"Me mataron a un hijo. Esos balazos fueron para mí, me cortaron", manifestó Juan Domingo Perón en el velatorio del dirigente sindical José Ignacio Rucci. El día anterior, el 25 de septiembre de 1973, el fuego cruzado de 23 proyectiles terminó con la vida del gremialista. Este episodio marcó la ruptura de Perón con el ala izquierda del peronismo y fue el inicio de una escalada de violencia que ensombreció a su gobierno y a su partido.
El hecho ocurrió mientras resonaban los ecos del triunfo electoral de Perón. Tan solo dos días antes del crimen, los argentinos habían vuelto a las urnas y, con más del 61% de los votos, habían elegido la fórmula Perón-Perón para estar al frente de la Casa Rosada.
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Dentro de los que festejaban se encontraba Rucci, el secretario general de la CGT que supo convertirse en hombre cercano del entonces mandatario electo. Incluso fue uno de los impulsores de su regreso al país y una de las imágenes históricas lo muestran sosteniendo el paraguas que protegía de la lluvia a su líder cuando volvió luego de 17 años de exilio.
En esa época el peronismo transitaba su peor y más tensa interna, en donde el peronismo tradicional sindical y los movimientos organizados de la juventud y grupos guerrilleros se disputaban el protagonismo. A raíz de ese clima, Rucci se había convertido en el blanco de la críticas de los sectores que lo acusaban de haber construido, junto a Lorenzo Miguel, el líder de las 62 Organizaciones peronistas, un muro de división entre las líneas internas del movimiento justicialista.
En ese sentido, según indican los periodistas Ricardo Carpena y Claudio Jacquelin en El Intocable, la biografía de Lorenzo Miguel, Montoneros tenía en la mira a Rucci y le adjudicaban gran parte de responsabilidad por "La masacre de Ezeiza", un episodio donde se enfrentaron distintas facciones peronistas al regreso de Perón al país tras el exilio. Al respecto, meses antes de su asesinato, la agrupación había cantado durante un acto por el aniversario de la muerte de Evita: "Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor (secretario general de la UOM que fue acribillado en 1969)".
A raíz del nivel de violencia que había en las calles, el gremialista contaba con una custodia de 13 personas. Sin embargo, debido a que desconfiaba de la policía, su seguridad estaba compuesta por gente del sindicato, decisión que le valió advertencias por parte de su entorno. "Yo sé que estoy sentenciado; que quede claro que si me pasa algo, son los inmundos bolches, los troskistas", advertía Rucci, quien incluso no dormía dos noches seguidas en el mismo lugar.
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Aquel 25 de septiembre de 1973, Rucci se estaba preparando para grabar un mensaje en Canal 13 con motivo de las elecciones presidenciales. Sus palabras llamaban a la reconciliación de las franjas peronistas: "Ahora el fragor de las luchas ha pasado a convertirse en historia. La realidad de nuestros días es la unión, el trabajo y la paz".
"Sólo por ignorancia o mala fe se pueden exigir soluciones inmediatas para problemas que fueron profundizados durante tantos años; no se puede apelar a la violencia rayana en lo criminal, en un clima de amplias libertades e igualdad de posibilidades; no se puede seguir abrigando ambiciones y privilegios, creando condiciones injustas, burlando las leyes, impidiendo o saboteando la consolidación de un proceso que ha sido aprobado por la mayoría del país", agregaría.
Sin embargo, nunca pudo llegar al estudio de televisión. Durante el mediodía, mientras intentaba subir al auto que lo esperaba a unos metros del frente de la casa de su cuñada, el sindicalista recibió 23 disparos, número que le valió el nombre mediático de "Operación Traviata", en referencia a la galletita de los "23 agujeritos". A pesar de estar rodeado de guardaespaldas, no se pudo evitar el fatal desenlace y Rucci cayó muerto en la vereda de la vivienda en Avellaneda 2900, pleno corazón del barrio porteño de Flores.
Nunca hubo un reconocimiento explícito sobre la autores del atentado, que fue sigilosamente planificado debido a que Rucci había comenzado a ser seguido por un grupo en julio de ese año. Medio siglo pasó del hecho y la Justicia aún no pudo determinar quiénes fueron los culpables. En 2009 la causa fue reabierta, aunque solo se concluyó la Triple A no estuvo detrás del ataque y no se descartó la participación de Montoneros. El ERP, por su parte, salió a manifestar que no estuvieron involucrados.
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No obstante, dos años después del crimen, Montoneros se adjudicó el asesinato en su revista Evita Montonera. Un artículo referido a la Masacre de Ezeiza, titulado "Justicia Popular", incluía una lista de personas "ajusticiadas" y la primera de ellas era Rucci. "JOSE RUCCI, ajusticiado por Montoneros el 23-09-73 (sic)", se podía leer.
