El ex arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, aseveró que "el Papa nos pidió que escuchemos más y hablemos menos". Su historia como arzobispo de Buenos Aires, la relación con el Papa Francisco y los dichos de Javier Milei hacia él, en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).
Asocio a la canción “Solo le pido a Dios” lo que usted utilizó cuando se lo nombró arzobispo de Buenos Aires: “Concédeme, Señor, un corazón que escuche”, dijo en aquel momento. Me gustaría, 10 años después, una reflexión de qué es un corazón que escuche...
En primer lugar, los obispos tenemos un lema y un escudo. Pertenezco a la generación de obispos que no hicimos escudos por la heráldica, es un tema de un periodo de la Iglesia pero no tiene mucho sentido.
Sí una frase de la escritura, es lo que le pide el Rey Salomón a Dios y que a Dios le agradó tanto, está en el libro “I Reyes”. El día que me llamó el nuncio había leído y meditado eso en la escritura y luego el Padre Rivas, nuestro maestro en escritura, me dio varias versiones y elegí esta porque se pueden hacer según la traducción del hebreo.
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Eso significa algo programático también en el ministerio que después se tradujo en lo que fue el sinagogo de Buenos Aires, que significa una Iglesia que escucha, “que es mucho más que oír”, dice el Papa Francisco.
Intenté durante todo este tiempo escuchar a los sacerdotes, al pueblo de Dios, a la gente y a los que no son cristianos también. Es decir, escuchar antes que opinar, hablar o actuar. No sé si lo hice bien, pero tuve un intento y como cosa permanente.
Para mí, fue un estilo y es el de la Iglesia hoy, no es que yo haya inventado la pólvora. Es lo que el Papa nos pidió, con un espíritu de apertura al mundo. El concilio atrasó esta línea.
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El crecimiento de la pobreza
Cuando asumió su vocación religiosa, Argentina tenía 4% de pobres, un ingreso bruto per cápita similar al de países desarrollados y comparables, como al de Australia y Canadá. Hoy, Argentina multiplicó el número de pobres por 10. En un país con estas características, ¿un corazón que escuche es mucho más imprescindible para la jerarquía eclesiástica?
Creo que sí. Haciéndonos eco de esa hermosa canción de León Gieco, si fuéramos indiferente a esta condición infrahumana que estamos viviendo con la pobreza. La pobreza que hay nos avergüenza a todos.
El Episcopado, en general, y los sacerdotes, tenemos la mirada puesta en ese sufrimiento. No somos los únicos, compartimos la preocupación de todo hombre y mujer de buena voluntad en Argentina, que estoy seguro que somos la mayoría, en que no somos indiferentes a este dolor. Ciertamente nos avergüenza, nos humilla y también nos da fuerzas para la solidaridad.
Hoy el tema de la solidaridad es el que debe atravesar el corazón, la mente y las manos de todos los argentinos, más allá de toda la circunstancia que estamos viviendo en cuanto a lo social, político, entre otros temas. Lo más importante es que no seamos indiferentes y que escuchemos a los demás y, especialmente, la voz de los pobres.
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Mencionaba "en este momento de la Iglesia" y marcaba diferencias de otras épocas, en donde hasta incluso los obispos utilizaban escudos como si fueran los escudos de nobiliarios. Usted fue y sigue siendo, además de canciller de la Universidad Católica, profesor de Historia Ecleasiástica. Me gustaría que, para legos, nos hiciera una síntesis de la diferencia de este momento de la Iglesia con otros momentos, si quiere, previo al Concilio...
El Concilio nos dio muchas perspectivas. Sobre todo, está convocado por el Papa San Juan XXIII. Tuvo un firme deseo de diálogo con el mundo, con el Evangelio de siempre y con la revelación misma pero, sin embargo, con el deseo de posicionarse ante la cultura moderna, cultura contemporánea, esa fue la expresión ese ese momento.
Esa actitud permanece. Tenemos varias deudas en relación al Concilio Vaticano II. Siempre decimos que tenemos materias pendientes, pero creo que hay una actitud de mucha apertura y acercamiento a la realidad, sin perder este objetivo nuestro, el de pastores.
San Pablo VI nos marcó otra línea fundamental con relación a la cuestión de los pobres. Dijo en una memorable encíclica: "Evangelii nuntiandi", que marcó mucho nuestra generación del post concilio, en la que la evangelización y promoción humana vienen de la mano, la Iglesia siempre lo tuvo a esto. Ya en el orden de la educación, desde las universidades del Medioevo hasta este tiempo.
