Una de las cuestiones más recurrentemente señalada en los últimos años es la distancia entre la política y la sociedad.
¿Reflejo o autonomía? Si bien las corrientes más dogmáticas plantearon en su momento que el Estado era el simple reflejo de las clases dominantes en un momento determinado, los debates actuales se centran en el análisis en la autonomía relativa del Estado, con la complejidad de que no existe una “clase estatal” homogénea donde incluso en la burocracia (el espacio más estable) se pueden encontrar múltiples capas con sus propias trayectorias y que construyen agendas diversas. Se supone como principio abstracto que “la política” debe conducir el Estado, pero cualquier político sabe que depende totalmente del apoyo de la burocracia de su sector (así como de la gremial correspondiente).
También para precisar la complejidad del Estado argentino se debe apreciar que la lógica y los intereses políticos del Gobierno Federal suele ser totalmente diferente a la de los gobiernos provinciales a la vez que condicionan a los senadores correspondientes. Otro panorama totalmente divergente se observa en la Justicia, uno de los poderes más corporativos de la Nación, con matices en los distintos fueros, pero con una lógica transversal que lo define (basado en la proveniencia de sus miembros de las facultades de abogacía). Finalmente el Congreso con sus dos Cámaras con diferencias temporales (los senadores que duran en su cargo seis años, y los diputados cuatro) tienden en la actualidad a provocar que el partido del Poder Ejecutivo quede sistemáticamente en minoría. En este sentido, fue sorprendente que la ley de Alivio Fiscal impulsada por Sergio Massa fuera aprobada por unanimidad en la Cámara de Diputados (¿existirán otros temas para acordar entre las diversas fuerzas políticas?).
Política: ¿Cómo se resuelve la interna del Frente de Todos?
No sabe/No contesta. Pero prestando atención a la “Big Picture” se llega a una conclusión desalentadora: los gobiernos no saben cómo resolver los problemas estructurales de una sociedad acelerada, con demandas crecientes y cambiantes. El mejor ejemplo es que nadie puede presentar un programa para detener la inflación, tampoco es claro si se puede reducir la pobreza y a qué niveles. Lo mismo sucede con la seguridad, la percepción (muy real) de vivir con miedo o no poder sacar un teléfono celular en la calle por el temor al robo es parte de la cotidianeidad, más allá de las noticias que lo proyecte.
Estos, entre otros muchos problemas sin solución en décadas han ido llevando lentamente al desencanto con un sistema democrático lento y enmarañado que se muestra inerte para mejorar la calidad de vida de la sociedad. De aquí que no sorprenda que el viraje de las posturas políticas de parte del electorado hacia posturas más rupturistas y radicales, que no deja de generar nuevas dudas (¿se terminaría la inflación dolarizando la economía?).
Este marco de extrema fragilidad estructural se agrava en una situación como la actual de un Poder Ejecutivo fracturado entre los diferentes socios del gobernante Frente de Todos donde por momentos, parece existir una tendencia al sabotaje interno sobre sus propias (y débiles) políticas públicas. La cuestión generada en torno al gasoducto Néstor Kirchner es el emergente de esta situación que incluyó en medio de la discusión sobre caños, el pedido de renuncia de Matías Kulfas, quizás el ministro más importante para Alberto Fernández. Es probable que ese gasoducto, vital para movilizar el gas generado por Vaca Muerta, no se realice nunca. Pero lo sorprendente del caso es el desinterés por parte de la población sobre estas situaciones, lo que lleva a cambiar la hipótesis de autonomía relativa a la de indiferencia mutua. Es probable que el tratado de fremenología (enemigos políticos compartiendo el gobierno) se extienda hasta el final del gobierno de los Fernández siempre y cuando la situación económica no se desmadre (sí, podría empeorar y mucho), lo que aceleraría los procesos políticos abriendo una situación de la cual se habla mucho (¿demasiado?): un posible adelantamiento de las elecciones, algo no contemplado en la Constitución Nacional, pero que ocurrió sobre los finales del gobierno de Raúl Alfonsín.
Unidos y separados. La paradoja de la fremenología se extiende a la principal oposición: Juntos por el Cambio. A la necesidad de sostener la unidad de la alianza para acceder al próximo mandato presidencial se le opone las tensiones provocadas por la competencia de sus propios líderes. La decisión de Mauricio Macri de volver por su “segundo tiempo”, obviamente complica tanto a Horacio Rodríguez Larreta como a Patricia Bullrich, los dos naturales participantes de unas elecciones primarias. También el corrimiento hacia una derecha más perfilada complica la presencia del radicalismo, pero Macri (un actor político muy hábil y subestimado) hace cuentas, los votos que se llevaría el radicalismo estarían más que compensados por la incorporación de Javier Milei (o de su sector).
El candidato libertario descubrió esta semana a su propio fremeny Carlos Maslatón, con sus ocurrentes declaraciones y la intrépida analogía de Karina Milei con Isabel Perón y de Carlos Kikuchi con José López Rega, recorrió todo el espinel del sistema de medios y sembró dudas sobre el comportamiento organizativo del propio Milei.
El problema central es que la falta de mecanismos institucionales para decidir las candidaturas lleva a un ejercicio de poder a través de los medios con actuaciones sumamente desprolijas. Si mágicamente la situación de la oposición se resolviera en los próximos meses el panorama nacional (y los provinciales) cambiaría totalmente y ayudaría a decidir al Frente de Todos si sigue y cómo sigue. También aquí es posible que las indefiniciones se extiendan hasta mayo del año siguiente. El reemplazo de Kulfas por Daniel Scioli abrió todo tipo de especulaciones sobre por qué el ex gobernador aceptó gustoso una posición tan compleja y atravesada por todo tipo de fremenología. La conclusión es una sola, espera su propia segunda oportunidad en 2023, incluso reeditando la competencia de 2015. Algunos apuestan a unas primarias con Sergio Massa, otros ven una fórmula conjunta. Son todas equis en una ecuación de gran complejidad, pero sobre todo inestable donde la situación social derivada de la económica va a ser la nota más característica.
*Sociólogo (@cfdeangelis)