OPINIóN
Análisis

Triste carnaval de vacunas VIP, privilegios y mentiras

En estos días no paran las muestras dolorosas de nuestra infinita decadencia. ¿Y la Argentina de la igualdad de oportunidades prometida por el Gobierno dónde está?

Archivo. Ginés González García, ministro de Salud saliente.
Archivo. Ginés González García, ministro de Salud saliente. | Télam

Tuve que pedir ayuda para salir ileso de la Villa “Ciudad Oculta” –declaró el conductor del camión jaula a la policía– pero yo no entregué la vaca, los que me ayudaron a remover el camión me decían que si les daba un animal salía bien, si no, que me la aguante”.

En estos días no paran las muestras dolorosas de nuestra infinita decadencia. En la Ciudad de Buenos Aires, “opulenta como pocas”, según le enrostra la Vicepresidenta Fernández de Kirchner en su imaginario y el de sus acólitos, se sucedió esta tremenda situación frente al mercado de hacienda, a pocas cuadras de un barrio eternamente marginado. Violencia, temor, desesperación, hambre.

¿Y la Argentina de la igualdad de oportunidades prometida por el Gobierno dónde está?

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Recuerdo a cada instante la desubicada pregunta que el Secretario de DDHH, Pietragalla acuñó en Formosa referida a lo que llamó su “disfraz de carnaval”, para visitar los centros de aislamiento.

Ética Pública: del escándalo a la conmoción actual

Veo muchos disfraces de carnaval en esta impúdica y perpetua danza de hipocresía: Expresidentes que se vacunan sin preguntar si le corresponde hacerlo. Amigos del poder que entran a vacunatorios ocultos de manera fantasmal a perpetrar tamaña inmoralidad.

Desprevenidos Gobernadores como Gerardo Morales de Jujuy, que tardíamente generan normas de control sobre Clínicas privadas practicantes de ilegales vacunatorios vip.

Los Duhalde, Los Topo Devoto, Los Verbitsky, componentes de esta oprobiosa lista del deshonor que ha de quedar en las páginas aberrantes de nuestra historia Democrática.

Todos ponen cara de yo no fui, no sé de qué me hablan y el Presidente Fernández, echa una Ministro y luego lo califica de payasada. Todos mienten.

La pregunta es: ¿por qué mentimos? La respuesta es: porque funciona. Los Homo sapiens que hemos demostrado que mentir nos dio ventajas sobre otros humanos primitivos en la implacable lucha para el éxito reproductivo.

Ginés y el vacunatorio VIP | Sin idoneidad, el escándalo socava el mito del gobierno de científicos

Como humanos, debimos acoplarnos a un sistema social determinado para alcanzar el éxito, y nuestra mejor arma es simular, engañar, diferenciarnos; desde el punto de vista evolutivo, mentir nos ha ayudado en esa tarea.

En el extensísimo camino evolutivo, el engaño, la mentira ha dejado de ser un eficaz mecanismo defensivo, pasando a ser un arma.

Y mentirnos a nosotros mismos —un talento construido por nuestra mente— nos ayuda a aceptar este comportamiento fraudulento.

A diferencia de los malos mentirosos que se ponen nerviosos, como le sucede a Pinocho cuando le crece la nariz en cada mentira y se delatan por movimientos no verbales involuntarios, podemos ver en este espectáculo de mentirosos pétreos, caraduras y farsantes que utilizan inverosímiles argumentos que pasarán a la historia de la infamia política argentina, y deberían ser estudiados no solo en las carreras de ciencias políticas universitarias, también en las cátedras de neurociencias para ver la reacción en el Sistema Motivacional del cerebro. Ver que sucede en lo profundo de la amígdala, el hipotálamo, la ínsula de los estudiantes al ser confrontados con las mentiras absurdas que invocaron como justificaciones patéticas el Diputado Eduardo Valdés diciendo “no sé qué es ilegal” mientras reforzaba el increíble argumento afirmando su condición de “personal estratégico” como Jorge Taiana y las Familias Patricias del poder encarnadas en Sergio Massa y Hugo Moyano, que son solo algunos de los vacunados VIP de una casta sumergida en la mentira, privilegiados por la fortuna de pertenecer al gran movimiento nacional y popular de fantasía que dicen encarnar.

Vacunas VIP, un mal extendido

Dan Ariel y, Doctor en Psicología cognitiva y autor del impactante libro “Por qué mentimos”, abre su trabajo editorial con esta sarcástica afirmación de Groucho Marx: “Hay una forma de saber si un hombre es honesto: pregúntaselo y si responde que sí, es un sinvergüenza”.

La honestidad es una irrefutable cadena de acciones que muestran quienes somos.

Si me ves contando dinero ilegal en La Rosadita, tirando bolsos abarrotados de dinero en conventos apócrifos, favoreciendo a mis amigos en la obra pública, si disfrazo el egoísmo de vacunar a los propios y despreciar al resto, podré decirte una y mil mentiras, pero allí está la verdad. En mis actos.

La mentira, arma contemporánea, ejecutada desde el poder, es un instrumento devastador que Dictadores, gobernantes inescrupulosos y ventajeros varios que, en cada coyuntura, deciden para donde va el viento y construyen sus argumentos justificando sus cambios, es el resultado de la falta de sanción social y desde ya, lo es también por la escasísima sanción jurídica y menos aún la política. Los vemos hacer desastres de corrupción a la luz del día y buena parte de nosotros naturalizamos lo aberrante y hasta los seguimos eligiendo como líderes, con la esperanza vana de verlos llevarnos al paraíso prometido y nunca alcanzado.

Claro que teniendo en cuenta que, como escribió el escritor estadounidense Mark Twain hace más de un siglo: «Todo el mundo miente, todos los días, a cada hora, dormido, despierto, en sus sueños, en su alegría, en su duelo. Aun con la boca cerrada, sus manos, sus pies, sus ojos y su actitud se convertirán en una mentira».

Qué espera la ciudadanía adormecida

La mentira es una condición inherente a los seres humanos. Para amplios sectores del poder de turno, es una condición constitutiva de su relato. Pero los estamos viendo y entonces, debemos destacarlo para quienes no lo acepten aún.

Por la verdad, esa identidad que sana frente al relato y nos es tan necesaria. Verdad que, hasta hoy, queda aturdida en los ruidos de la patética comparsa de este triste carnaval que se presenta ante los argentinos.


 

* Patricia Pérez - Directora ILAPyC, Instituto Latinoamericano Paz y Ciudadanía.