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Es cierto que empezamos por la proclamación del Evangelio y del anuncio de la salvación: "tenemos un mensaje que no podemos callar", pero tampoco no podemos dejar de escuchar y atender las necesidades concretas de lo humano. Ese equilibrio hoy existe y va para adelante. Es una de las notas de este tiempo.
Mencionaba del último concilio sobre lo de la cultura moderna y hablaba de que todavía había algunas deudas. ¿Se puede decir que el Papa Francisco coloca su esfuerzo en, casualmente, adaptar a la Iglesia a la cultura moderna y reducir esas deudas que dejó el Concilio Vaticano II no aplicadas?
Lo hacen desde Pablo VI, San Juan Pablo II, el Papa Benedicto, es decir, es una línea. Y el Papa pone un acento muy concreto en esta Iglesia en salida. En el primer documento que sacó en 2013, casi de primera inspiración "Evangelii gaudium" (la alegría de evangelizar es la traducción del latín) ya nos marcó el rumbo de una Iglesia en salida, no apoltronada, no quedada en la sacristía (como se dice vulgarmente), sino que desde la eucaristía y los sacramentos saliendo al mundo.
Tiene una frase muy linda que dice "prefiero cristianos heridos en la realidad y no sanitos en la sacristía". Algo parecido a eso nos acicateó. Cada uno de los papas siempre avanzó mucho, ya el mismo Juan XXII cuando presentó el Concilio en el '62 fue hermoso, porque decía que confiaba en una Iglesia que prefiere la misericordia a cualquier otra actitud de la Iglesia. Entonces, eso marcó un rumbo.
Cada uno de los papas fue avanzando en este tema. Hay que recordar que los papas no salían de Roma, hasta Pio XII prácticamente, y luego tenemos este acontecimiento de que el Papa va por todos lados. Es interesante el itinerario del Papa Francisco. Hoy, en Mongolia, no llegan a 2000 los cristianos. Ese fue el itinerario de él.
Mucha gente dice porqué no viene a Argentina y si uno mira el itinerario que siguió en sus viajes misioneros, es donde el catolicismo es un mínima expresión y fue a alentar a esa comunidades pérdidas, a veces perseguidas y con muchas dificultades de sobrevivir por los regímenes, la indiferencia o porque también se mueven en otras realidades religiosas y a uno le cuesta crecer también ahí.
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Como todos los argentinos, tengo esa expectativa, se lo pedimos tantas veces los obispos. Estuve seis años en la Ejecutiva, en la CEA, y los presidentes eran muy claros y le decían "el pueblo necesita y pide que vengas", y la respuesta era algo así como "por el momento no", "creo que sí".
Parece que ahora se dan las circunstancias. Estamos rezando para que Dios le dé la salud suficiente y la vida para que esto se pueda concretar.
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¿Cómo fue personalmente para usted ocupar el mismo escritorio, el cuarto y la oficina sucediendo en el cargo a quien en ese momento ya había sido Papa?
Siempre sentí como que todo me quedaba y me queda grande, al suceder a una personalidad así. Estuve a su lado seis años, vi muy cerca su actuar, su carisma, la personalidad y su entrega al Evangelio.
Después del sentimiento de uno de sentirse poca cosa, creo que el Espíritu Santo me ayudó un poco a hacer lo que pude hacer durante 10 años en la Iglesia. Seguí con esto de escuchar, pudimos emprender un camino sinodal en Buenos Aires, que es un deseo del Papa, lo tenía allá en el horizonte cuando hacías las asambleas pastorales en su momento. El Papa nos pidió que escuchemos más y hablemos menos.
Aún basándome en su inspiración, porque él dio un famoso discurso sobre la sinodalidad en 2015 y yo estaba presente en el sínodo de la familia, pudimos hacer este camino juntos.
Desde el primer día, hasta el último el sentimiento fue que esto me quedaba grande y pude hacer lo que hice gracias a Dios y a los que me rodeaban: los obispos auxiliares, un grupo de hermanos y amigos, luego los curas, las religiosas. Estoy contento porque es el mejor clero y la mejor de Iglesia del mundo, pudimos trabajar en eso porque respondieron a la convocatoria y a este camino que les fuimos proponiendo.
