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crisis tras crisis

Mejor hablar de ciertas cosas

El testimonio de una “planera” expuso con claridad la fractura social que ha convertido en ingobernable la Argentina.

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‘¡Es una Massa¡’ | pablo temes

La noticia que ocupa y ocupará los lugares más importantes de los medios de comunicación es obviamente la asunción de Sergio Massa en la triple función de ministro de Economía, Producción y Agricultura, desplazando a los antiguos ministros y provocando otros cambios en el gabinete, situación que seguramente provocará más novedades en los días siguientes. 

Una mujer atrás de un vidrio empañado. Pero hubo otra “noticia” de difícil clasificación (por eso las comillas), que fue la irrupción en la arena pública (más precisamente en una red social) de una mujer que, a medida que desataba sus trencitas, le respondía en video de unos cuatro minutos a otro usuario sobre su vida como beneficiaria de planes sociales y tocaba un tema propio de las infradiscusiones políticas (aquellas que se realizan en voz baja por el temor a la condena social): si se justifica que haya mujeres que tienen hijos para cobrar planes. 

Esta mujer, en tono irónico, sarcástico o de burla (se puede elegir la calificación), ponía en ese video negro sobre blanco su situación como “planera” (beneficiaria de al menos cuatro programas). El Estado le paga, aunque ella no haga nada (en sus palabras está “al cuete”). También expresó al pasar un problema clave capaz de derrumbar la teoría democrática: “Si el problema es que le compran el voto, lógicamente le tienen que pagar por eso”. Cuando su caso se viralizó, esta persona concurrió a todos los programas de aire y cable a la que fue invitada, con llantos y desmayo incluido. Expuso su caso con fría racionalidad: para qué trabajar si puede cobrar por no hacer nada, en sus cuentas cobraba casi 60 mil pesos por mes, no tan distinto de un salario promedio. Para terminar el episodio, le habrían cancelado los planes de los que era beneficiaria, en una decisión al menos polémica.

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¿Por qué es importante esta “noticia” y cómo se relaciona con la inestabilidad del gobierno de Alberto Fernández? Porque expuso con claridad la fractura social que ha convertido en ingobernable la Argentina. Hablar de los planes sociales es tabú para el progresismo nativo; por el contrario, cuestionarlos sería patrimonio de la derecha. El progresismo culposo mira para otro lado ignorando el tema como si no existiera y la derecha plantea que hay que eliminarlos con la imprecisión de no decir cómo. 

Nuestro jardín primitivo. La fractura es a la vez una falla profunda en la formación social argentina. Existen dos argentinas, una capitalista o al menos vinculada a la sociedad salarial, con sus beneficios y derechos: aguinaldo, vacaciones pagas, obra social, paritarias, etc. En cambio, existe un país por fuera del sistema capitalista de producción. Casi su única función es el consumo para la supervivencia. Este segundo país se ha vuelto mayoritario con el correr del tiempo, los factores son múltiples, las empresas industriales más importantes han ido reduciendo su personal en la medida en que se robotizan los procesos productivos, o han trasladado sus fábricas a otros países. También el sector agropecuario argentino, por lejos el más poderoso y competitivo en el mundo, genera escaso empleo. Dentro de este espacio en el mundo de las cosechas manuales (por ejemplo, de frutos), los salarios son paupérrimos y las tareas arduas, todo lo demás está mecanizado. Las pequeñas y medianas empresas también contratan lo mínimo indispensable y también existe una gran informalidad, la explicación es que si se pagaran todos los impuestos y cargas sociales no solo perderían rentabilidad, simplemente dejarían de existir. Finalmente, la vida humana se extiende, así como las presiones al sistema previsional. No obstante, entre la Argentina capitalista y la no capitalista existen muchos grises, por ejemplo: los monotributistas y los trabajadores autónomos no cuentan con los derechos de la antigua sociedad salarial, para muchos de estos trabajar los fines de semana es lo normal, y también los ingresos son discontinuos. Además, es un gris la llamada economía popular, su contribución al producto es hoy por hoy marginal, pero aun así para pasar a la economía capitalista precisa capital de trabajo. 

En síntesis, la economía no capitalista le demanda cada vez más recursos al Estado y este los busca incrementando la presión impositiva a la economía formal, que discute cada vez con más fuerza la legitimidad impositiva del Estado nacional. El discurso de la casta de Javier Milei obviamente contribuyó a esto, la idea de que los políticos cobran impuestos para beneficio personal. 

Hoy un juramento, mañana una traición

El tamaño enorme y creciente de la Argentina no capitalista es también la explicación del déficit fiscal persistente. Casi 70 de casa 100 pesos del presupuesto se dedican al gasto social que, además de todos los planes y programas, incluye jubilaciones y pensiones, aún con ingresos muy insuficientes para sus beneficiarios en comparación con la canasta total. 

Lo urgente y lo necesario. La tarea de Sergio Massa asumiendo en el triple Ministerio de Economía, Producción y Agricultura tiene como urgencia detener la espiralización de la inflación, que amenaza con llevarse al Gobierno puesto. La inflación ha tenido la función de depreciar los gastos del Estado, ya que el aumento de la recaudación es una función continua pero los egresos por salarios estatales y el gasto social es una función discreta. Pero a partir de cierto punto, la inflación pasa de ser una ola a la que nos hemos ido acostumbrando a un tsunami que amenaza la frágil democracia. Para esto debe tanto recomponer las reservas del Banco Central, lo que quizás implique una antipopular devaluación de la moneda que contribuya a frenar la corrida cambiaria. 

Pero aun con éxito en esas tres tareas centrales para la estabilización de la economía, todo será provisorio si no se apuesta a la reindustrialización del país y la generación de empleos de calidad con salarios que superen en promedio lo obtenido por los planes sociales para quitarle la fuerza argumental al razonamiento de la (¿ex?) “planera viral”. Probablemente para esta difícil misión tenga que jugar cartas atrevidas como una neoconvertibilidad, la renegociación de las reglas que rigen el mundo laboral y una simplificación del sistema impositivo, entre otras. En otras palabras, volver a la política.

 

*Sociólogo (@cfdeangelis).