Sergio Massa hizo campaña para presidente en 2015 en una foto con José Manuel De la Sota y Roberto Lavagna. Ese era el trío que trataba de expresar la ancha avenida del medio. Hoy esos dos personajes no están al lado del nuevo ministro, pero hablaban sobre la esencia massista, la que ya le había dado el triunfo bonaerense en 2013: pos-2011 la sociedad está buscando una moderación que equilibre los dos polos del clivaje del modelo socioeconómico en la Argentina. Ni Menem de los 90, ni los excesos intervencionistas del kirchnerismo.
Ahora empieza una partida que se va a jugar día a día, en donde casi nadie va a quedar conforme. Ni propios, ni ajenos. Grabois y Lozano desde adentro ya lo expresaron, pero son socios menores dentro de la confederación. Si se enojan o se van no cambia el panorama. Aquí siempre será central la palabra de Cristina, y un poco menos lo que piensen o hagan los gobernadores. Por lo tanto, la conflictividad interna de corto plazo será acotada. El cristinismo luce muy disciplinado: nadie dice nada si no siente que está librado para hacerlo. No hubo muchas alabanzas, pero tampoco críticas. Después de la foto de la jefa con Massa en el Senado, todo el mundo entendió cuál era la orden.
¿Los anuncios del día de la jura tienen gusto a poco y/o fueron poco precisos? Era lo esperable. El ministro va a ir bajando las cartas de a poco por tres razones: midiendo… 1) la temperatura de los mercados, 2) cómo se van acomodando los actores internos a la nueva situación, y 3) los resultados. Porque como decía John Stuart Mill –que no era kirchnerista- “el que solo sabe de economía sabe muy poca economía”. Si “Súper Massa” no tiene una muñeca de microcirujano, todo puede volar por el aire. Por eso llegó al cargo: porque hubo coincidencia en que se necesitaba una figura política para resolver un problema político, más allá de lo económico.
Periodistas, analistas, políticos, empresarios creen –y tienen razón– en pensar que Massa puede aportar una solución a la política no solo por su habilidad, astucia, rapidez, etc., sino porque es un ingeniero de un sistema de relaciones aupada en una constelación de poder. Dicha constelación empresarial / mediática tiene una serie de brazos que le permiten operar más allá de lo que indiquen las variables macroeconómicas. ¿Esto significa que con política resuelve problemas de desajuste económico? En absoluto: si no actúa la racionalidad económica, lo demás no tiene sentido. Pero estos son partidos que se juegan en un campo más amplio e irregular, más complejo, con reglas imprecisas y no escritas que pueden generar acuerdos coyunturales para calmar las aguas y generar expectativas.
¿Qué sensación se pudo haber formado el ciudadano y la ciudadana de a pie con los anuncios? Más allá de que es muy temprano para decirlo, no hay ninguna gran noticia de corto plazo, y en todo caso van a aumentar mucho lo servicios públicos. Entonces, ¿cómo va a hacer con la opinión pública en contra? Detengámonos en este detalle porque es sustancial. Supongamos que mañana aparecen una serie de estudios que dicen que la mayoría está en contra del ajuste de tarifas (algo más o menos esperable, si le pasó a Macri, ¿por qué no a Massa?). ¿Qué sucedería? ¿Iría para atrás? ¿Y si se lo piden Cristina, La Cámpora y los gobernadores? (¿se lo pedirán? ¿o esto ya fue negociado en el pacto original del trío de poder del Frente de Todos?). Podríamos ver dos escenarios, deliberadamente extremos:
1. Si recoge el barrilete deja de ser Súper Massa, y pasa a ser Alberto segunda parte. A partir de ahí, la constelación de poder empezaría a dudar de la apuesta y pensará para sus adentros “si esto no lo hace un audaz como Massa ¿quién? Si no lo hace un peronista… ¿lo podrán hacer Larreta, Bullrich o Macri segundo tiempo?”. A esperar a la elección de 2023.
2. La segunda opción es que Massa se convierta en “ramal que para, ramal que cierra” hasta vencer o morir. La gloria o Devoto. Plata o m… El círculo rojo aplaudirá su valentía, pero ¿lo apoyará hasta el final con “las reformas imprescindibles”? Puede pagar la osadía con una alta dosis de soledad política. Ahí veremos la capacidad de incidencia de su propia constelación de poder. En este escenario ¿habrá caos en las calles?, ¿se movilizará la oposición en contra?, ¿cuántos millones de cautelares –las que no se le niegan a nadie según CFK– lloverán para paralizar la iniciativa? Y “la Jefa”, ¿banca o se corre?
Carlos Fara: "El cristinismo con lo moderado es incompatible"
Como se verá, cualquiera de los dos escenarios viene con mucha complejidad y riesgo. Pero todo tiene matices. Primero, el astuto Massa sabe que no puede tirar de la cuerda tanto hasta quedarse sin nada, sencillamente porque el poder de veto lo tiene Cristina, y atrás de ella varios actores, sobre todo los gobernadores. La política significa siempre buscar una diagonal que evite los costos extremos de una decisión. Esa diagonal puede ser una moderación del ajuste tarifario. Una suerte de “bueno, no era para tanto. Algunos dirán que algo “medias tintas” no va ayudar, que se pagarán todos los costos y no se obtendrá ningún beneficio. Puede ser. Se verá quién llega antes a la meta, si la economía o la política. Acá es fundamental el cálculo de los tiempos. Esta es una carrera con obstáculos de cien metros. Es para velocistas. Eso requiere mucha agilidad y rapidez mental. Porque si no se gana la carrera corta, luego no habrá posibilidad de competir por la maratón.
Pues, Sergio Massa (¡oh casualidad! tiene las mismas iniciales que Súper Massa y que Súper Ministro! Pequeño chascarrillo ministro, no se ofenda) necesita tener mucha precisión y velocidad al mismo tiempo, de manera de transmitir que el Gobierno salió del “modo procrastinar”, típico de la fase Alberto.
¿Y Alberto? Aunque averiado, como los “villanos” de las películas de James Bond aparecerá de vez en cuando para recordarnos a todos que “aunque no lo veamos, siempre está”. No como el sol. Quizá como un satélite.
*Consultor político. Ex presidente de Asacop.