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Entre este sentimiento de poquedad y la huella que nos dejó, podemos transitar este camino y entregarle a Jorge Ignacio García Cuerva esta Iglesia con nuevas fuerzas y bríos. La Iglesia es así, "no acaba con uno ni comienza con uno", es una continuidad. Para mí, utiliza una frase que viene de la historia eclesiástica, de que es "una ininterrumpida cadena de evangelización. Cada uno en su momento, hizo su aporte", y me parece que Dios obró así.
La renovación en la Iglesia
Acaba de mencionar a García Cuerva, su sucesor. ¿Qué mensaje hay para elegir a alguien tan joven? Él asume con 10 años menos que usted y 10 años que el propio Bergoglio en el mismo cargo.
Usted hablaba de la fuerza de la juventud, me gustaría una reflexión sobre el tema de la edad, algo que sin ninguna duda cambió en los últimos 50 años. Así como a usted se le despertó su vocación eclesiástica siendo joven, Argentina era un país sin pobres, y la duración de la vida era 25 años menos que hoy...
Es cierto. Decir o nominar 55 años como juventud tiene sus aristas en el sentido.
Tiene 20 años por delante, imagínese...
Tiene 20 años por delante, que es lo importante, con mucha experiencia pastoral.
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Es licenciado en Historia Eclesiástica, así que pasó por nuestras aulas en su momento, estuve en la defensa de su tesis de licenciatura que trató sobre la fiebre amarilla, muy interesante. Luego, compartimos muchas cosas, sabía de su trabajo en CABA.
Viene con una experiencia pastoral muy importante y con desafíos que algunos pudo hacer algo y otros le pasaron por encima, como la diócesis inmensa de Río Gallegos.
Apuesto no solamente a su experiencia, sino a su corazón, porque tiene uno de pastor. Conocí a García Cuerva, y creo que Dios lo eligió muy bien.
Sigo opinando que las designaciones pareciera ser que solamente son un tejido de autoridad. Aquí interviene mucho el Espíritu Santo para nosotros, que fue marcando la idea. Seguramente habrá estado en alguna terna, se lo habrá estudiado y prefirió en relación a otros. Está muy bien elegido, estoy personalmente contento con él. Tengo que estarlo como con cualquier otro que me hubiera sucedido.
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Aprendemos de nuestros mayores, lo aprendí en el seminario en donde estoy con un viejo rector que decía "vendrá otro que lo hará mucho mejor que yo". Ese es mi lema.
Respecto al otro punto de la edad, recientemente el Papa hizo cardenal a un padre de 96 años, el Padre Luis Dri...
Si. Un confesor de Pompeya, un fraile.
Entonces, hace 50 años, a los 75, como es su caso, la doctrina marcaba que se tenía que dar un paso al costado y quedaban pocos años de vida. Hoy, como lo demuestra el padre Dri, no es inusual que puedan quedarle 20 años de vida. ¿Cómo es la vida de un ex arzobispo que todavía está con muchos años adelante y con la capacidad mental intacta?
Gracias a Dios que todavía funciona. Hay dos cosas. Primero, cuando nombran cardenales es hasta a los 80 años. Estoy en dos congregaciones pontificas, una es la de los Ritos Orientales y la otra es la de Laico, Familia y Vida, cuyas asambleas participé y pienso participar cuando me convoquen nuevamente. En Familia y Vida estamos trabajando sobre algunos temas.
Después, personalmente me fui a una parroquia. Estoy en San Ramón Nonato. Muy contento, ya hace un mes y días que estoy compartiendo ahí como vicario. Voy cuatro días por semanas, quizá, a veces un poco más o menos. Somos pocos curas en Buenos Aires y uno tiene mucho deseo, una vez que termina las responsabilidades grandes, de meterse en lo que es propio del cura como lo es la misa, la confesión, escuchar a la gente y el interior de un santuario es maravilloso, sobre todo, ahí donde se celebra la vida.
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Estoy sorprendido con la gracia que da San Ramón con las panzas que desean tener hijos. Tanta gente no se puede equivocar, como decimos nosotros.
Trato de imaginarme aquel Bergoglio que se tomó el avión en 2013, que también estaba a punto de terminar con 75 años su arzobispado y que volvía para irse a vivir a Flores...
Yo voy a tener una pieza ahí, será mi base, pero no me voy a quedar ahí todo el tiempo. Uso la pieza que él preparó.
