínimos en los otros.

El país que más se parece en el mundo a Argentina es Ucrania. Si los consejos de Kissinger en 2014, proponiendo salidas en base al principio de la insatisfacción equilibrada, hubieran sido escuchados, no habría sido posible esta guerra con sus cientos de miles de muertos, ucranianos y rusos.

La Comisión de Justicia y Paz del Episcopado ha planteado hace dos semanas diez puntos básicos para la construcción de consensos. Esa prédica inspira esta opinión. Empecemos 

*Ex presidente del Banco Nación