SOCIEDAD
ENGAÑADOS POR UN FALSO UNO A UNO

Una red mafiosa recluta empleados en Bolivia y los encierran para que trabajen 16 horas diarias

En las zonas rurales de Bolivia son captados por allegados a los dueños de los talleres en Argentina. Les prometen trabajo estable y cobrar en dólares. Los cruzan en la frontera y los traen en ómnibus a Buenos Aires.

PUENTE LA QUIACA - VILLAZON
COMIENZO. El puente que une las ciudades de Villazón y La Quiaca es la puerta de entrada para miles de bolivianos que terminan siendo esclavizados en Buenos Aires. | Gentileza: El Pregon de Jujuy

Llegan seducidos por la Argentina del 1 a 1, la de los dólares fáciles. Esa que existía en los 90 y que hoy, según les cuentan, aún sigue vigente. Son miles de bolivianos que casi a diario entran en el país engañados y que se transforman en mano de obra esclava para más de 400 talleres textiles que funcionan sólo en la ciudad de Buenos Aires.

La red mafiosa tiene aceitados contactos a ambos lados de la frontera. En Bolivia, empieza a tejerse el engaño. La forma de reclutar a los futuros obreros textiles va desde avisos en radios y diarios hasta el boca a boca de personas que trabajan para los dueños de los talleres en la Argentina. Les prometen trabajo estable. Y dólares.

La “búsqueda” de mano de obra esclava ahora se centra en las zonas rurales de Bolivia o en la periferia de La Paz (en El Alto), donde gran parte de la población es indígena, apenas habla castellano y pocos saben leer y escribir. Menos están enterados de que en la Argentina hubo una devaluación.

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Cobran 70 centavos por prenda y los hacen trabajar a destajo

Los reclutadores los llevan hasta la ciudad fronteriza de Villazón. De ahí pasan por el puente internacional que cruza la quebrada del río La Quiaca. Algunos pasan por debajo del puente, otros aprovechan los horarios de almuerzo y cena de los “desprevenidos” gendarmes y otros cruzan con plata prestada, que luego deben devolver con intereses, para ingresar como turistas. Desde la terminal de La Quiaca emprenden el viaje en ómnibus a Buenos Aires, en grupos de 7 u 8 personas. Desde las terminales de Retiro o Liniers van hasta los talleres en remís.

Sin salida. Daisy Cahuapaza, de 29 años, hace tres llegó a Buenos Aires desde su La Paz natal. El tío de su marido los convenció para que viajaran con su pequeña hija. Su destino fue un taller textil en Floresta. “Durante el primer mes no nos dejaron salir a la calle. Vivíamos con mi marido y mi hija en un cuarto de tres por tres metros. Entre los dos, trabajando desde las 7 de la mañana hasta la 1 de la madrugada, juntábamos unos 650 pesos al mes”, cuenta. El capataz los amenazaba diciendo que si salían los podían arrestar porque eran indocumentados.

Mientras Daisy trabajaba, su hija estaba encerrada en la habitación de arriba del taller. Esa metodología de encierro de los chicos es la habitual en la mayoría de las fábricas donde hay trabajadores esclavos. Por eso, cuatro de los seis muertos en el incendio del taller clandestino de Caballito eran menores.

En octubre de 2005 se denunció la existencia de 40 talleres clandestinos en Parque Avellaneda

El sueldo de un empleado promedia los 400 pesos mensuales, con jornadas de trabajo de hasta 16 horas. La única diversión que les permiten son algunas salidas los sábados y domingos por la tarde. Los hombres aprovechan para jugar campeonatos de fútbol en Villa Lugano y Parque Avellaneda. Cada tanto, los “premian” con un asado y mucho alcohol.

Denuncia. La Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires presentó en octubre del año pasado, a instancias de Gustavo Vera, presidente de la cooperativa La Alameda, una demanda penal ante el juez federal Norberto Oyarbide. Allí se denunciaba en detalle cómo sometían a trabajo esclavo a decenas de bolivianos en dos talleres, ubicados en Eugenio Garzón 3853 y Laguna 940. Oyarbide los allanó, detuvo a su dueño (Juan Carlos Salazar Nine) y luego se declaró incompetente.

La Defensoría señalaba además que en la zona de las avenidas Eva Perón, San Pedrito, Directorio y Lacarra “hay aproximadamente 40 talleres clandestinos, a un promedio de uno o dos por manzana”. Sin embargo, la Justicia no siguió adelante con la investigación. En el Gobierno porteño tampoco se avanzó demasiado. Impulsados por las empresas damnificadas, hubo allanamientos a fábricas clandestinas que elaboraban ropa trucha. Ignoraron a las que fabrican para las grandes marcas.

En la demanda se detalla que es habitual que policías “pasen mensualmente a cobrar peaje, que oscila según diversos testimonios en cuotas de 500 a 1000 pesos”. El consulado boliviano nunca lo denunció.

Mientras, en Villazón, este fin de semana otra camada de bolivianos esperaban cruzar el puente internacional para ser parte del “sueño argentino”.