OPINIóN
Análisis

Mérito o igualdad

Al debate en realidad se lo podría caracterizar por aquellos que se dividen entre quienes quieren más libertad y quienes quieren más igualdad.

Alberto macri
Mauricio Macri y Alberto Fernández. | NA

Esta dicotomía ha venido dividiendo al mundo desde hace siglos. Y tan vigente sigue el tema que es hoy parte central de nuestra grieta vernácula entre Ks y Ms. Al debate en realidad se lo podría caracterizar por aquellos que se dividen entre quienes quieren más libertad y quienes quieren más igualdad. Los primeros suponen que la libertad total permitirá a los más capaces desarrollar su potencial aunque los menos aventajados queden en el camino, y los segundos creen que es mejor que todos sean iguales y que para eso hay que coartar algunas libertades. Presentadas estas dos teorías, surge preguntarse si son ellas justas. Tal vez aquellos que se vean beneficiados (de manera relativa) en una u otra postura crean que si pero, ¿es realmente esto justo?

Entonces, para poder entender mejor aquella dicotomía cabría preguntarse qué es exactamente lo justo o más ampliamente: ¿qué es la justicia? John Rawls, desde una postura contractualista y partiendo desde la teoría del Rational Choice (que según él es una teoría mucho más amplia), define a la justicia como una serie de principios que forman parte del contrato social sobre los que todos acuerdan en términos de igualdad. Se llega a ello según Rawls a través del método del velo de la ignorancia con el cual cada uno, sin saber qué posición ocupará en la sociedad, acuerda con los demás de manera imparcial. Como todo contractualista Rawls desestima buscar aquello que realmente es (que los hombres nacen desiguales en oportunidades, capacidades, riqueza y contexto) en favor de aquello sobre lo que algunos se ponen de acuerdo que debe ser.

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Amartya Sen también se ocupó de responder qué es la justicia y criticando a Rawls por contractualista propone un método comparativo con el cual se decidiría ante cada situación entre todas las opciones imaginables cuál es la que más aumenta la justicia y reduce la injusticia. Agregando que justo es intentar desarrollar las capacidades de cada individuo, pero sin llegar a pensar en un ideal sobre qué es la justicia que ilumine la acción. Karl Marx, antes en el tiempo, tenía también una visión sesgada (tampoco completa de lo que es la justicia) al proponer que eliminada la opresión se le dará a cada uno según sus necesidades y cada uno dará según sus posibilidades. Los free-riders amarían un sistema como éste. Lo mismo que sucede en los sistemas teóricos más libertarios. Paradójico, ¿no?

Michael Sandle en un reciente libro titulado La Tiranía del Mérito, trata el tema de la desigualdad y todo lo que se intentó hacer en las últimas décadas para eliminar las barreras raciales y de género que afectan a la sociedad, sin embargo, los hijos de los pobres siguen siendo igual de pobres que sus padres, contradiciendo el mítico sueño de la movilidad social a partir de la igualdad de oportunidades. Sandle se refiere principalmente a Estados Unidos, pero perfectamente podría aplicarse a la Argentina, tanto en su diagnóstico como en las políticas que gobiernos más igualitarios y gobiernos más liberales han aplicado, englobándolas en lo que se conoce como un Estado de Bienestar. Es decir, políticas redistributivas de justicia social, donde el Estado reparte educación, salud, justicia, seguridad y otros servicios públicos, muchas veces de pésima calidad; como acción unidireccional del Gobierno para con los individuos.

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Todas aquellas ideas descriptas de justicia son visiones parciales y en ello radica su principal falencia. Porque no buscan ver lo que la justicia realmente es, y como toda teoría que ilumina la acción, influencia directamente en las medidas que se toman, éstas terminan intentando solucionar una parte de los problemas sin intentar resolver la cuestión de fondo. Desde un punto de vista integral y holístico la definición que da Santo Tomás de Aquino es mucho más completa: la justicia es dar voluntariamente a cada cual lo que le corresponde; comprendiendo al mismo tiempo necesidades, derechos, mérito, responsabilidad y obligaciones, ciertas capacidades e igualdad de oportunidades. Por otro lado, la justicia implica una cierta igualación de unos respecto de otros. Algo así como tratar igualmente a los iguales y desigualmente a los desiguales.

Ahora bien, ¿igualar respecto a qué? Eso depende de qué tipo de justicia esté en juego, porque la justicia tiene tres partes: del todo para con las partes, llamada justicia distributiva, donde el parámetro que se utiliza para igualar es una proporción geométrica según cada individuo. Entre individuos, llamada justicia conmutativa, donde el parámetro que se utiliza para igualar es una proporción aritmética a partir de la ley o los contratos que los individuos hayan celebrado entre sí. De la parte para con el todo, llamada justicia general, cuyo parámetro igualador es el Bien Común.

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¿Por qué es tan importante una visión integral de la justicia y no una parcial?  Porque la falta de justicia engendra violencia. Y la violencia si es individual puede generar desde daños hasta muerte, y si es general puede generar además disgregación social. Siempre me viene a la mente un ejemplo muy claro que demuestra cómo la injusticia termina en violencia y disgregación social: La invasión del Parque Indoamericano de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2010. Dos grupos, ambos pobres por muchos motivos, se enfrentaron por un predio, con tres muertos como consecuencia, con condimentos de peleas políticas mezquinas y un resultado de foja cero donde ambos grupos volvieron a su situación de pobreza pre-invasión (cada cual con diferentes niveles de carencias). Aquella situación contó con políticos que aplicaban visiones sesgadas de justicia afectando principalmente al Bien Común, además del de los afectados directamente.

Para que puede haber un Bien Común la sociedad requiere el establecimiento y mantenimiento de la paz social y la seguridad, y del reconocimiento de algún bien que sea justamente común para ordenarse hacia él. Si no sucede esto, la sociedad pierde su orden y termina en el caos, la violencia y la desunión. El reconocer un bien común, fines comunes, permite a los hombres crear vínculos entre sí a partir de reconocerse pares en su disfrute y en el trabajar mancomunadamente por conseguirlos. Y claramente Argentina hoy tiene la carencia de no concordar en los fines del Estado. Esto genera la falta de políticas de Estado que se mantengan más allá de los cambios de gobierno y posibiliten el desarrollo del país. ¿No será hora que de una vez por todas los políticos y la sociedad en general acordemos cuál son los fines en común que tenemos como argentinos?”

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Para lograrlo se debe tener un gobierno que respete los derechos de los gobernados, donde prime un pleno Estado de Derecho. Una actitud de respecto democrático de las mayorías hacia las minorías y también de las minorías hacia las mayorías. Y un sistema de partidos basados en programas de gobierno claros y definidos, a partir de los cuales se puedan establecer acuerdos que nos conduzca a un sendero de inclusión y desarrollo, un proyecto de país sin grieta, con diferencias tal vez, pero con justicia con sus tres partes integrantes inseparables. Porque una justicia sesgada que se centra exclusivamente sólo una de sus partes es incompleta y engendra violencia y disgregación social. Porque con una visión sesgada de justicia unos ganan y otros pierden, cuando una visión integral de la justicia busca dar a cada cual lo que le corresponde en base a los parámetros antes mencionados y poder establecer un proyecto común.

* Milan C. Jelić. Politólogo, urbanista, doctorando en economía.