A raíz de ese hecho, se planteó la hipótesis de que los líderes del grupo armado no habían estado detrás, y que se trató de un comando que actuó por su cuenta, aunque luego la organización salió a apoyarlos, después de hacer silencio sobre el hecho en una primera instancia. En aquel entonces, se habían unificado diversos movimientos "militaristas" del peronismo.
La muerte de Rucci fue un duro golpe para Perón, que tenía por el gremialista un particular aprecio desde 1970, cuando se presentó en la residencia de Puerta de Hierro como el nuevo jefe de la CGT, en reemplazo de Vandor. "Fue la provocación más grande contra el general", manifestó en 1999 Juan Manuel Abal Medina, secretario general del Movimiento Nacional Peronista (PJ) en aquel entonces, en una entrevista con Página 12.
En ese sentido, el libro Operación Traviata: ¿quién mató a Rucci? de Ceferino Reato se reproduce una conversación entre el teniente Julián Licastro, fundador de los Comandos Tecnológicos Peronistas, y el senador jujeño Humberto Martiarena, jefe del bloque oficialista en la Cámara Alta. "El General tiene los ojos chiquititos, apenas se le ven. Se ve que lloró mucho... No es muy frecuente que llore", comentó Licastro, ante lo que Martiarena respondió: "Es que lo quería como un hijo".
"Fue el hijo que Perón no tuvo, el único al que vimos gastarle bromas, el único al que el General podía perdonarle todo, hasta algún dislate”, citaron Carpena y Jacquelin en la biografía de Miguel.
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A partir del atentado se profundizó la división entre Perón y los movimientos de izquierda del PJ, una separación que fue aprovechada inmediatamente por los sectores de derecha para aislar al líder justicialista. "Nunca dudó de que habían sido los Montoneros y lo vivió así. Fue una etapa donde decía cosas muy fuertes contra Montoneros. Eso produjo la primera fractura de Montoneros con el desprendimiento de la JP Lealtad, de Carlos Maguid", precisó Abal Medina.
Meses más tarde, un alto jefe de la organización armada admitiría que el motivo del ataque fue que Perón vuelva a tener en cuenta a Montoneros y a la JP de las Regionales en el reparto del poder, tanto en el gobierno como en el Movimiento Nacional Justicialista: "Sí, fue un error. Nosotros creímos que tirándole al Viejo un fiambre sobre la mesa íbamos a poder negociar en mejores condiciones, y la historia nos demostró que no era así. Fue una decisión política equivocada".
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Tres meses después del asesinato de Rucci, según relata el historiador Roberto Baschetti en Documentos (1970-1973) De la guerrilla peronista al gobierno popular, Montoneros se refirió a la nueva relación que tenían con Perón. "Posiblemente Perón nos vea a nosotros como infiltrados ideológicos, y la burocracia también nos vea como infiltrados ideológicos. Pero no lo somos", manifestaron en una "Charla de la Conducción Nacional ante las agrupaciones de los frentes" que tuvo lugar en Córdoba.
"Somos el hijo legítimo del Movimiento, somos la consecuencia de la política de Perón. En todo caso, podríamos ser el 'hijo ilegítimo' de Perón, el hijo que no quiso. Pero el hijo al fin", agregaron.
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Nacido en Santa Fe el 15 de marzo de 1924, Rucci tenía 20 años cuando llegó a Buenos Aires. Durante su juventud realizó diversos trabajos, por ejemplo, fue lavacopas en una pizzería de Floresta y cajero en una confitería de Cabildo y Juramento. Tras su paso por el rubro gastronómico, en 1944 ingresó a la actividad metalúrgica como operario de una fábrica de cocinas.
El camino sindical de Rucci comenzó en 1966, cuando se hizo cargo de la regional San Nicolás de la UOM y comenzó a trabajar más cerca de Vandor y de Lorenzo Miguel. El hombre comenzó a crecer desde la segunda línea de la militancia gremial, con su aspecto inofensivo, flaco, enjuto, peinado con un gran jopo, con bigotes "a la mexicana" y su inseparable campera negra de cuero. El ascenso fue inmediato, pero también significó un cambio del discurso vandorista, situación que produjo que se acercara mucho más que otros sindicalistas a Perón.
De esta manera, Rucci trabajó en la organización política para lograr el regreso del caudillo. En ese sentido, muchos recuerdan que cuando se produjo el retorno de Perón el 17 de noviembre de 1972, Rucci estuvo allí, al lado del expresidente y sostuvo el paraguas para que su líder no se mojara mientras saludaba.
En palabras de Abal Medina, Rucci fue: "Un tipo absolutamente pasional, muy mal político, de muy poca formación, un peronista absoluto pero con un pensamiento fascistoide. Y de una enorme lealtad al general: eso era el punto de coincidencia que nos permitía trabajar juntos".
CP