Los agravios recibidos por Francisco
No puedo no preguntarle, aunque sean temas políticamente complejos, sobre las críticas que recibe el Papa Francisco. Trato de imaginar cómo usted las recibe, me gustaría una reflexión. Creo que mañana tenemos una misa de desagravio contra las críticas, ya insultos directamente, a la figura del Papa.
Nacen de una torpeza, de una falta de conocimiento. Quienes agraviaron al Papa me dan tristeza porque es mi padre y lo siento así. Los católicos sentimos que se hiere una figura, nuestro conductor.
Es la falta de conocimiento personal y también me parece que es un complejo argentino de creer una intromisión del Papa en las cuestiones internas del país, que estoy plenamente seguro que no es así. Quien lo dijo y lo hace no me merece ningún crédito ni confianza, no conoce la realidad ni función del Papa.
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Después, me parece que en el orden diplomático también, ante jerarquías de otros estados tenemos que tener mucho respeto y cuidar mucho la lengua y las opiniones sobre este contexto. Fue más allá de lo que podía ser un comentario. Usted habló de insulto, no sé si se puede decir eso, pero es un agravio serio y nosotros estamos entristecidos con eso y tenemos el derecho a hacer una desagravio de nuestro padre y pastor.
Para la audiencia que no esté lo suficientemente en tema, cabe decir que Javier Milei denominó al Papa como "representante maligno en la Tierra", que anda "pregonando el comunismo en el mundo". Sí lo insultó y no quiero utilizarlo...
Es una torpeza absoluta, es no conocer sus documentos, la doctrina que volcó en sus escritos. Hay páginas hermosas sobre lo que significa, aún como critica al liberalismo, pero también tuvo un equilibrio en poner el punto en el medio de las cosas.
Siempre lo hizo desde la doctrina social de la Iglesia, ya tiene un recorrido de más de un siglo de opinión, sobre el concepto sobre el Estado y lo que significan las ideologías. Es un desconocimiento de la voz del Papa, de su pensamiento y sus escritos, sobre todo.
El “falso profeta” contra el Papa
Su continuador, García Cuerva, dice que los argentinos no dejamos a Bergoglio ser Francisco. Intuyo en esa síntesis que cae dentro de la grieta de la Argentina hasta el Papa. A usted le tocó cruzar tres presidentes, como Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández. Me gustaría una reflexión sobre cuánto las críticas que recibe el Papa son un significante de lo que vulgarmente llamamos "grieta", que es el extremo patológico de la polarización...
Los presidentes buscaron una audiencia con el Papa. Yo estoy para escucharlo y escuchar también lo que él pueda opinar, decir o alentar. A cada uno los recibió y después se hacen las valoraciones extremas de las fotos. A mí me inquieta mucho de hacer una exegesis de las fotos. Estamos acostumbrados, sobre todo, a los medios que usan la imagen o el ícono como para expresar sentimientos o líneas de conducta y demás, me parece que es una exageración también.
Entiendo que el Papa recibe a todos. Me acuerdo cuando el Papa Juan Pablo II recibió a Yaser Arafat recibió muchas críticas, no solamente del mundo islámico, del pueblo de Israel, sino de todo el mundo. El Papa tiene su función de encontrar la paz, poner el punto medio del acercamiento de la gente, recibe a todos. Esa es la diplomacia vaticana, en el buen sentido digo. El Papa nos enseñó a escuchar.
Aprovecho este momento para rezar por la paz, me parece que los argentinos necesitamos pacificar el corazón. Además del tema de la pobreza, hay un in crescendo en la discordia del desencuentro, y no lo digo solamente por este momento de campaña electoral, se nos metió. No creo que se haya metido en la cultura, porque ésta toma cosas buenas y las perpetúa en el tiempo, pero estas cosas se hacen estilo y tenemos que cultivar la paz.
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Estoy preocupado por una educación en la paz, en una educación buena en todo sentido para la generación actual de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, para el futuro pero, puntualmente, en los valores de la paz, solidaridad y fraternidad. Estos valores son los que Argentina necesita.
Los del mundo adulto tendríamos que reflexionar y cuidar nuestra palabra y pensamiento porque somos observados por los niños y los jóvenes, y no podemos transmitir anti-cultura, sino una verdadera cultura del encuentro. El Papa nos insistió mucho en esto.
BL JL