—¡Renuncio! –grito apenas entro en la productora.
Moira, mi secretaria, está escribiendo algo en una agenda. Carla, mi asesora de imagen, está leyendo The New York Times en su iPad. Las dos me miran sorprendidas al escuchar mis palabras.
—¿Qué decís? –pregunta Moira.
—¿Renunciar a qué? –pregunta Carla.
—A esta productora. ¡Re-nun-cio!
—¿Cómo vas a renunciar? –insiste Moira–. Vos sos el fundador, el dueño...
—¡Sos el presidente de esta productora!
—“Presidente, puesto menor” –digo solemne, citando a alguien.
—¡Eso lo dijo Héctor Magnetto! –exclama Moira.
—¿Cómo? –pregunto–. ¿No fue Cristina?
—Y, sí, podría haber sido ella –responde Carla–. ¿O sea que te vas a retirar?
—No, retirarme no. Lo que quiero es tener el poder real: quiero ser el nuevo vicepresidente de esta productora.
—¿Y quién sería el presidente? –pregunta Moira.
—La presidenta –corrijo–. Y acá la tenés.
Me pongo al lado de Carla, la tomo del brazo con cariño, sonrío.
—Ah, ya veo –dice Moira–. Vos lo que querés es blanquear una cosa que pasa en los hechos pero que se caretea de otra forma.
—¿Vos decís que yo soy el Alberto Fernández de esta productora?
—Eh, bueno, yo… –balbucea Moira, tratando de justificarse.
—No, está bien, ya entendí.
—Igual no te pongas mal –dice Carla–. Pensá que Alberto Fernández es el Matías Alé de Cristina. ¿O el Mauro Icardi?
—La jugada de Cristina sirvió de inspiración a varios dirigentes del país y del mundo –dice Moira–. Y parece que se vienen cambios en el FMI.
—¿Qué cambios? –pregunto.
—Christine Lagarde nombraría presidente a Nicolás Dujovne –informa Moira.
—¿Y ella qué haría?
—Quedaría como vice –dice Carla–. Desde ahí puede manejar todo a su antojo.
—¿Y el Gobierno qué piensa hacer? –pregunto.
—No sé qué va a hacer, pero sí sé qué debería hacer: sumarse a la ola –dice Carla, que sigue mirando diarios en su iPad–. Macri tendría que ser candidato a vice.
—El tema es quién sería candidato a presidente –digo.
—Una lástima que se haya muerto Balcarce, porque era un gran candidato para el puesto –opina Moira.
—Tiene que ser alguien con carisma, que tenga llegada popular, que no necesariamente venga de la política, pero que esté identificado desde siempre con Cambiemos y, sobre todo, con el PRO –dice Carla.
—Bueno, entonces habrá que convencer al Mago Sin Dientes –propone Moira.
—No, porque la candidata tiene que ser una mujer.
—Hombre o mujer, los radicales buscan un lugar en la fórmula –dice Moira–. ¿Se lo darán?
—No creo, calculo que el PRO va a buscar a alguien de ellos –opina Carla–. Te diría más, debería ser una mujer con llegada al núcleo duro y de entera confianza de Macri.
—Es cierto –dice Moira–. Pero no creo que Flavia Palmiero acepte.
—Bueno, basta –me quejo–. Al final, siempre terminamos hablando de Macri y de Cristina. ¿Pero por qué no hablamos de otros candidatos? ¿Qué pasa con Massa?
—Está deshojando la margarita. Y no me refiero a Stolbizer –dice Moira.
—¿Y Lavagna? ¿Y Urtubey?
—Bueno, si es por eso, preguntá también por Del Caño –responde Carla.
—¿Tan mal ves a los candidatos de la tercera vía? ¿Vos decís que no hay mucho espacio por fuera de la grieta?
—Yo creo que la tercera vía son los padres –opina Moira.
—No, yo creo que es mucho peor que eso –agrega Carla–. Para mí la tercera vía es el segundo semestre o los brotes verdes.
—Hablando de eso, él está de vuelta.
—¿El? ¿Quién? ¿Duhalde? ¿Messi?
—No, me refiero al riesgo país, que volvió a los mil puntos –digo–. Porque mientras puertas adentro es todo rosca política, allá afuera hay un país donde las cosas no están yendo del todo bien.
—Es que la crisis no afloja –opina Carla–. Pensá que hace poco hubo una científica que participó en ¿Quién quiere ser millonario? porque como investigadora del Conicet no llegaba a fin de mes.
—Eso no es nada: ahora la mamá de Nicole Neumann también participó de ese programa –dice Moira–. Porque en la Argentina no nos llama la atención que un científico no llegue a fin de mes. Pero que esté en problemas económicos la madre de una modelo hiperfamosa a la que hizo laburar desde los 12 años, eso sí que es alarmante.
—Ese es el problema de siempre –concluye Carla–. Vivimos en un país en el que cada vez que queremos hablar de ciencia terminamos hablando de modelos. n