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El peronismo aprovecha un Macri sin reacción

Cristina Kirchner con Sergio Massa y Alberto Fernández cuando eran parte del mismo gobierno.
Cristina Kirchner con Sergio Massa y Alberto Fernández cuando eran parte del mismo gobierno. | NA

Dos semanas después de la sorprendente irrupción de la fórmula Fernández-Fernández y a tres del cierre de candidaturas, el Gobierno luce aturdido y negador ante un peronismo que da señales inequívocas de que sus guerras internas quedan a un lado si de ganarle a Macri se trata.

Acaso el apagado diario de los incendios de la gestión podría explicar semejante de-satención. Queda registrado el posible atenuante. Solo que ciertos aspectos de la administración del Estado por parte del macrismo, en especial los vinculados a la economía, han sido muy desafortunados. Hoy estoy diplomático.

"Ante la parálisis oficialista, Alberto F mueve piezas: Magnetto, Massa y hasta Lousteau".

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Aun ante esa salvedad, los referentes del armado electoral PRO parecen no reaccionar. El laboratorio comandado por Marcos Peña y Jaime Duran Barba, donde se jactan de no haber perdido una elección desde 2005, siguen con sus encuestas, focus y estrategias comunicacionales ultramodernas y dotadas de un curioso optimismo. A pesar de algunos números preocupantes.

Si bien es cierto que la imagen de Macri ha detenido su caída y mejorado, el piso del que parte esta tibia recuperación es similar al de las fosas Aleutianas. Para volver a ser competitivo hacia la reelección, el Presidente debería empezar a crecer más y más rápido en los sondeos.

Ante la desesperación del ala política oficialista, el “nopasanadismo” peñista llevó a clausurar el debate interno sobre el Plan V y Macri en persona dejó en claro en privado que sí o sí él será el candidato. Lo escucharon en silencio desde Vidal a Rodríguez Larreta, más que preocupados por el futuro cercano del espacio y sus reelecciones.

Como un particular acto de renunciamiento, Macri-Peña aceptan incorporar a alguien no PRO al binomio. Sería alguien de la UCR, aunque a veces surgen apellidos ajenos a los socios. Pero el Presidente se reserva poder de veto, tal como se lo arroga también su escudera más explosiva, Carrió. Tachen, por lo tanto, a un o una peronista y a varios radicales, para alegría de no pocos convencionales.

Al analizar las movidas F-F y del hijo pródigo Massa, el macrismo ve una suma cero y un aumento de la polarización que solo haría crecer sus chances de triunfo. La misma distancia toma de las derrotas electorales provinciales, las que fueron y las que vendrán, al argumentar que no influye en el voto nacional. Los cambiemistas ya vapuleados en comicios locales no opinan igual.

Mientras, Alberto Fernández ya desembozadamente alimenta la ilusión de un peronismo unido, aunque sea más por espanto que por amor. Con señales inequívocas de que hay lugar para todas y todos hacia el kirchnerismo, los no K, empresarios, banqueros y sindicalistas.

Con la venia de Cristina (¿o alguien realmente lo cree autónomo?), el presidenciable K ha planteado que su único límite es Macri. Eso explica sus diálogos con Massa, a la espera de la inminente cita reconciliatoria con la ex presidenta. O el reservado encuentro con Magnetto, pope del Grupo Clarín, previas conversaciones con Rendo, uno de sus escuderos.

En esa misma estrategia hay que entender más veladas secretas de Alberto F: una con un integrante de la Corte Suprema y otra en la casa de Lousteau, después de la Convención radical. La idea es ir a por todo, lo que incluye ganarle a Macri hasta en el epicentro original del poder amarillo, la Ciudad de Buenos Aires.